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Asdrúbal Aguiar: La bukelización de la política

Posted on: noviembre 18th, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

En algún texto leí, hace algunos años, sobre el efecto que provoca y es querido alcanzar por todo acto de terrorismo, a saber, que inundadas las víctimas que sobreviven por el terror no encuentran más salida que transformarse en terroristas, para sobrevivir y defenderse. Es la forma más perversa de deslegitimación de la ética política que le interesa a todo terrorista, en modo de que nadie pueda juzgarle en su «libertad» para asesinar; que, al cabo, como lo dice Camus, es más la libertad que se ha da a sí al escoger su forma y momento de morir.

La cuestión viene al caso, justamente, por distintas circunstancias que observo en su evolución en América Latina. Una y en primer término, la práctica del «terrorismo de Estado» puesta en marcha –así la califica la Comisión Interamericana de Derechos Humanos– por el colegiado despótico que impera en la Venezuela militarizada, tras las elecciones del 28 de julio. En ese instante cede y llega a su final la lógica de la simulación democrática, para la que se prestasen importantes actores de la llamada oposición partidaria desde cuando la inauguran los integrantes de «la galaxia rosa»: título con el que Sebastián Grundberger sintetiza al Foro de São Paulo y su Grupo de Puebla. Y la razón huelga.

Tras la lucha y la negociación perpetua por las cuotas de poder, entre el sistema de partidos democráticos y el régimen que preside Hugo Chávez y tiene por causahabiente a Nicolás Maduro, desde finales del siglo XX queda reducida a eso la actividad política, a la cuota o a la parte de la torta burocrática que se reclama. Terminó quedando de lado el país víctima, cuya orfandad se hace protuberante e hiperbólica a partir de 2018, cuando la nación se pulveriza y deja de discernir entre chavistas y antichavistas.

Vuelta diáspora hacia afuera y hacia adentro, la nación, partiendo de una clave afectiva producto de su dolor, del daño antropológico que se le ha irrogado, encuentra sobre el limen de las elecciones presidenciales a un ícono maternal y protector, el de María Corina Machado, que cede en su protagonismo y se lo entrega a la misma nación.

La derrota monumental que sufren Maduro y su régimen despótico, sobrepasándosele a sus reglas y formas electorales fraudulentas – las ensayan desde el referendo revocatorio de 2004 – ahora fija un lindero inconmovible, un imaginario social, a saber, la de la conciencia colectiva venezolana entre lo que está bien y lo que está mal, entre el mal absoluto y las normas de la decencia humana. El país ha enterrado la simulación y la doblez política con sus actas de escrutinio a la mano, eligiendo a Edmundo González Urrutia.

Pues bien, la maldad no puede sobrevivir allí donde hay luz y permanece iluminado el camino de la esperanza; de modo que el recurso al terrorismo político de nuevo busca, ni qué dudarlo, llevar a la gente a que rompa con su código secular y ético: a fines legítimos, medios legítimos y viceversa. Y es exactamente eso lo que aspira y espera la dictadura venezolana y quienes le hacen juego en búsqueda de sobrevivir mediante cuotas, a saber, igualar al conjunto dentro de su miasma: que el terror abone en el espíritu del país, para que todos a uno sólo aspiren a la solución de la violencia para darle sepultura al sufrimiento.

El dilema que atraviesan nuestras democracias en la región, sean cuales fueren sus grados de perfectibilidad, muy bajos o altos, es que no encuentran medios para frenar el desmantelamiento institucional en boga. Al término sugieren dejar en manos de las víctimas de terrorismo de Estado como en Venezuela y como suerte de secuestrados, que se liberen por sí de sus secuestradores. Entre tanto, los “cuotistas” políticos y económicos sugieren normalizar o morigerar a la maldad; si cabe, encontrar junto a ella un sincretismo de laboratorio, que no discierna moralmente y relativice al conjunto.

Así las cosas, en paralelo ahora emergen quienes, a nombre de las víctimas y ofreciéndose como sus protectores les venden tutelar sus derechos a costa de una democracia al detal – la sugerida por Rusia y por China a los occidentales – y del Estado de Derecho, lo que es una aporía. No hay libertades cuando un mesías ofrece ocuparse de nuestras libertades y ejercerlas a discreción suya y a nombre nuestro, como tampoco existe tutela o garantía efectiva de la libertad y los derechos, allí donde la víctima carece de opciones para defenderse incluso a contrapelo de su salvador o «padre bueno y fuerte». Lo que no es nuevo. Tras esa disyuntiva, los latinoamericanos dividimos a nuestras recurrentes dictaduras: entre dictaduras en serio y dictablandas.

Pero vuelvo al principio. La democracia sufre no tanto por la existencia de sus enemigos históricos o la obra malvada – que sí la es – de sus dictadores marxistas del siglo XXI. Sufre más y se hace más gravosa su fractura y agotamiento, cuando median quienes la teatralizan desde sus narcisismos políticos y digitales o que, predicando sus enemistades con el socialismo del siglo XXI, esperan verse purificados y se dan licencia hasta para acabar – a través de mayorías circunstanciales – con la justicia constitucional y la soberanía popular. Eso ocurrió en El Salvador, cuando clona la Venezuela inaugural de Chávez y está ocurriendo en el México de López Obrador y de Sheinbaum.

