La foto sonriente de Jorge Rodríguez, El Aissami y Cabello

Posted on: octubre 22nd, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

“Nos portamos como caballeros o como lo que somos”

Cantinflas

 

 

El venezolano decente ante la foto sonriente postelecciones regionales de Jorge Rodríguez, El Aissami y Cabello, recibe un golpe directo al plexo, parece decir: “Los j…”.

 

 

 

Esta imagen nos remueve y nos conmueve, pues estamos ante unos venezolanos que se solazan ante el crimen cometido públicamente. El cintillo inferior no sería otro que: “Ustedes sabían que no nos dejaríamos j…”.

 

 

 

El país en disputa, la gente, el bienestar, el hambre, las medicinas, los presos políticos y, en fin, nuestra categoría moral como sociedad, todo amenazado. Cometen fraude y hablan de paz, dividen y exaltan la unión, cunde la necesidad y declaran que hay bienestar. Los delincuentes parecen ganar; han tejido un entramado complejo, sin salidas aparentes, con trampas por doquier.

 

 

 

Algunos afirman que el 30 de julio murió la vía electoral, con la denuncia de Smartmatic y la ausencia de participación del pueblo, coronada por los ocho millones de votos de Tibi. En ese proceso se inscribe el controvertido llamado a la abstención, con un gran defecto, era como la nada. No votes; hay que cambiar el régimen, ¿pero cómo?

 

 

 

Otros han decidido transitar múltiples sendas, casi sin salidas, entre ellas votar. Resurge la verdadera cara del tramposo. Recuerdo a Cantinflas: “No pueden portarse como caballeros sino como lo que son” (la foto).

 

 

 

La próxima batalla se dará en la ANC; ellos obligarán a los gobernadores a juramentarse frente a una ANC espuria. Los gobernadores están sometidos a un falso dilema: si no se juramentan ante la ANC los destituyen y creerán entonces que traicionan el mandato del pueblo. Si legalizan la ANC, permanecen en su cargo y fortalecen el gobierno. ¿Los perdonará su pueblo? ¿Qué hacer?

 

 

 

Mi opinión es que estos gobernadores deben desafiar al régimen, no juramentarse, aunque las presiones parezcan un Caterpillar ante nuestras figuras. Esperemos que no acudan.

 

 

 

Hay que reconocer que el régimen ha actuado como una maquinaria perfecta, un tejido de trampas, unas tras otras. El régimen: a) banaliza las trampas y mentiras del 30 de julio e intenta diluir el 16J; b) silencia la denuncia de Smarmatic sobre el fraude 30J; c) adelanta las elecciones, postproclamación de la ANC, y habla de la derrota de la insurrección callejera; d) hila golpes sucesivos contra la transparencia electoral e impide la sustitución de candidatos en la boleta; e) traslada votantes y centros de votación de forma indiscriminada de un lugar a otro, creando una incertidumbre general; f) ofrece la fórmula “votos por comida”, CLAP y carnet de la patria están ligados a la participación electoral; g) uso de la cadena pública en propaganda electoral pro gobierno de forma total; h) cierra medios de comunicación opositores de gran cobertura.

 

 

 

En resumen, expandir el miedo, confundir a los votantes, chantajear a los más débiles con su hambre, reprimir y callar a los disidentes es su obra. Esto en medio de la destrucción del país evidente en la desaparición de 10.000 empresas, en la destrucción del salario, en anaqueles vacíos de alimentos y medicinas, en una moneda-basura, en la delincuencia sin controles, en la destrucción de los servicios públicos sanitarios y de educación. En una inflación que supera los cuatro dígitos.

 

 

 

Mientras, nosotros nos debatíamos entre el llamado a la abstención y la depresión, la desconfianza en el liderazgo y las propuestas sin contenido político viable; en esperar ayuda de afuera, convertir la voluntad del 16J en mandato. ¿Quién puede obligar a Padrino a plegarse al imperativo categórico de actuar éticamente?

 

 

 

Cuáles serán los pasos siguientes si los de la foto no tienen límite, son genios de la trampa, indiferentes a la desnutrición infantil y a los jóvenes asesinados en las calles. Podemos preguntarnos sobre sus afines ideológicos: Stalin, Mao Tse-tung, Hitler, Velazco Alvarado, el líder de Corea del Norte y el de Cuba, ¿alguno de ellos ha triunfado políticamente de forma definitiva? Contemos nuestras fuerzas, valoremos los errores, cero depresiones y tracemos un camino ya, sobre todo la creación de un Frente Unido.

 

 

 

Si comparamos la diabólica estrategia para mantenerse en el poder con la gestión del régimen para los ciudadanos, la conclusión salta como un relámpago, infantil, simple y sencilla: a este régimen solo le importa mantenerse en el poder. A la foto sonriente de Jorge Rodríguez, El Aissami y Cabello le cabe un nuevo un cintillo: “Mafia que controla el poder en Venezuela y se burla del pueblo”. La foto me recuerda la sonrisa de Kim Jong-un, el “líder supremo” de Corea del Norte. Entereza ante el crimen, los votos tienen que expresar lo que país aspira. A constituir nuestro Frente Unido.

 

 

Isabel Pereira Pizani

@isapereirap

 

¿Votar en revolución?

Posted on: octubre 8th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

Es evidente que en el seno de la oposición venezolana existen visiones contrapuestas. Algunos proponen avanzar con base en negociaciones y diálogo, en busca de posiciones que al final sean determinantes del cambio. En este camino se inscriben dos temas claves: la unidad y el camino electoral.

 

 

 

Otros argumentan que la única salida frente a la revolución socialista es derribarla por completo. La importancia de la unidad se desvanece, quizás como rezago de la fobia marxista hacia las soluciones electorales y su afán de dividir los pueblos en clases antagónicas e irreconciliables. Competir electoralmente con una revolución marxista sería una inutilidad; incluso, si se gana, no sería más que tomar una posición inocua para la revolución. El principal argumento de los desconocedores de la vía electoral y de la unidad es repetir que los votos solo valen en democracia, donde exista Estado de Derecho.

 

 

 

En el fondo de esta tesis subyacen algunos mitos que debemos reconocer. Sabemos que Marx nunca llegó a describir la sociedad socialista. Propuso acabar con la expropiación de la plusvalía generada por el trabajo, al eliminar la propiedad de los medios de producción. El Estado desaparecería como árbitro en la lucha histórica entre el capital explotador y el trabajador explotado.

 

 

 

Ante este vacío doctrinario coexiste un ramillete variopinto de “revoluciones”. La más fuerte, la Unión Soviética, logra subordinar 15 países y se erige como una potencia en manos de un Estado dueño de todo, incluyendo el alma humana. Su gran esfuerzo: instalar una industria pesada a costa del hambre del pueblo.

 

 

 

Otras versiones, como la revolución de los Khmer Rouge en Camboya, se inician instaurando «El año cero». Vale decir, “construir el hombre nuevo y purificar la sociedad”. La cultura occidental, el capitalismo, la religión y todas las influencias externas fueron exterminados en pro de un socialismo campesino endógeno. Los medios de comunicación y las empresas cerradas; el dinero, prohibido; la autoridad paternal, anulada. La familia se consideró como una célula opuesta y resistente al poder absoluto del partido, concentrado en la sumisión y dependencia total del individuo frente al Estado. La educación devino en responsabilidad exclusiva del Partido Comunista o “Angkar”.