Y si no bastase, acaba de ocurrir lo anterior bajo la democracia ecuatoriana de Noboa, al suspenderle de su ejercicio constitucional a la vicepresidenta, elegida por el pueblo, esgrimiendo un trámite disciplinario realizado por su ministro del Trabajo. Ya Maduro lo hizo en Venezuela, cerrándole el camino a Machado y desconociendo, mediante un acto judicial, los votos de mayoría que constituyen a Edmundo González Urrutia como presidente electo. Todo muy lamentable. Incluso, así, la lucha es hasta el final y exigente, hasta que la liquidez en los comportamientos de los actores políticos sea contenida.

Asdrúbal Aguiar

correoaustral@gmail.com

 

 

Las opiniones emitidas por los artículistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de Confirmado.com.ve

Asdrubal Aguiar: Foro América Libre y el servicio a la verdad

Posted on: noviembre 10th, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

La historia de los hombres, de los pueblos y sus culturas, siempre regresa sobre sus pies y se reconcilia consigo, cada vez que redescubre el principio ordenador de la dignidad humana.

Importa saber, por lo mismo, sobre todo a la luz de nuestras maltratadas raíces judeocristianas y grecolatinas que, mientras a no pocos les avergüenzan, según decía Benedicto XVI – el lugar y el tiempo son el odre necesario e insustituible para la vida institucional y la convivencia en paz y con libertad.

Nos encontramos en una difícil encrucijada. Tras el imperativo de la gobernanza digital, en un marco contracultural sin espacios ni memoria, adánico o de limen, predominan la virtualidad, el imaginario, la instantaneidad y de suyo la doblez social y política. Es decir, manda el tiempo del no-tiempo y el del punto o la nada espacial, que es ausencia o muerte de la razón y de la misma razón de la vida humana como sucesión de acontecimientos.

Esto lo explica con sobrada lucidez José María Lasalle en 2017, a propósito de su cartografía de un totalitarismo posmoderno: Contra el populismo: “El futuro desaparece porque se ha consumado gracias a la utopía digital que decreta el tiempo real como un eterno presente, un no-tiempo que se fundamenta en una miniaturización abreviada de las experiencias humanas que nos encierran en la inanidad de todo desplazamiento al disolver el espacio como dimensión medible de nuestro ser”.

Y es que, al suponerse el fin sensible de la experiencia humana con las grandes revoluciones, la digital y la de la Inteligencia Artificial, ha sobrevenido de inevitable la desaparición de los límites asociados a aquella. Hemos dejado de habitar en lo razonable para adquirir identidades on line, en una suerte de nihilismo tecnocrático que anula las fronteras que han dividido, desde los orígenes del mundo, lo justo de lo injusto, la bondad de la maldad, la buena vida o el Buen Vivir de la vida buena.

Si desde la distancia indispensable analizamos el devenir de las Américas y de Europa occidental – observando ‘orteguianamente’ al bosque sin tropezar con sus árboles – constataremos que, tras el primer ciclo de tres décadas – 1989/2019 – durante el que se sembraran por Naciones Unidas el desencanto con la democracia y la prédica del Estado autoritario y personalista como su solución, sucesivamente, los gobernantes interesados en el declive del Occidente de las Leyes, a lo anterior le adosaron una aporía: la deconstrucción de nuestras raíces y, de suyo, prosternar toda forma de relación ciudadana institucional y de ejercicio orgánico o de mediación del poder. Así surge, al término, la propuesta de las «democracias al detal» que nos allegan Xi Jinping y Vladimir Putin en vísperas de la guerra contra Ucrania, a saber, el derecho de los pueblos a elegir con libertad el camino hacia las dictaduras.

La Justicia, los jueces, el Ministerio Público son intervenidos, por ende, como primer paso para la perturbación del lenguaje político y jurídico; la instalación a perpetuidad de regímenes de la mentira y al cabo la criminalización de la libertad. Así lo fue en Venezuela y así lo es en Colombia, en El Salvador, en México, y hasta en Estados Unidos.

Durante el fascismo, el auténtico, tal como lo refiere en ensayo memorable don Piero Calamandrei, “la mentira política” – calcada por los miembros del Foro de Sao Paulo y sus causahabientes del Grupo de Puebla – fue el instrumento y la fisiología del poder en Italia. Imperaba, como en Venezuela, “el gobierno de la indisciplina autoritaria, de la legalidad adulterada, del ilegalismo legalizado, del fraude constitucional”. Las palabras escritas sobre la ley no tienen “el significado registrado en el vocabulario”, sino otro y al arbitrio, siempre opuesto al común e inteligible.

No obstante, en los 30 años que ya siguen al COVID-19, los autoritarismos electorales del tiempo anterior, como se constata, buscan jugar fuera del sistema. La simulación constitucional y democrática, tributaria del Foro de São Paulo, llega a su final. Venezuela otra vez es el gran laboratorio, en el que al paso se mira la España de Pedro Sánchez.

El pasado 28 de julio, cuando los venezolanos – bajo las reglas de la dictadura del siglo XXI imperante – logran elegir por avalancha a un presidente opositor, a Edmundo González Urrutia, y con ello derrotar a la satrapía militarista de Maduro, la clave de esa ruptura inesperada y casi milagrosa, encarnada en María Corina Machado, fue simple: servir siempre a la verdad.

En el distante 1952, en circunstancias distintas pero agonales como la nuestra, don Eduardo Frei padre, fallecido expresidente, invocando el pensamiento de Jacques Maritain, recordaba a sus alumnos de la Universidad de Chile que un nuevo orden no surgirá sino después de que la “desobediencia”, en la que se ha encerrado nuestro tiempo antropocéntrico, haya suscitado una nueva efusión de “misericordia”. Sólo así, precisaba, será posible hacerse de una idea clara sobre la magnitud de la peripecia histórica que nos espera.

En suma, nuestros pueblos y naciones se lo tragan las guerras, el terrorismo, gobiernos coludidos con el narcotráfico, desprecios a la soberanía popular y una impunidad procaz ante los crímenes de lesa humanidad – otra vez es el caso de Venezuela – y para el Alto funcionario y para los Estados lo relevante y de futuro es debatir sobre “misoginia”.

Acaba de celebrarse, en ciudad de México, bajo los auspicios de la Fundación Konrad Adenauer y la Organización Demócrata Cristiana de América, el Foro América Libre, al que concurriera casi un centenar de organizaciones e internacionales de partidos comprometidos con la democracia liberal, en un contexto privilegiado que interpela y llama a la ingente tarea del recreo de las leyes universales de la decencia.

Se trata de una confluencia entre quienes, predicando las ideas de libertad y democracia, lo hacen sin doblez ni utilitariamente, sirviendo a su causa sin servirse de ella. Y acaso baste, por lo pronto, proponerles que, como reverso de la globalización rescaten el valor de la localidad y su memoria, garantes ciertos del ejercicio responsable de la libertad, y propendan, con vistas a la conservación de la Casa Común, a una «ecología humana» que proteja al hombre «de la destrucción de sí mismo».

 

Asdrúbal Aguiar

Asdrùbal Aguiar: La radicalidad del bien, en Machado

Posted on: noviembre 4th, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

Se nos ha vuelto difícil, no imposible, revertir la tragedia que deja de ser drama al volverse casi insoluble, y que se ceba sin discriminar sobre los venezolanos. Y no es sólo que la satrapía criminal instalada a partir de 1999 – que frisa 25 años – ejerza su maldad absoluta libre de toda contención, nutriéndose de la misma, llevándola hasta el paroxismo. A su largo han mediado asesinatos de Estado, es verdad, que reposan en el olvido tras los nuevos que preceden a la práctica de las desapariciones forzadas, verdaderos crímenes de lesa humanidad.

Hoy es Edwin Santos, por su relación con María Corina Machado. Ayer lo fue Fernando Albán, por su vínculo con Primero Justicia, o el general Baduel, por el peligro de su liderazgo dentro del régimen al que sirvió. Mas al principio, ¿no lo recordamos? quedaron a la vera Antonio López Castillo y Juan Carlos Sánchez, tras el crimen contra Danilo Anderson; el periodista Orel Zambrano y el veterinario Francisco Larrazábal, por ser testigos contra Walid Makled, de cuyos dineros se benefician civiles y altos militares. Asimismo, el gobernador de Apure, Jesús Aguilarte, una vez como el presidente Uribe descubre con las manos en la masa a los operadores militares venezolanos del narcotráfico. Le siguió la embajadora Olga Fonseca. En mi libro El problema de Venezuela (1998-2016) sobran los datos de esa putrefacción institucional, a lo largo de un ominoso y desdoroso tramo de nuestra historia bicentenaria que no llega a su final.

¿Acaso, junto a los crímenes de trascendencia mundial que conoce la Corte de La Haya, adosados a la corrupción – se desviaron US $ 300.000 millones de dólares de la renta petrolera, según confesaba el ministro chavista Giordani en 2016 – pueden reputarse de injustas las sanciones adoptadas por la comunidad internacional? ¿Es irrelevante el pacto de la satrapía venezolana con el narcotráfico, que la transforma en operadora del negocio desde 1999? Lo denunció el comandante Urdaneta Hernández y lo ratificó ese mismo año Carlos Andrés Pérez: “Ha irritado a Bogotá” y “hay núcleos de oficiales institucionalistas en desacuerdo con lo que se está haciendo”.

Nada cambia, sin embargo, ciertamente. Y razón de fondo sigue siendo la misma.

Durante el referendo de 2004 que organiza María Corina Machado, apoyada por la Coordinadora Democrática y que logra su objetivo con absoluta excelencia, fueron los partidos “de oposición” – “cascarones vacíos” los llama el mismo Pérez – los que recularon ante la victoria. Se ocultaron, temerosos. Jimmy Carter les convenció de la derrota, tanto como Putin ahora dice que Maduro venció en los comicios del 28J. Y Lula da Silva no da su paso, para reconocer a Edmundo González Urrutia.

Los algoritmos trucados de 2004 se descubrieron tardíamente. Los analizaron las revistas científicas más importantes de Occidente. Y tras el revocatorio, los mismos de ahora le pidieron al país pasar la página, seguir adelante. Luis Vicente León se encargaba de convencer al empresariado – tras él las cabezas de los “cascarones” – de convivir con Chávez, con el mal absoluto, pues era inderrotable. Ha pocas horas repite la misma escena ante el cuerpo diplomático acreditado en Caracas.

La generación de 2007 demostró con el referendo de la reforma constitucional y antes de que los señalados “cascarones” corrompiesen a alguna de sus cabezas, que era un mito la fuerza de la revolución. Las élites políticas y empresariales “de oposición democrática” miraban de lado. Son los mismos que concurrieron para fortalecer y sacar del subterráneo la candidatura del comandante Chávez en 1998, enterrando la opción democrática de Henrique Salas Römer, un “radical”, como se dice ahora de Machado.