 

 

 

Castro en Cuba, integra y combina la liberación, la democracia, la emancipación y el socialismo, conceptualizados como “pilares fundamentales en la construcción de un mundo más justo”. En la práctica, fusilan, cierran los medios de comunicación, estatizan todo por la ley 890, destruyen el aparato productivo y solo atinan a valerse de las “ayudas” de la Unión Soviética, primero, y de Venezuela, luego, para no morir de hambre. En Cuba no queda ni industria ni agricultura.

 

 

En el plan de la patria se exponen metas muy distintas a los soviéticos, camboyanos o cubanos. Plantean Venezuela como país potencia, lograr el equilibrio del Universo, la paz planetaria y salvar a la especie humana. Esta versión del socialismo omite a los venezolanos, cuál sería su papel en esta epopeya estratosférica. Hoy morimos de hambre.

 

 

 

Las revoluciones socialistas se sustentan en el miedo. Pueblos enteros gobernados por el terror, paralizados por la represión, con escasas posibilidades de luchar al interior de sus sociedades para enfrentar al totalitarismo. Eso eran Stalin, la KGB, la Stassi, Pol Pot, Mao Tse Tung, Fidel y Chávez. Al final caen estrepitosamente, dejando estelas de pobreza y genocidios.

 

 

 

Concebir el socialismo como un sistema homogéneo, con reglas de juego precisas, sin grietas, es negar la historia. En 1989, en Polonia, el reformista Lech Walesa gana las elecciones y asume el poder. En 1991 los rusos eligen por primera vez a su presidente: Boris Yeltsin. Países socialistas donde el Estado de Derecho brillaba por su ausencia.

 

 

 

Negar el poder del voto porque “no es una regla de juego de la revolución” es profundamente cuestionable, las revoluciones socialistas pueden ser o pretender ser cualquier cosa, lo único que las identifica es su afán totalitario basado en el uso de la violencia y represión.

 

 

 

El socialismo ha sido vencido por la fuerza de la libertad en todas partes. Entre nosotros, es posible si vencemos el miedo, superamos las equivocaciones y multiplicamos instrumentos: el reclamo mundial ante la violación de derechos humanos, la vía electoral, la protesta por el hambre y la represión. Pero sobre todo puede derribarse con la unidad, el bien más preciado al cual debemos concurrir con humildad y muchos deseos de libertad.

 

 

Isabel Pereira Pizani

@isapereirap

No a la paz cartaginesa

Posted on: agosto 23rd, 2017 by Laura Espinoza No Comments

El gobierno se consuela, trata de engañar a los venezolanos y al mundo afirmando que luego de la instalación de la ANC en Venezuela reina la paz.

 

 

 

Si fuese cierto, este sería uno de los peores escenarios para nuestro país, porque significa que esta paz se ha construido con base en fraudes electorales, violación de la Constitución, corrupción del poder judicial, negación del derecho al voto, atropellos, muertes, destrucción de la propiedad privada y tortura a disidentes, apoyada por un alto mando militar separado del espíritu libertador, en un vano intento de imponerse por la fuerza contra todas las aspiraciones ciudadanas de lograr cambios definitivos, un modo perverso de la paz capaz de alejar incluso a los socialistas de corazón que aún creen en las predicas de Marx y Lenin.

 

 

 

En otras palabras, es admitir que en Venezuela se ha instalado una “Paz Cartaginesa”, como la que impuso en Europa el Tratado de Versalles después de la I Guerra Mundial y que se convirtió en la apertura hacia otra, destructiva y dolorosa: la II Guerra Mundial. Un episodio considerado como el desastre más grande que ha vivido nuestra civilización y que trajo a la humanidad más de 70 millones de pérdidas humanas en solo 6 años (1939-1945), además de la devastación en casi todos los sectores y países que participaron, tanto los Aliados como los del Eje. La de Versalles fue, así, una paz con un altísimo costo para la humanidad.

 

 

 

Pareciera casi imposible que en Venezuela, con el volumen de atrocidades que comete el gobierno cada día, se pueda instalar un clima diferente que nos permita escapar de la fatalidad que conlleva la Paz Cartaginesa, es decir, escaparnos de una nueva época de destrucción y desapariciones de los unos por los otros, esta vez silenciosa como en el esclavismo.

 

 

Sin embargo, en medio de estas turbulencias es preciso reconocer que Venezuela enfrenta por primera vez en su historia la oportunidad de superar las fallas que trastornaron las primeras décadas de la democracia, gracias a la posibilidad que hemos tenido de constatar en la realidad, pragmáticamente, la falsedad, el engaño y la trampa que contienen las utopías que proponen exterminar las personas reales para fabricar una especie de robot, llamado el hombre nuevo: un ente prefabricado que obedece, que no cambia, que se somete sin chistar a la autoridad. Una versión del cinismo de Lenin cuando proclamaba que el hambre traía progreso, porque suponía que la mente humana concluiría achacando estos episodios de hambre al Capitalismo, cuando en realidad el hambre resulta de la ausencia de crecimiento, de educación, de empleos y de actividad económica en libertad. El país, también sabe hoy que hay compañeros de ruta fatales como Cuba y Hezbollah (aunque quedan pocos)

 

 

 

La historia del mundo está llena de episodios trágicos durante los cuales las propuestas destructoras han dominado: nazismo y fascismo, comunismo y socialismo, peronismo, castrismo y pare usted de contar. En todas estas versiones el odio ha dominado temporalmente, la consigna ha sido arrasar al oponente, no dejar espacio donde las personas puedan verse unas a otras.

 

 

 

No hay ninguna experiencia histórica ganada definitivamente por estas utopías del horror. Todas han sido vencidas por la búsqueda del respeto, por los derechos y la libertad. Los triunfos del mal han sido pírricos, pese a que algunos han sido largos en el tiempo, tales como el peronismo, los 70 años del comunismo en la Unión Soviética, China y el más de medio siglo en Cuba. Al final se reconoce que no ha superado algo más que una batalla. Todas estas “seudorevoluciones” han terminado en el foso con sus autores, sus líderes, ejecutores, soldados, personal de los cuerpos represivos, todos sus autores muertos o en prisión, fusilados, condenados y sobre todo avergonzados, al igual que sus familias, ante el mundo.

 

 

 

Militares y policías: antes de reprimir ciudadanos, pregúntense donde están hoy los integrantes de estos cuerpos, en algún momento considerados inexpugnables. Antes de ser capaces de arrastrar a una mujer por el suelo, romperle el violín a un músico y destrozarle su oído para que no pueda tocar jamás, no olviden la Checa bajo Lenin, La NKVD y KGB de Stalin, o la Stasi en la República Democrática Alemana. ¿Dónde están los escombros de estas instituciones capaces de sembrar el terror entre los ciudadanos? ¡Imaginen a Venezuela en manos de una ANC que imponga un poder total en nuestras vidas!

 

 

Hay que asumir el fracaso universal de la alternativa revolucionaria. Paso a paso, América Latina se desprende de las distintas versiones del socialismo/peronismo en Argentina, Chile, Brasil y, ahora, por asomo, el cambio llegará a Ecuador, más temprano que tarde.