Mientras se violan a menores de edad, se practican encarcelamientos por miles y siguen los asesinatos para acelerar el terror en los mayores y en la totalidad de la población, el régimen ha pulverizado a la soberanía nacional. Le ha irrogado un golpe de Estado. Ha hecho cesar todo fingimiento, toda la falacia política que se construyera con el Foro de Sao Paulo a partir de 1989.

Desde en un teatro neroniano de traiciones y enconos, en lo adelante fuera del “sistema”, que cuenta con la fiel audiencia de la susodicha élite opositora franquiciada por la dictadura, y mientras el narcotráfico y el lavado de dineros de la corrupción siguen haciendo de las suyas, ambos se aprestan para repetir la historia.

De manos de la “cubana” embajadora europea en Caracas, un llamado Foro Cívico que es extensión intelectual de las iniciativas que emprendiera el rector de la UCAB y una parte de Fedecámaras para frenar en seco a Machado y horadar su victoria totalizante en las primarias, ahora viaja por Europa para pedir ayuda. Demanda que se le levanten las sanciones a Maduro; que olvidemos el 28 de julio y dejemos de lado a los “radicales” (más de 80% de los venezolanos) para que haya entendimiento, entre todos, léase, entre ellos. Para que los moderados – a quienes se les ofende llamándoseles “alacranes” – puedan rehacerse de sus curules y pulperías, sobreviviendo “hasta el final”, incluso sobre un camposanto.

A esa misión de lesa traición a los venezolanos – no a Machado y tampoco al desterrado Edmundo González Urrutia, víctima del mismo tándem – poco importa, por lo visto, lo que sabe el fiscal Karim Khan, ni las violaciones de jóvenes en Mérida por sicarios del terrorismo de Estado.

Acerca de situaciones como la de Venezuela, vuelta una prisión, decía Juan Pablo II que se trataba de un mal de proporciones gigantescas, un mal que ha usado las estructuras estatales mismas para llevar a cabo su funesto cometido, un mal erigido en sistema”. Francisco calla, entretanto. Y se preguntaba aquél Santo Pontífice sobre si ¿existe un límite contra el cual se estrella esa fuerza del mal? Sí, existe, respondió. Es la fuerza de la bondad, la concretada en el deseo de la vuelta a la patria que hace realidad el 28J y encarnan la radical Machado y don Edmundo.

 

Asdrúbal Aguiar

correoaustral@gmail.com

Las opiniones emitidas por los artículistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de Confirmado.com.ve

Espacio de libertad

Posted on: octubre 28th, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

El 22 de octubre de 2023, tras la peregrinación de María Corina Machado, ocurre el redescubrimiento por cada uno de nosotros y en conjunción del verdadero sentido de nuestra venezolanidad. Mediatizado, apagado, o acaso hasta perdido una vez como nos distrajimos con el canto de sirenas del populismo a partir de 1989, nos volvimos diáspora una década más tarde. “Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa e hijos”, reza Homero.

Al igual que le ocurriese a Odiseo, mientras unos alcanzaban a taparse los oídos, otros las escucharon: los amarrados a sus orígenes salvándose, los desprevenidos y los menos –la logia, los alacranes, los marqueses de Casa León– se dejaron cautivar por el sonoro canto del mal absoluto. Al cabo, el regreso a Ítaca lo logra el grande Ulises.

La mayoría de los venezolanos ya hemos iniciado nuestro reencuentro en nación. Es el milagro de las primarias, que adquiere su plenitud el 28 de julio anterior.

Dije y sostuve una vez cómo el ostracismo se engulle a casi 8 millones de nuestros compatriotas, que disuelta la nación no había república posible. Aquella, como aporía, nace dentro de la república militar y adquiere su madurez en la república civil, alcanzada nuestra modernidad. El talante propio los venezolanos, más allá de los partidos y distantes de los cuarteles, “nos acostumbró a vivir en libertad”; pero las sirenas…

Y me decía un diplomático extranjero que era sueño querer rehacer a la nación y lo posible e inmediato era trabajar con la república, incluso seca de carnes y sin alma, de manos de los oficiantes de la política, para que Venezuela pudiese salir de su marasmo. Le bastaba a su gobierno la simulación republicana y democrática nuestra. Los diálogos fallidos, tras mendrugos a discreción y en espacios en los que la traición se hizo generosa, fueron su testimonio. Los enterró la inédita experiencia llevada a cabo por María Corina.

Con ella ocurre un quiebre en la hora de mayor orfandad y vejamen que hayan sufrido el conjunto de mis compatriotas, los de afuera y los de adentro. Enhorabuena, llegó una palabra de mujer, mujer como el nombre que nos identifica, Venezuela, que se nos aproxima con la sensibilidad de la madre en medio del encono entre los hijos buenos y los malos; que para ella todos son sus hijos. Nos dijo que la nación sólo existe y se salva por sí sola en el camino del reencuentro, de la vuelta a la patria y ganados, además, por aquello que se propuso Rómulo Betancourt en 1959 y lo olvidamos a partir de 1989: purgar entre nosotros la “saña cainita” de herencia hispana que nos acompaña desde las guerras de Independencia, caída la Primera República y agotada la experiencia deliberativa que se inicia en 1830 y concluye con la Guerra Federal.

Machado dio en la clave. Se miró y miró a los ojos de las víctimas de la deconstrucción sufrida por el país, a manos de quienes confiscaron el poder y los partidos, mientras se observaban de reojo y entre sí y para prorrogarse en el poder a costa de la gente. Transigían cuotas y negociaban sanciones fingiendo tolerancia, a nombre de una democracia cuyos contenidos fueron vaciados por la Constituyente de 1999.

Optó aquella por redimir sin usarlo al venezolano común, sin explotarlo, señalándole, sí, el camino para el reencuentro de todos en los espacios plurales de la libertad. Advirtiéndonos que, todos, hemos de transitarlo sin espíritu adánico, regresando sobre lo que somos, seres libres, abandonado de tanto en tanto como en el mito de Sísifo. Cada uno ha de hacer su parte, su propia tarea en libertad y con libertad. Luego, sumadas, armarán como lo están haciendo el rompecabezas de la libertad; sin pausa ni aventuras, a lo largo de un proceso difícil y sin escalas y sin fecha de prescripción, incluido el 10 de enero de 2025. Nadie hará por nosotros lo que a nosotros nos corresponde hacer.

Ese fue el ensayo exitoso al lado de María Corina Machado, organizado y hecho realidad por la propia gente: cada familia o grupo de personas en toda la geografía, la propia o la extraña, sin caudillos que la empujasen. De tal modo, el sentido y el valor del ejercicio de la libertad personal, que es intransferible, al término adquirió su sentido y no de modo previo, como presuponiéndose que el bien común es algo preestablecido por alguien y de forma apriorística.

Tal experiencia la vivió cada testigo electoral, cada soldado de la patria, al tomar en sus manos la responsabilidad de salvaguardar las actas electorales y su resultado del día 28J: la elección de Edmundo González Urrutia. La nación que es la verdadera soberana se hizo patente con su acto de voto, de elección y de decisión consciente, derrotando a la dictadura y a sus reglas. La habrá de acatar la república, una vez desalojada de sus invasores.

Cada venezolano, al momento escribir o de hablar, o de aportar nuestra cuota de trabajo en el rearme final de aquello que veíamos muy lejos y se nos distanciaba como aspiración –que tomaría mucho tiempo, lo dije en mi discurso de ingreso a la Academia de Mérida: La conciencia de nación (2022)– hemos de poner sobre nuestras puertas o solapas, un letrero o emblema que nos muestre a cada uno como “espacio de libertad”, como lugar abierto y para el hacer con el tiempo, hasta el final.

Si sumamos los “espacios de libertad” reconquistados individualmente y luego de la experiencia electoral colectiva; y si apartamos a la vera los odios de Caín, podremos decir que Venezuela ya es libre. Está allí donde estamos sus hijos, bregando, en nuestros espacios de libertad. Muy pocos son, apenas un cartel de sátrapas, quienes medran bajo una república que es obra de sus delirios y cuyos símbolos han destruido. Venezuela no está en el Palacio de Miraflores.

 

Asdrúbal Aguiar

asdrubalaguiar@gmail.com

 

La antihistoria militar

Posted on: octubre 21st, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

“La España fue soldado”, lo narra Lino Duarte Level. Y le tocó serlo con el arma al hombro y la espada desenvainada, para resolver sobre las invasiones padecidas o su expansión hacia el mundo. Ese espíritu lo trasladó al venezolano, que aprendió pronto el manejo del fusil y las reglas de la estrategia. Y así formamos nuestro primer cuerpo de batallones llamado La Guardia, y entre estos, en primera fila, Rifles, integrado por alemanes, ingleses y venezolanos. Los primeros aclimataron sus costumbres a las nuestras, no a la inversa: el espíritu aguerrido, osado, resistente en el combate a la vez que “desordenado, levantisco, tormentoso” como esencia de nuestro carácter nacional.

Pero esa es historia genética, que no doblegó a la otra que es par y obra de una maceración civil de la que da cuenta don Andrés Bello hacia 1810; sin que se abrogue aquella tesis de que es mas fácil militarizar a un civil que hacer lo contrario en Venezuela.

Lo que sí es tesis falsa construida por nuestra ilustración de comienzos del siglo XX es la de la fatalidad del gendarme. Es la tesis elaborada por los civiles positivistas tras el fracaso de la Revolución Libertadora, que aspiraba ponerle fin al régimen autocrático militarista que borraba para la memoria la nutriente liberal que nos legaron nuestros padres fundadores civiles de 1811, en su mayoría egresados de la Real y Pontificia Universidad de Caracas. Y es que España, cabe decirlo sin complejos y con serena gratitud, llenó de universidades al territorio de las Américas que descubriese. Nos allegó la tradición cultural judeocristiana y grecolatina que ensambla al conjunto de Occidente.

Decir lo anterior no es herejía. Lo demuestra el fenómeno de las migraciones – los venezolanos frisamos casi 8 millones de almas hoy en diáspora – y nos venimos integrando a las naciones que nos receptan. Julio María Sanguinetti, expresidente uruguayo, por lo demás, subraya que “en las Américas no hay pueblos originarios como se dice y repite. Llegaron desde Corea por Alaska nuestros indígenas”. A las migraciones se las distorsiona y politiza en el ahora, en efecto, para condenar las del pasado reescribiendo sus historias, mientras se exacerban las actuales por quienes, empeñados en la deconstrucción de nuestras culturas, nos segmentan. Nos inoculan el virus del adanismo, volviéndonos amnésicos, para facilitar las nuevas formas de despotismo populista, incluidos el criminal y el digital.