 

 

Si no queremos una “Paz Cartaginesa” destructiva tenemos que unirnos, armar un Frente Amplio donde los socialistas moderados puedan entrar, junto a los socialdemócratas y los liberales. Nuestro principal logro hasta ahora ha sido la Unidad; ahora hay que enriquecerla. No puede ser que un simple acto electoral, como las regionales, se convierta en la manzana de una pésima discordia. Los verdaderos enemigos de los venezolanos hoy son las instituciones corruptas como el CNE, el TSJ y el apoderamiento de las fuerzas armadas por un alto mando militar ávido de poder y de riquezas, de espaldas a la verdadera Venezuela que trabaja, lucha desesperadamente contra la injusticia, la inflación, el hambre y la violencia.

 

 

 

Nuestra Fuerza Armada tiene una característica específica que la diferencia de otras sociedades: está formada por gente de extracción popular, soldados venidos del campo, de los mares, de las montañas y de nuestros barrios populares. Estas fuerzas tienen que conocer y sentir el fracaso cubano, la violencia de Hezbollah, la corrupción de Lula y Kirchner, la nociva compasión de Bachelet que crea más pobres. No basta la riqueza fácil que prometen las dadivas del gobierno, el chantaje a través de la concesión de minas, oro o coltán: una riqueza que se convierte rápidamente en estigma porque significa la expropiación del resto del país por un grupo de poder dentro de la Fuerza Armada, privilegiado y corrupto. El 30 de julio aportó a los soldados y oficiales del Plan Republica las pruebas del fraude. No bastan los privilegios y obsequios del régimen para doblegar esta institución donde lo más importantes es que sus miembros forman parte de familias venezolanas con todos sus padecimientos y ansias de libertad.

 

 

 

Tenemos que oponernos con nuestras actitudes y conductas a la instalación de una temible “Paz Cartaginesa”, que signifique la aniquilación de la disidencia, sean ellos o nosotros. Es necesario vencer nuestras diferencias y formar, con base en la MUD, el Frente Amplio más poderoso de la historia venezolana, con una confianza que de verdad nos empareje con otros vecinos que hoy derrotan a Kirchner, a Correa, a Bachelet, a Lula y al resto de cultores de la violencia y la miseria. Seamos parte de América, un continente de paz y democracia.

 

 

*Directora de Políticas públicas de CEDICE LIBERTAD.

@isapereirap

isaper@gmail.com

El acuerdo de gobernabilidad y los que han sorprendido al mundo

Posted on: julio 25th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

El Acuerdo de Gobernabilidad lo esperábamos, un faro destellante que trascienda la venganza y muestre que nos hemos convertido en un mejor país y por tanto en mejores seres humanos. Un duro aprendizaje que refluye de estos tortuosos lustros que hemos padecido. Lo que me gusta del Acuerdo es la certeza de que su texto fue precedido de grandes reflexiones, discusiones, ceder unas, aceptar otras, unir y entender que hay que negociar, como ha ocurrido en todos los países con situaciones similares.

 

 

 

Sin embargo, algunas ideas me confunden, sobre todo el comenzar con un compromiso de “Justicia Social” una oferta muy propia de los socialistas amparados tras una consigna que niega la necesidad de un Estado de Derecho o de un gobierno de la ley. Un concepto que por su raíz, una vez más, empodera al Estado como gran repartidor de Justicia. La solicitud de “Justicia social” tendría su fin natural en una economía dirigida y sin querer se está mencionando una justicia dirigida. En segundo lugar, evoca la idea de que alguien es culpable de la injusticia y como ese alguien es difícil de aprehender, el Estado asume las riendas. Otro punto, si los males se derivan de la injusticia social, entonces los individuos, las personas no tienen ninguna responsabilidad con sus vidas. Es echarle la culpa al otro o como señalo en todos mis trabajos, arroparse en la ética rentista.

 

 

Esta sería mi gran dificultad, más allá de eludir el cómo arribar al terreno o al tiempo de la transición. Esperando el 2018, confiando en la transparencia del CNE o luchando a brazo partido para superar esta pesadilla, incluso intercambiando con los oponentes. Bregar por cambiar, lo que para algunos es la ruta natural del cambio, es contrario a esperar pacientes el 2018, es limitarnos a repetir como loros que “La Constitución no pauta elecciones presidenciales hasta el 2018”. Sentémonos pues, la libertad puede esperar.

 

 

 

Actuar para cambiar las cosas no es un sinónimo de querer vengarse, otro tema muy usado para denigrar de la acción de la sociedad. Creo que la experiencia de tomar conciencia sobre la inviabilidad de las utopías justicialistas nos lleva a un plano que va más allá de la simple búsqueda de venganza. No somos versiones de Al Capone, matones ni mafiosos que no perdonan, lo que queremos es un cambio que responda a las aspiraciones más profundas de la sociedad.

 

 

Por estas razones y algunas que no mencionaré, extraño que no se nombre, de forma muy especial, a los que han sorprendido al mundo, a nuestros jóvenes, a lo que han entregado todo lo que tienen, principalmente su vida y sus sueños.

 

 

 

La entrega de los jóvenes a la lucha ha sorprendido al mundo, la pregunta que se repetía mil veces en distintos lugares ¿cómo luchan esos jóvenes por la libertad, si han crecido sin ella, si no la han conocido?

 

 

 

Una pregunta magnifica que nos abría la imaginación a buscar explicaciones en la filosofía, la psicología, la antropología. La primera interrogante era: ¿Cuál es la fuerza que los motiva? Es la pulsión que nace ante la imposibilidad de responder a sus necesidades particulares, es la visión oscurecida del futuro o es la influencia de la familia, la escuela, de aquellos que si conocieron una época distinta.

 

 

 

Su aparición en las calles nos llevó a pensar que en Venezuela la generación del 28 había renacido en estos jóvenes, hombres y mujeres sin miedo, impetuosos, desbordando la energía propia de los momentos tempranos de la vida.

 

 

 

La base de la acción tacita entre las distintas generaciones ha sido compartir la exigencia por un nuevo país, abierto como nunca antes, convertido en espacio de oportunidades, en el sitio donde quiero vivir y donde quiero que crezcan mis hijos.

 

 

 

Para lograr esto hay que pensar en grandes transformaciones, la primera acabar con la ideología rentista que nos condena a vegetar, esperar, pedir en nombre de unos derechos que nunca han existido. Para superar esta ética negativa del rentismo es imprescindible reconocer que los jóvenes ocupan un lugar en la sociedad sólo si tienen posibilidad de imaginar, inventar, eso que llaman destrucción creadora. Esto en concreto implica que pensemos en el surgimiento de nuevos espacios de aprendizaje, que nuestras universidades miserablemente relegadas por un régimen militarizado, basado en la fuerza, se conviertan en sitios para crear mundos. Universidades donde la investigación, la filosofía, la ciencia y la tecnología se den la mano y resurjan como bastiones para la formación de individuos que saben que el límite del futuro es su imaginación.