Pero vuelvo a la esencia. Más allá del debate civilización y barbarie que reseñan las obras de Gallegos entre nosotros y la de Sarmiento en Argentina, las murallas, como la China o el limen de los romanos, buscaban frenar las invasiones mediante obstáculos físicos y acciones militares que pudiesen sostener a las primeras. Mas Venezuela vive en una aporía antihistórica.

Desaparecido el Ejército de Libertades al ceder su espíritu original, la defensa de su genuina cosmovisión libertaria que a la sazón expandió, sobrevino una logia – queda a salvo la tropa que ha vuento, intuitivamente, a su ser originario, el pasado 28 de julio – servidora de sus invasores extranjeros y como procónsul cubana.

Lo que es todavía más trágico, que desdibuja a nuestra historia patria militar, no las comanda ni un Bolívar y tampoco un Páez, ni siquiera un chopos e’piedra que adquirió su rango militar comiendo tierra y sufriendo bajas a lo largo del siglo XIX e inicios del siglo XX, como mis bisabuelos, hasta cuando se forman los primeros oficiales de academia: Isaías Medina Angarita, Marcos Pérez Jiménez.

En ese sincretismo secular y patrio – acaso y repito, entre civilización y barbarie, entre el hombre de levita y el de casaca, entre el gendarme necesario o César democrático– descrito por Vallenilla Lanz en copia de Jordeuil, Du césarisme en France, 1871 – y el civil liberal e ilustrado, desaparecido este y también el “padre bueno y fuerte” medramos bajo una simulación militar.

El comandante en jefe, el gobernante civil que acepta nuestra tradición jurídica y al que se subordinan los mismos héroes de la Independencia, esta vez es un ajeno al que se le disfraza de militar sin rendir un amago de batalla. Nace de una “ley constitucional” espuria e inconstitucional, mientras sus “subalternos”, en línea de mando, reprimen a los hijos del mismo Bolívar y a los de José María Vargas, nuestro rector magnífico, que opone ante valiente al hombre de justicia.

Medina Angarita abandonó el poder para evitar se derramase una gota de sangre venezolana en su defensa. Pérez Jiménez hizo otro tanto – se dice que cuidando su pescuezo – una vez como supo que, para quedarse, tendría que masacrar a las jóvenes generaciones de la Casa de los Sueños Azules. Tomó las de Villadiego y abordó la Vaca Sagrada, y las Fuerzas Armadas facilitaron el camino hacia la democracia civil y de partidos, sumándose al proceso modernizador venezolano. Para lo sucesivo, se volvieron las garantes de la auténtica soberanía popular. Renunciaron a servir a parcialidades y a dictadores.

El maestro Edgar Sanabria, expresidente de la Junta de Gobierno de 1958, cuya amistad conservo como activo memorioso, al trasmitir su mando a la democracia dejó palabras que aleccionan y muestran en carnes la desviación que nos acongoja: “Se había hecho ya rutina histórica que el caudillo vencedor de una revolución se convirtiera de hecho, en el nuevo autócrata… El contralmirante Wolfgang Larrazábal se separó voluntariamente de su elevado cargo. Por primera vez en nuestra historia, él, cabeza de un movimiento victorioso, entró a competir, sin ventajas ni privilegios, en una justa electoral en la que el árbitro iba a ser directamente el pueblo de Venezuela”. Perdió y respetó la soberanía popular

Y Sanabria ajusta lo que vio y vivió y resolvió como presidente transitorio: “Hallamos un ejército receloso de los civiles y expuesto a la discordia interna”. “Comenzamos a eliminar la desconfianza absurda por culpa de la cual se miraban como adversarios el civil lleno de presagios y el militar inficionado de prejuicios”. Larrazábal, enhorabuena, había marcado el paso.

Asdrúbal Aguiar

correoaustral@gmail.com

 

El contraalmirante Wolfgang Larrazábal, hasta entonces comandante de la Armada, reemplazó a Pérez Jiménez en la presidencia temporalmente.

El contralmirante Wolfgang Larrazábal (centro)

El derecho a no emigrar y el 28J

Posted on: octubre 14th, 2024 by Super Confirmado No Comments

Así como el 23 de enero de 1958 nos dejó su espíritu y a partir de este los venezolanos accedimos a la modernidad –moríamos a los 53 años promedio y nos elevamos a los 73, en los que se nos congela luego–, el 28 de julio de 2024 trajo otro espíritu, inédito. Ha sembrado un desafío, ajeno para los narcisos de la política.

La decisión electoral que derrotó a la satrapía invasora instalada en Caracas contiene un mandato irrenunciable. Es un símbolo movilizador de voluntades. No cederá para lo sucesivo, pues hace relación con la reconstrucción de la nación. ¡Y es que sin esta la república y sus gobiernos son un remedo, y la gobernanza es irrealizable!

Ese mandato no lo ha detenido el terrorismo de Estado practicado desde antes y profundizado hasta los límites del mal absoluto, luego del siguiente día a las elecciones presidenciales del 28J, cuando se torturan a niños y violan a jóvenes para sostener al colegiado que encabeza Nicolás Maduro Moros.

Apalancado sobre la reunión de los venezolanos que sufren el dolor de la dispersión, vueltos diáspora en su conjunto, tal mandato resume un propósito histórico inédito. Marca un quiebre epocal, que no se agotará el venidero 10 de enero de 2025, sea cual fuere su desenlace.