 

 

La absurda guerra del régimen actual contra la universidad es una guerra contra el futuro y la libertad, es la negación de la existencia de seres humanos creativos, abiertos, en resonancia con el universo y con las búsquedas que millones de individuos han emprendido en muchas otras partes del mundo. Pueden calificar esta reflexión como muy particular y que el Acuerdo solo debía señalar grandes objetivos, pero insisto este tema particular es esencial para la definición de nuestro futuro y una respuesta en resonancia con aquellos que han entregado su vida en las calles luchando por la libertad. Hay que pregonarlo desde ahora.

 

 

Es reconocer, de forma privilegiada que nuestras universidades deben asumir un liderazgo que incorpore nuestros jóvenes en la infinitud de saberes, conocimientos y desarrollo humano del mundo entero, como tarea prioritaria desde el inicio de la transición.

 

 

Pero, además de las universidades es imperioso decir, mostrar un mensaje claro que alimente las esperanzas de aquellos que aspiran poder progresar, realizar sus sueños, los que aún están en el principio de la camino de la vida. No es un reclamo de pobretologo, en cualquier barrio urbano o comunidad rural, las familias, las madres, reclaman la ausencia de oportunidades para sus hijos que terminan la escuela básica con el gran esfuerzo de sus hogares y luego no tienen dónde ir, jóvenes amenazados por las falsas promesas de la delincuencia, de las drogas, de la demagogia política y de cualquier otra salida fácil pero destructiva. La desesperación de las familias de menores recursos ante la carencia de centros de aprendizaje para sus hijos es inconmensurable, estas instituciones no existen como propuesta de Estado.

 

 

Las nombradas escuelas robinsonianas pregonadas por el régimen como alternativa para los jóvenes que tienen que ingresar temprano al mercado de trabajo ni siquiera figuran en el presupuesto oficial, son unos fantasmas utilizados demagógicamente para aparentar un real interés por la juventud que nunca se ha materializado. Las escuela formadoras de capacidades y destrezas para incorporarse al mercado laboral o para el emprendimiento, brillan por su ausencia, los jóvenes en nuestras ciudades y pueblos simplemente no tienen oportunidades de crecer, formarse, aprender para avanzar a las próximas etapas de sus vidas.

 

 

Este boomerang hay que romperlo desde ya. El único esfuerzo en este campo está en manos de los sacerdotes jesuitas y en algunas delegaciones de países extranjeros que saben desde sus experiencias, desde sus culturas, que si los jóvenes no tienen oportunidades, el país no tiene futuro. Ha sido un brutal engaño la creación de la red de instituciones educativas bolivarianas, otorgando credenciales sin respaldo en el conocimiento, creando carreras sin mercado, sin ninguna exigencia por la calidad y la pertinencia de la formación que se constituya en una real oportunidad para nuestra población joven.

 

 

Al final creo que el Compromiso por la gobernabilidad, tiene que ser un espacio para oír como palpita la sociedad, para reconocernos como actores del cambio, tener el valor de hablar con el adversario y sobre todo, valorar a quienes se lo merecen sin mezquindades, para que se convierta en un compromiso moral superior con la libertad.

 

 

Isabel Pereira Pizani 

Lo feo, lo malo y lo bueno

Posted on: febrero 5th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 
Leopoldo va a cumplir tres años injustamente tras barrotes. Ceballos, Ledezma, John Goicochea  y ahora Baduel, junto con más de 100 venezolanos, siguen en la situación de presos políticos, todos  en condiciones de reclusión  inhumanas. Ignoramos dónde  tienen secuestrado a Gilbert Caro. Laurent Saleh está en una cuasi condena terminal. Un Sebin prepotente, que actúa como elefante en cristalería, cada vez más fuerte que cualquier juez o tribunal, o un SUNDEE que puede asaltar tu negocio, robarte  y ponerte preso.

 

 

 

Las colas para comprar alimentos son interminables y están en todo el territorio. La gente se muere porque no hay antibióticos. Una señora dio a luz en una cola para comprar pañales y  otras se han muerto haciendo cola para obtener leche para su infantes. El número de asesinatos aumenta en las calles. Los colectivos tienen más miembros que las Fuerzas Armadas y ésta sólo defiende una ideología, de espaldas al mandato constitucional que las rige.

 

 

 

Con estas angustias clavadas en el alma ante la actitud injusta y despiadada de un gobierno que niega,  no se esfuerza o no sabe cómo buscar soluciones para responder a los legítimos reclamos de la ciudadanía, me siento a leer el documento de los acompañantes, con la recóndita esperanza que de él pueda brotar una lucecita que alumbre el camino de nuestro país, convulsionado, convertido en llaga abierta, sin medicina al alcance que revierta una destrucción que se acelera con el correr de los días.

 

Lo feo

 

 

Homologar la legitimidad de todos los poderes, pasando por alto, olímpicamente que el TSJ y el CNE son espurios, y aún así,  considerarlos con las mismas condiciones  que el Ejecutivo y el Legislativo.

 

 

 

No se denuncia el robo cometido por el CNE de la voluntad electoral de los venezolanos.

 

 

 

Calificar a los presos políticos como “privados de libertad” y no incluir una investigación sobre las instituciones y los jueces, que avalaron y gestionaron esas  arbitrariedades en contra  de  ciudadanos inocentes.

 

 

 

No exigir la inmediata libertad de los presos políticos.

 

 

 

No plantear como condición imprescindible la incorporación de acompañantes que le otorguen confianza a la oposición. Por ejemplo: OEA, ONU, Oscar Arias, Andrés Pastrana.

 

 

 

No derogar todo lo establecido por el TSJ y el CNE espurio.

 

 

 

No imponer como precondición el cese inmediato de la conducta represiva del gobierno, que apresa indiscriminadamente inocentes, viola la inmunidad de los miembros de la AN, tortura a los presos políticos y da rienda suelta a los colectivos violentos contra la población desarmada.

 

 

 

Disfrazar la urgencia del gobierno proponiendo que la AN honre sus compromisos financieros, sin establecer responsabilidades sobre sus actuaciones al margen de la Constitución, los incontestables hechos de corrupción, la destrucción de la economía nacional y  la aplicación de políticas negativas para el crecimiento nacional.

 

 

 

Omitir la exigencia a la cúpula de las Fuerzas Armadas sobre su obediencia a la Constitución y la no subordinación a ideologías políticas.

 

 

 

Omitir la mención del notorio desequilibrio entre los poderes, que convierte al Ejecutivo en súper poder que convierte al resto en subordinados o en instituciones acorraladas, a la defensiva.

 

 

 

Omitir las indelegables responsabilidades del gobierno para garantizar la paz ciudadana. No exigir responsabilidades de cumplimiento inmediato.

 

 

 

 

Lo malo

 

 

 

Pretender que el futuro electoral quede en manos de un CNE espurio, dominado por el ejecutivo, sin imponer  su reestructuración inmediata según lo establecido en la constitución.

 

 

 

Omitir la solicitud de destitución de los directores de Sebin y el Sundee y la reestructuración vigilada de estos organismos por la violación publica, abierta y documentada de los derechos humanos.

 

 

 

Ignorar la ausencia de freno gubernamental a la violencia e inseguridad ciudadana, tanto de origen delictivo como el cometido por instituciones y organizaciones progubernamentales.