Decía Mariano Picón Salas, en su Comprensión de Venezuela, que tras cada sufrimiento padecido por los venezolanos instintivamente volvíamos al pasado para invocar al Padre de la Patria y su protección. ¡Oh sorpresa! El común de los venezolanos – salvo los cortesanos de Palacio – deja atrás el pasado de oprobio y destrucción y ahora mira hacia el porvenir, de mano propia. Reclama la vuelta a la patria, como obra de la constancia. Y patria, lo decía uno de nuestros próceres civiles, Miguel J. Sanz, es saber ser libres como debemos serlo. Pero es, asimismo, respetar a nuestros mayores y a la tierra, tal como consignan las Siete Partidas de Alfonso El Sabio. Es este el único programa de gobierno y de unidad posible y realizable.

“Madre, voy a partir; mas parto en calma / Y sin decirte adiós, que eternamente/ me habrás de acompañar en esta vida / Tú has muerto para el mundo indiferente, / mas nunca morirás, madre del alma, / para el hijo infeliz que no te olvida”, rezaba Juan Antonio Pérez Bonalde en 1876. Su poema es la síntesis acabada de nuestro drama. Le da cauce al ostracismo que padecemos todos; eso sí, mientras sostengamos vivo el eco de nuestra madre, Venezuela. A ella la representa, en el imaginario, sin buscar sustituirla y honrándola al mostrarse como una mujer guía, servidora y madre sustituta, que sabe serlo para los de adentro y para los de afuera, María Corina Machado.

Si la brega de la nación tuviese como límite intelectual el 10 de enero y una toma de posesión, la de Edmundo González Urrutia, por la que al cabo habremos de luchar solos como siempre, o acompañados por el “mundo indiferente”, otra vez perderíamos el rumbo. Venezuela se nos alejaría más allá del tiempo y el tiempo enterraría nuestra “Vuelta a la Patria”.

Limitarnos a lo temporal e inmediato sería tanto como darle mayor significación a dicho hito que al vejamen recién irrogado al símbolo de Caracas, a su Ávila majestuoso, por los alabarderos del terrorismo palestino. En esa cadena de montañas, a través de las que caminaran los indígenas venidos desde Margarita y conducidos por la madre de Francisco Fajardo para encontrarse con sus parientes, antes de que se fundase la villa de San Francisco, aquellos han izado su bandera invasora.

Ayer, no más, en la cima del “cerro Ávila” – al que le canta la posteridad con la letra de Ilan Chester: “Voy de Petare rumbo a la Pastora / contemplando la montaña que decora mi ciudad”, fue arriado el tricolor del “hijo de la panadera”, nuestro Precursor, don Francisco de Miranda. Se escupió la memoria de Alonso Andrea de Ledesma.

La vuelta a la patria madre es, pues, el hilo conductor que al igual que a Ulises nos permitirá alcanzar como este a nuestra Ítaca, conjurando los cantos de sirena. Y es que está a la orden del día y como problema global que casi se nos sobrepone, el de las guerras en las puertas que nos separan del Oriente y las situaciones humanitarias e impostergables a resolver de los migrantes, a los que se suman los 8 millones de almas nuestras; que inciden gravosamente y de conjunto sobre las realidades económicas, sociales y políticas, sobre todo culturales y religiosas en los países de acogida.

Ciertamente que las migraciones y las murallas, como la muralla de los chinos o el limen de los romanos, vienen desde tiempos primitivos, distantes. El expresidente Sanguinetti recordaba, hace poco, que en las Américas no hay pueblos originarios, pues llegaron desde Corea por Alaska nuestros llamados indígenas y en el presente, a esas migraciones hoy se las distorsiona, politizándolas.

Pero la exigencia venezolana, que a buen seguro es la misma que se están haciendo los ucranianos víctimas de la guerra de agresión rusa, responde a su ser y existencia; es, como hemos de creerlo para no perdernos en el camino, la de luchar por nuestro derecho a no emigrar, a volver a la patria.

 

Cuidémonos, sí, de que tras la liquidez moderna y la experiencia sin límites que proponen las grandes revoluciones posmodernas, la digital y la de la inteligencia artificial, median inevitables tendencias hacia la deslocalización y a dar por muerto al tiempo. Todo es virtual e instantáneo en el siglo XXI. Mas sólo la patria, repito, procura cultura raizal y en ella anidan los afectos que nos curarán contra la enfermedad del adanismo. Es la única que nos dota de valor agregado y nos permite, al salir de nuestras fronteras, participar con talante propio del sincretismo intercultural que le da vida y cimientos a toda civilización como la nuestra, la del Occidente amenazado.

 

Asdrúbal Aguiar

asdrubalaguiar@gmail.com  

Guterres y la indigencia del mundo

Posted on: octubre 10th, 2024 by Super Confirmado No Comments

La retardada condena por António Guterres, secretario de la ONU, del acto de agresión – más de 200 misiles balísticos – de Irán contra Israel ante un Consejo de Seguridad abúlico y sin efectiva reacción, fija – no exagero – la agonía del sistema universal nacido en 1945 sobre la tragedia del Holocausto. Ni siquiera sirve como medicatura forense del planeta.