 

 

 

Convertir el problema del abastecimiento de alimentos, de medicinas y la inflación en una toma de “medidas extraordinarias”, sin señalar la responsabilidad del gobierno y sin solicitar un total redireccionamiento de instituciones y políticas.

 

 

 

El veto del  TSJ espurio sobre las propuestas de la AN y la consiguiente congelación de las leyes promulgadas.

 

 

 

Examinar la medida de suspensión de los diputados de Amazonas sin que se precise de modo inobjetable la legitimidad de la medida.

 

 

 

Desconocer u omitir que la derogatoria de los miembros espurios del CNE y TSJ es tarea constitucional de la Asamblea así como la selección de los nuevos miembros

 

 

 

No exigir el cese de la avalancha comunicacional injuriosa del presidente en contra de la oposición; el descrédito, persecución, encarcelamiento de sus dirigentes y  sus arengas contra la paz.

 

 

 

Lo bueno

La  persistencia en la búsqueda de condiciones del diálogo.

Lector: Saque usted las conclusiones

 

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Isabel Pereira Pizani

@isapereirap

isaper@gmail.com

Los que se quedan

Posted on: diciembre 25th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Ríos de tinta han corrido para explicar; mucha investigación para entender por qué se han ido cerca de dos millones de venezolanos. Quizás no tanto esfuerzo se ha mostrado para enseñar qué pasa con los que se quedan, que sienten, cuál fuerza les hace creer que aun estando conscientes de que nos hundimos en una dictadura sin piedad, valoramos como lo más importante, lo que da sentido a la vida, quedarse, permanecer, seguir, no sólo resistiendo sino comprometiéndose,  reconstruyendo y oponiéndose a la destrucción.

 

 

 

Mucha gente pregunta “¿por qué te quedas?”, o, quizá de manera más certera, “¿cuándo te vas?”. Cada vez que recibo estos cuestionamientos, mi mente hace un cálculo matemático y bota una respuesta casi irracional: diez o mil razones para irme pero un millón para quedarme.

 

 

 

Y aclaro, oigo a una maestra de una escuela de una zona popular contar cómo día a día asiste a  las defensas contra el hambre por parte de  los niños, padres y maestros de su institución. La maestra cuenta que de cada 30 niños solo diez  tienen capacidad de llevar una merienda, pero aprende cada día lo que significa el valor “compartir”. “Veo los niños compartiendo con los otros, a las maestras distribuyendo parte de sus almuerzos con aquellos niños que ellas saben que no han comido o que no van a comer cuando lleguen a sus casas. Vivo el valor compartir, entiendo el significado de la solidaridad como forma natural de relación, no en el papel y siento que cada minuto crezco como persona”.

 

 

 

Otro caso: se pierde una arepa de la merienda escolar que debe ser compartida entre los niños. Más tarde, un niño se acerca y confiesa: “Maestra, yo tomé la arepa, no había comido ayer, pero no me la comí toda; guardé la mitad para mi hermanito pequeño que está en la casa y no comió ayer y hoy tampoco”.

 

 

 

O un médico en un hospital público, explicando cómo a pesar de la crisis, de la ausencia de medicamentos, del abandono de las autoridades sanitarias, se llena de fuerza cada vez que puede atender, sanar a una persona herida, a un enfermo agravado por la imposibilidad de encontrar las medicinas que debían ser de uso corriente.

 

 

 

Como estas historias, existen miles de casos de vida, no de resistencia, sino de reaprender a vivir, entendernos en nuestro plan más importante: ser seres humanos capaces de mirar a los ojos del otro y entender que somos la misma encarnación espiritual.

 

 

 

Hay que volver la mirada a los que se quedan, a los que están fundando la Venezuela nueva y al venezolano que se alimenta de la esperanza porque contribuye a que ella exista. Al que no escatima cuando se trata de actuar de acuerdo con principios morales básicos. Los que se quedan, con su actuación, reivindican el privilegio de existir, de estar vivos, en estos momentos en que las olas de destrucción corroen todo lo que se ha fundado y aquello por lo que se ha trabajado, son los venezolanos raíces de una sociedad nueva y definitivamente mejor.

 

 

 

El gran esfuerzo que hacemos desde Cedice Libertad es enaltecer a los que cumplen no con su deber como algo impuesto externamente, sino con su misión: si soy maestro, médico, policía o cualquier otro oficio u ocupación, tengo que aprender a desempeñarme con honestidad, con respeto hacia aquellos a quienes debo servir.

 

 

 

El combustible que alimenta a los que se quedan es una esperanza activa; es el convencimiento total y absoluto de que lo que hoy nos aflige puede cambiar, o mejor dicho “podemos cambiarlo”.

 

 

No nos extrañe que mañana los funcionarios que ocupen posiciones de gobierno lo hagan con honestidad, con transparencia, sin cálculos perversos acerca de cuánto o de qué me puedo apoderar a costillas de los otros. Esto podrá ser así porque hemos aprendido cuánto daño puede hacerse a una sociedad cuando los que cuidan roban; cuando los insumos de un hospital son sustraídos; cuando la merienda de la escuela es convertida en mercancía para bachaquear o cuando en lugar de cuidar a una comunidad con mis armas y uniforme me dedico a asaltarla, a violarla, a transgredir todas las normas que rigen  mi obligación de proteger.

 

 

 

Sin optimismos exagerados, es menester declarar que dentro de Venezuela está naciendo un nuevo país, fruto de la experiencia amarga de la corrupción, de la impiedad que puede significar robarse los recursos destinados para construir viviendas, o la dotación de un hospital para convertirlos en fortunas mal habidas hijas de la deshumanización.

 

 

 

Tratemos de lograr un justo medio aristotélico. Aquellos que partieron seguramente volverán cargados de conocimientos, de nuevas experiencias, del aprendizaje de la supervivencia; muchos de ellos volverán y formaran parte de nuestro nueva riqueza humana. Al mismo tiempo, reconozcamos a las legiones infinitas de venezolanos que han fortalecido sus espíritus, que permanecen incorruptos, que han aprendido lo que significa respetar y cuidar a otros. La imagen clave es la esperanza del cambio, pero un cambio que no viene a cubrirnos como una oleada, sino uno que hemos contribuido a sembrar y fortalecer “los que se quedan” y los que volverán.  El tiempo pasa de sembrar petróleo a sembrar humanismo y libertad.

 

 

 

Isabel Pereira Pizani

@isapereirap

Isaper@gmail.com

Por un nuevo contrato social

Posted on: julio 13th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

El pacto de 1958 devino en un sistema que cercenó las libertades individuales en nombre de un Estado más paternalista que nunca. De ahí que proponga un nuevo contrato social basado en la libertad del individuo.

 

 

 

Venezuela, paradójicamente, enfrenta una de las mejores oportunidades de su historia: forjar un nuevo contrato social que libere a los venezolanos de la pesada e insufrible carga de existir bajo el aplastante predominio de un Estado dueño de todo, patrimonialista, como es su nombre propio.

 

 

 

Durante el trienio 1945-1948 y como respuesta a antiguos gobiernos opresores, el liderazgo político decidió que la única fuerza capaz de modernizar a Venezuela y sacarla del atraso secular que la sumía en la pobreza, era a través de la imposición de un Estado muy poderoso dueño de todas las riquezas materiales, de nuestras vidas y de nuestra libertad. La consigna que se asumió en ese tiempo era muy clara: “Ni una concesión más a particulares”. Años después nos preguntamos si las concesiones petroleras no iban a los particulares. Seguramente, y fue lo que sucedió: todas fueron a manos del Estado. Allí surge la partida de nacimiento del Estado patrimonialista, gran propietario, el mismo que hoy forcejea sin piedad, con el vil propósito de convertirse en el nuevo monstruo rojo de la historia.

 

 

 

Ese designio, construir un Estado modernizador alimentado por el petróleo, en un principio cargado de buenas intenciones, vivió una época dorada hasta finales de los años 70, pero al final produjo, como era de esperar, la plataforma política que en estos últimos tres lustros ha servido de base para forzar la imposición del comunismo en Venezuela. Ha arrasado y despojado de legitimidad las instituciones, destruido la economía y la libertad de las personas. Cualquier disidencia puede significar perder el empleo, el contrato con el poderoso Estado. Opinar es un delito cuyo costo más seguro es la cárcel, terminar en un encierro como la tumba sucedáneo de los antiguos calabozos de la Seguridad Nacional perezjimenista.

 

 

 

Disiento, por tanto, de las propuestas de restablecer el contrato social nacido en 1958, que aun rige nuestra existencia como sociedad. En realidad lo que tenemos enfrente es la oportunidad de oro, tomar conciencia del origen de nuestra condición rentista, reflexionar ¿por qué a pesar de un precio del petróleo que sube mucho más allá de los $100, en la bajadita seguimos tan pobres o más que antes?

 

 

 

En la apelación a restaurar el contrato social, Gustavo Roosen hace un importante señalamiento: “¿Puede hablarse de la vigencia del contrato social en un panorama en el que el sujeto de ese contrato, el ciudadano es, cuando menos, olvidado, si no relegado y hasta sacrificado por el Estado? Solo pensando en lo económico, no hay análisis que no concluya en un cuadro dramático para la población. Igual sucede en el terreno político y en el del ejercicio de los derechos. Solo el enorme aparato de propaganda, intimidación y clientelismo montado por el gobierno es capaz de negar una situación así y de desfigurarla”.

 

 

 

La verdad es que si algo estaba olvidado en el contrato social vigente desde 1958 era el ciudadano, y esto por una razón que hoy podemos ver con mucha claridad. Si todo el poder estaba en manos del Estado, si esa institución era la dueña de todo, si la renta que generaba el petróleo la distribuía discrecionalmente según sus preferencias, entonces, cuál es el ciudadano que queremos restablecer o se trata más bien de un individuo que sobrevive en una sociedad donde los derechos civiles estaban prácticamente anulados, donde no existen libertades económicas, con una Constitución que reservaba la propiedad de los sectores generadores de riqueza al Estado. ¿De cuál ciudadano estamos hablando?

 

 

 

Un país de propietarios

 

 

 

Por supuesto que antes de 1999 vivíamos mejor que en estos tiempos azarosos, donde no sabemos si mañana estaremos vivos, pero también significa que podemos de una vez por todas intentar ir hacia el fondo y dejar de culpar al petróleo, al rentismo, al Tío Conejo, de nuestras dificultades.

 

 

 

La posibilidad es poder vernos tal como somos. Pararnos frente a un espejo y preguntarnos ¿Qué ha pasado con toda la riqueza que ha corrido por nuestras tierras fruto de la explotación petrolera? Acaso se ha creado una sociedad armoniosa donde la posibilidad de quedarse atrás no es una condena al nacer para vastos sectores de la sociedad.

 

 

 
¿Cuánto valoramos la educación como base para nuestro crecimiento personal y colectivo? ¿Estamos realmente preocupados por los pobres al punto de empeñarnos en proveer las posibilidades de educarse, de aprender un oficio que los saque de la pobreza, o solo confiamos en los subsidios que otorgados clientelarmente para que el gobierno de turno los saque de las maltrechas viviendas informales y del trabajo también informal, porque no han tenido la oportunidad de aprender otra cosa?

 

 

 

De ninguna manera se trata de restablecer el viejo contrato social porque entonces podríamos decir que de nada valió este pasaje por el horror que han significado estos 17 años de socialismo depredador y sanguinario.

 

 

 

Y, ¿cómo puede ser el nuevo contrato social? muy sencillo, otro cuyo poder resida en el individuo, convertido en ciudadano, propietario de sus bienes, su vida y su libertad, sin ambigüedades. Un Estado que esté a su servicio, que le rinda cuentas. Contar con instituciones con el poder político y la autonomía suficiente para incentivar, vigilar que estemos creciendo económicamente y que este crecimiento sea el camino para acabar con la pobreza. Una sociedad donde el Estado de Derecho no pueda ser escamoteado por ninguna mafia que gane elecciones, y que nuestro voto sea un instrumento para cambiar hacia una mejor representación. Gobiernos honorables, que crean en la democracia política, en la seguridad jurídica, en la libertad económica, en el respeto y confianza en los ciudadanos.

 

 

 

Por todo ello es imprescindible que entendamos que no se trata de restablecer el viejo contrato que nos trajo hasta aquí, tan débil en favor del ciudadano que permitió acometer su liquidación a manos de forajidos políticos llamados socialistas del siglo XXI. Repito, la oportunidad es de oro, a luchar por un país de propietarios, ciudadanos libres y éticamente responsables

 

 

Isabel Pereira Pizani

Molina huele a naftalina

Posted on: enero 22nd, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Oigo el discurso del ministro Molina desempolvando la vieja teoría del valor, aduciendo que las viviendas que otorga la GMVV no son mercancías y por tanto solo tienen valor de uso y me invade un fuerte olor a naftalina ante el goteo de las antiguallas marxistas. Veamos, si usted compra un apartamento en Caracas, o en Valencia, ese inmueble tiene no solo valor de uso sino que también tiene valor de cambio, ergo, usted podría venderlo para adquirir uno distinto, quizás mejor o más de acuerdo con su interés particular y familiar. Pero si usted recibió una vivienda del gobierno a título gratuito, usted solo tiene derecho a un valor de uso, es decir, a usarlo, a estar en él. El gobierno decide cuánto tiempo puede permanecer en esa morada. Si acata las órdenes electorales del gobierno, bien, si no usted corre el grave peligro de ser desalojado de su valor de uso. Son las viejas premisas del derrotado marxismo que hoy huelen a naftalina en el universo entero.

 

 

Como gran crítica Molina aduce que se pretende convertir la vivienda en una “mercancía”. Sí, estamos de acuerdo, las mercancías son producto del trabajo humano, los animales no producen mercancías, una vivienda se construye invirtiendo un capital, con los recursos de ingenieros, arquitectos, maestros de obra, albañiles, cabillas, cemento, pintura, tubos, cables, etc. Al final se tiene un producto que no es una cueva en una piedra, o parte del paisaje natural; es un techo que protege a los seres humanos de la intemperie. Esta vivienda es entonces una mercancía que produce el trabajo humano, condición que para nada envilece su poder de dar cobijo, amparar, proteger a personas y a familias.

 

 

Oyendo al ministro, trato de espantar el olor a naftalina y me pregunto: ¿por qué es importante tener la propiedad de la vivienda? Esto me remonta a ideas muy queridas, como las que aprendí de John Locke. Para este filósofo la propiedad como creación única del ser humano acoge tres aspectos trascendentales. La vida es el primero, ya que usas tu tiempo, tus fuerzas, tu ingenio, conocimiento, para lograr construir o poseer una propiedad o para llegar a ser propietario. Tiene que ver con tus bienes, porque ahí depositas tus fuerzas, construyes tu patrimonio, que, tal como enseña Saint Exupéry, es aquello que a partir del momento en que te pertenece depende de ti. Tienes que cuidar, mantener, propiciar su transformación o conservar en su forma original. Locke nos enseña que esa propiedad solo es posible en libertad, y este es su rasgo dominante, cuando hay esclavitud no hay propiedad, lo que se impone en lugar de derechos son privilegios. Cuando hay totalitarismo no hay propiedad, porque todo depende de un ente hegemónico único, con poder de decidir sobre tu vida, tus bienes y tu libertad. No puedes crear ni disponer de propiedad, solo, como dice Molina, podrías usar cosas, si te lo permiten.

 

 

Por tanto las consejas de que el concepto de mercancía envilece el carácter de la vivienda, o que como no es mercancía no tiene valor de cambio, no son más que parte de antiguas tretas para sostener un estado de servidumbre, para ahorcar con un cordón letal las ansias de libertad humana.

 

 

Si usted es beneficiario de GMVV no puede ser propietario porque su casa no es una mercancía, es solo algo que usted puede usar mientras, y esto es clave, sea fiel a la doctrina que impone el poder hegemónico, en otras palabras “obedezca”.

 

 

Si la ambición de quien dirija un hogar es construir un patrimonio para sus descendientes, puede olvidarse, usted puede ser desalojado cuando menos imagine; no invierta en mejoras porque puede perder los salarios que utilizó en reformar las paredes, en lograr mayor confort, en convertir esa morada en un espacio amable para convivir, descansar y crecer.

 

 

El ministro deja caer una perla “el uso social de la vivienda se pierde al capitalizarla”, tratando de descifrar este acertijo me imagino que cuando habla de uso social, se refiere a que la vivienda que entrega GMVV no es para uso de una familia, es para uso social, es decir, úsela mientras se lo permitan y obedezca, pero el régimen decide cualquier otro uso social, es decir, usted no tiene nada en particular, solo un objeto cuyo fin es el uso colectivo el cual siempre es indiscriminado. Si es social, no es de nadie, solo depende de la voluntad de los que controlan el poder.

 

 

Los comunistas siempre se disfrazan y pretenden mostrar ante el mundo que son los portadores de una moral, una ética, que son los defensores de los débiles, de los más pobres; ello lo hace muy bien Molina cuando declara: “La vivienda en la revolución bolivariana y chavista es considerada como asiento material para el desarrollo espiritual de la familia. Es el hogar para el crecimiento de los niños y los jóvenes en un ambiente sano, seguro y digno. Por eso prevalece el valor de uso ante el valor de cambio”. Si esto es así, ministro Molina, por qué desconfías de la familia y te niegas a entregarle la propiedad; por qué solo otorgas un transitorio permiso para usar, agregando además que es un uso social, no personal, no humano, que no sirve para formar patrimonio familiar. Me haces recordar a tu camarada Stalin que construía en el centro de Moscú unas viviendas que no debían superar los 18 m2, con agujeros en lugar de ventanas y del cual eran desalojados los moscovitas ante cualquier infidencia al régimen. Ellos residían en viviendas que solo tenían valor de uso social. ¡Molina y Stalin, qué fuerte el olor a naftalina!

 

 

Isabel Pereira Pisani

 

 

 

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@isapereirap

6-D. ¿Sólo un nocaut al populismo- fascismo?

Posted on: diciembre 31st, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Son muchas las interpretaciones alrededor del 6-D. Descontento por la hambruna, la crisis humanitaria que están soportando vastos sectores del país, o una muestra lineal del poder del voto como única vía para traspasar fronteras críticas. Estas miradas aunque ciertas, no son suficientes; y si bien explican parte de la compleja coyuntura histórica que vivimos, coexisten, sin embargo, con visiones que consideran el nuevo nivel de conciencia que pudo haber movido a los venezolanos a noquear mitos hasta este momento imbatibles.

 

 

El mito más usado por el populismo, era que bastaba desatar un “dakazo” para cambiar todas las tendencias: abrir el grifo de las dádivas, los regalos, aprovisionar necesidades urgentes sin importar el potencial destructivo de los medios utilizados sobre algunos sectores, víctimas finales de esas operaciones improvisadas. Esta alternativa politiquera fue derrotada. El 6-D mostró que el poder de compra del voto había perdido su potencial. En los Estados Monagas y Aragua estas armas se pusieron en marcha y su efecto fue nulo.

 

 

Otro gran mito que se derrumbó el 6-D fue el axioma fascista de que basta controlar los medios de comunicación y transmitir una visión distinta de la realidad para influir decisivamente en la opinión del pueblo. Las cadenas abusivas se multiplicaron en los días previos a las elecciones con resultados igualmente nulos. Esta quizás es una de las áreas más novedosas del 6-D, ya que mostró que a pesar del control totalitario de los medios, de la censura y la represión sobre los disidentes, la sociedad buscó y encontró caminos para definir sus disposiciones y su voluntad. Estas elecciones, sin duda alguna se movieron en un universo 2.0.

 

 

Un tercer gradiente de estos resultados electorales fue la derrota del miedo y la pasividad resultantes de la convicción prevaleciente en algunos, en cuanto a la imposibilidad de poder derrotar a un gobierno armado, capaz de reprimir, chantajear y manipular a la sociedad; con un poder central sin contrapoderes, límites, jueces, ni fiscales independientes. Un gobierno que ha construido una legalidad paralela para imponer sus desafueros y condenar, sin pruebas, a 13 años de prisión por unas supuestas palabras subversivas o enterrar a ciudadanos en una “tumba” como castigo ante su disidencia.

 

 

Pero, quizás la parte más delicada y compleja del análisis se refiere a la conceptualización del impacto que han tenido en esta disposición del voto ciudadano acciones políticas previas como La Salida. Se trata de la valoración de la acción de los estudiantes en la calle arriesgando sus vidas, de la búsqueda de nuevas soluciones ante la crisis, de la conmoción social de los sectores sociales desarmados, que al igual que “las luchas de clases en Francia”, erigieron barricadas en las calles para manifestar su repudio al sistema. La profundización de la conciencia de que una sociedad podía encontrar caminos alternativos ante la dictadura, derribar su muro de Berlín, desencadenar un nuevo Glasnot. Demostrar que no somos esclavos de normas y etapas rígidas, si en ello se consume buena parte de nuestra existencia. Es decir, acatar plazos y normas que en ningún caso eran aplicables ante una dictadura implacable que reprimió a la población en la calle, sin piedad, que segó vidas e intentó doblegar voluntades con el miedo y la represión. Allí está el tema más poderoso en la interpretación del 6-D. Algunos desdeñan cualquier análisis, niegan que estos acontecimientos hayan sacudido el alma de los venezolanos y rechazan a los que sintieron que era una responsabilidad asumir el rumbo de su destino, que exigía el quiebre del sometimiento, la pasividad y espera reinante, siendo que esas actitudes sólo convenían al grupo en el poder.

 

 

Las preguntas que debemos atrevernos a formular son las siguientes: ¿Qué relación existe entre la masividad del voto y el remezón de conciencia que produjo La Salida? ¿Carecen de importancia las muestras de valor de los estudiantes en las calles, la prisión de Leopoldo, Ledezma, Ceballos, los 75 presos políticos por el único delito de disentir, la resistencia de María Corina, los incansables viajes de Lilian y Mitzy?

 

 

Hay otro aspecto crucial, es inminente destapar la podredumbre de nuestras instituciones. El fraude que existe en nuestro sistema electoral, capaz de producir mayorías de última hora para alimentar triunfos por procedimientos “electrónicos” no visibles ante acompañantes complacientes que vinieron, pagados, a avalar la supuesta limpieza del sistema. Este es un tema que tienen que abrirlos centros de investigación, nuestros ingenieros y universidades. Tenemos que saber, finalmente, si es posible el fraude electrónico y preguntarnos ¿cuánto tuvo que ver el proyecto Cantaclaro y la presión de cerrar los centros de votación en el reconocimiento de los resultados del 6-D?; o como dijo alguien, es “pura brujería que sólo amerita exorcismos”.

 

 

No hay escape, hay que atreverse a deslindar los procesos ocultos que actuaron en este resultado del 6-D. Es verdad que cayeron mitos populistas y fascistas, pero también es verdad que la gente se atrevió a sublevarse, no sólo obedeciendo al rugido de sus estómagos, sino por ese sentimiento humano de rebeldía ante la injusticia y por saber que existen venezolanos capaces de arriesgar su vida por la libertad, como los estudiantes, los presos políticos y nuestros líderes.

 

 

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El hombre que amaba los perros

Posted on: noviembre 20th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

Cerré la última página de la reveladora e inquietante novela de Leonardo Padura y respiré con cierta perplejidad. En un intento por describir las sensaciones que me produjo esta “novela-vida”, podría decir que fue como entrar en un túnel oscuro y tenebroso presintiendo que al final no habría luz.

 

 

Desde el inicio de la lectura el alma comienza a revolverse, por los recuerdos que asaltan, acusadores. Revivir aquellos jirones de emoción ingenua que nos despertó el filme Morir en Madrid, celebrando con eufóricos aplausos y vivas la imagen triunfante de los barcos soviéticos que al fin llevaban la tan anhelada ayuda a los republicanos españoles. Recordar la reverencia crédula ante la figura adusta de “la Pasionaria” y saber ahora que no era más que una fachada trágica del horror y la mentira.

 

 

Sin piedad, Padura persigue la imagen de Stalin, un hombre que fue capaz de asesinar a más de 20 millones de personas, y va destapando sin pudor la profundidad del siniestro; sus páginas revelan lo que significa edificar una sociedad cuyos cimientos son el terror y el abandono de cualquier ímpetu de vida que supere la obediencia al implacable designio del régimen. Cito: “Como cabía esperar en un Estado de terror vertical y horizontal, no era posible emprender una cacería como la vivida en la Unión Soviética sin exacerbar los instintos más bajos de la gente… el terror había generado el efecto de estimular la envidia y la venganza, había creado una atmósfera de vivencia colectiva, peor aún, de indiferencia ante el destino de los demás. Es terrible comprobar que un sistema nacido para rescatar la dignidad humana se apoye en todo lo humanamente vil”.

 

 

Mientras escribo, oigo un comentario radial: “Sudeban impone a la banca la obligación de transmitir a sus expedientes toda la información correspondiente a las cuentas de los venezolanos”; tengo que agudizar mis sentidos para entender que no es una jugarreta de mis percepciones y que la noticia no es ficción, que no es parte de la novela de Padura, sino que pertenece a nuestra realidad cotidiana; un nuevo episodio donde se comprueba que las fechorías del estalinismo contra el pueblo ruso y sus satélites ahora están ocurriendo, como suelen decir en las transmisiones televisivas, en vivo y en directo en nuestro atormentado país. Con su agudeza acostumbrada el locutor entrevista a un especialista en la materia, quien sin rodeos declara: “Que el gobierno pretenda apoderarse de todos los vericuetos de nuestra vida financiera no es más que una violación de los derechos humanos de las personas”. Ante la pregunta: ¿Por qué?, la respuesta no puede ser otra: “Porque quiere controlarte totalmente, saber qué comes, qué compras, cuánto tienes. Por eso es obligatorio imprimir tu huella en el supermercado”. De pronto, surge inevitable la idea de situar nuestro caso venezolano como una versión tropical del estalinismo por la grosera pretensión del gobierno de querer meterse hasta en el último rincón de tu vida, imponiéndote una cadena cuando quieres ver el beisbol, impidiéndote viajar a ver a tus familiares que han huido en busca de esperanza, determinando qué, cuánto, cuándo y cómo puedes o no comprar lo que necesitas o quieres.

 

 

Las idas y venidas entre nuestro acontecer diario y las referencias al sovietismo son cada vez más enervantes. Nos preguntamos ¿por qué la Gran Misión Vivienda Venezuela se empeña en destruir la estética de nuestras ciudades? ¿Por qué colocan esos enormes y antiestéticos bloques en medio de comunidades organizadas destruyendo toda noción de armonía y calidad de vida?  Padura ofrece unas claves explicativas cuando se refiere al Moscú de Stalin: “Los bloques de vivienda cuadrados y grises, llenos de costurones de cemento en las rajaduras, con diminutas ventanas donde los inquilinos tendían sus ropas. Una arquitectura apresurada empeñada en demostrar que a una persona le bastaban unos pocos metros para vivir socialistamente”. Eso era Stalin y el sufrimiento del pueblo ruso, tan cruelmente parecido a lo que hoy intentan imponer en nuestras costas.

 

 

Sin embargo, sin aflojar, más adelante Padura lanza una idea terrible: “El estalinismo no tenía sus raíces en el atraso de Rusia, ni en el hostil ambiente imperialista, sino en la incapacidad del proletariado para convertirse en clase gobernante”. ¡Caramba, cuántos millones de muertos antes de atreverse alguien a barruntar tal idea!

 

 

La reflexión sobre el final de la imposición comunista, como lo refiere un personaje cubano de la novela, es realmente aterradora. Ante la pregunta sobre cuál es el efecto en la persona humana del estalinismo, qué impronta queda grabada en su conciencia y en su espíritu, la respuesta del personaje es demoledora: “Nada. Es convertirse en nada y sentir miedo, saber que estas marginado, sepultado en vida, creyendo que esa marginación es hasta el final de la vida y que es para siempre”.

 

 

En las páginas finales, y quizás por compasión con el lector, Padura describe su método como escritor y aclara: “Es una novela inserta y llena de investigación histórica, no lo olviden”. Sin embargo, de toda esta lectura emerge la firme convicción de la obligación de apostar por el cambio, porque ya la historia ha mostrado sin taparrabos lo que nos ocurrirá si nos quedamos en la “nada”.

 

isaper@gmail.com

 

@isapereirap

*Coordinadora programa País de Propietarios de Cedice Libertad
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