Algo parecido ocurrió con la antigua Sociedad de Naciones luego de la Primera Gran Guerra en el siglo XX, por la misma razón que ahora signa el agotamiento, por desviación, de Naciones Unidas. Esta y aquella decidieron conjugar sus asuntos con fundamento en el cinismo soberano de los Estados y sus gobernantes. La ONU, por lo demás, a partir de los años ’60 del pasado siglo puso de lado su principio cardinal pro homine et libertatis.

¡Y es que olvidar los campos de concentración y usar a la mentira como fisiología del poder, viene facilitando la vuelta al pasado de los gobiernos del siglo XXI! Se trata de leviatanes transformados en cárceles de impunidad, en los que se criminaliza a la política y se violan sistemáticamente los derechos humanos. Mal son capaces para resolver, por sí solos, los problemas acuciantes de una globalización a la deriva y sin gobernanza.

Solo así logra entenderse que el respeto a la dignidad de la persona humana y su fuerza normativa, como base y garantía de la paz y la seguridad internacionales, haya quedado como tema relegado, del que han de ocuparse – con retardos gravosos y alcabalas ideológicas – órganos de protección y tutela, como el Consejo de Derechos Humanos. Y, para colmo, de este hacía parte Rusia – casi que se salva de su exclusión mediante votos por la Asamblea General – cuando agrede al pueblo ucraniano, ejecutando crímenes de guerra y lesa humanidad.

El 68% de los Estados que se ocupan, desde Ginebra, de vigilar los principios de la Carta de San Francisco relacionados con la primacía de la dignidad de la persona humana, al cabo no son democráticos.

Que Nicolás Maduro Moros, en Venezuela, anuncie un baño de sangre de perder las elecciones como en efecto ocurre el 28J – y que, luego, despliegue prácticas de terrorismo de Estado según lo verifica la Comisión Interamericana de Derecho Humanos – y que, la comunidad internacional se limite a demandarle repetidamente que “muestre las actas” de esas elecciones que confiscó y se robó es un descaro. ¿O es que el mismo silencio de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional, mediando informes suficientes de las misiones independientes de la ONU sobre la ejecución de crímenes de lesa humanidad por la cadena de mando militar y policial que depende de Maduro Moros, no es prueba cabal de la rendición de la ONU ante el mal absoluto, o de su colusión?

De modo que, la guerra en las puertas que comunican al Occidente de las leyes con el Oriente de las luces – sea en Ucrania o en el Medio Oriente – o la desvalorización de la democracia, transformada en democracias al detal y al capricho de cada nicho de impunidad estatal y de su mandón de turno como se lo han pedido los rusos y los chinos a Occidente, tiene su origen – lo explica con lucidez José Rodríguez Iturbe, monumental pensador y filósofo venezolano y autor de El sueño de la razón (2024) – en un quiebre antropológico: “Con el hombre prometeico, la modernidad se propuso expulsar a Dios – lo hizo Nietzsche – de la existencia humana”. Y cabe decir que, más allá de lo confesional, así se ha proscrito todo límite en el comportamiento humano. “La posmodernidad, con su escepticismo y nihilismo, se propuso someter lo humano a un proceso de despersonalización” y “ello ha producido el vacío de la razón moral y el empobrecimiento de la razón política hasta los linderos de la indigencia”, refiere el autor.

En mi precedente columna, que he de releerla esta vez y a propósito del ataque iraní contra el pueblo judío, mientras al mundo se lo tragan las guerras, el terrorismo, los gobiernos dedicados al narcotráfico, el desprecio a la soberanía popular, o la impunidad procaz de los crímenes de lesa humanidad, para Guterres lo relevante es que renazca el sistema multilateral universal a partir de su recientemente adoptado Pacto para el Futuro, por incapaz de domeñar al presente. Entre tanto, sobre los cementerios que se expanden ante sus ojos, desde Nueva York le propone a los Estados debatir sobre “misoginia” o acerca de los “derechos reproductivos de las mujeres”, o cómo darnos una “nueva arquitectura financiera internacional”.

La Humanidad, por lo visto, medra huérfana. Mas, como lo viene demostrando la ejemplaridad de los venezolanos regados en diáspora hacia adentro y hacia afuera de su patria chica, con casi 8.000.000 de migrantes, a partir de la solidaridad en el dolor se hacen resilientes; y, al derrotar tras el ícono de María Corina Machado al tirano de Caracas, más que reivindicar el derecho político a elegir y a ser elegido, con el valor y la fuerza de la soberanía de lo humano defiende y hace mandato, esta vez, el derecho a no emigrar.

“Un día vendrá – y aquí pongo mi esperanza en las generaciones jóvenes – en que esta gran patria, que es el mundo, volverá a encontrar en buena medida el verdadero fin para el cual ha sido creada, y en que una nueva civilización dará a los hombres, no desde luego la felicidad perfecta, pero sí un estatuto más digno de ellos y que los hará más felices sobre la tierra”, escribe Jacques Maritain hace medio siglo, cuando se inicia el calvario de la ONU. Desde entonces, la propia Unesco, que le convoca para trabajar sobre la Declaración Universal de Derechos Humanos, en su Constitución, aprobada en Londres al apenas concluir la guerra, recordaba “que una paz fundada exclusivamente en acuerdos políticos y económicos entre gobiernos no podría obtener el apoyo unánime, sincero y perdurable de los pueblos”.

 

Asdrúbal Aguiar

correoaustral@gmail.com

La razón democrática y el dominio de lo digital

Posted on: octubre 7th, 2024 by Super Confirmado No Comments
Distintos libros se han escrito y no pocas reuniones se celebran acerca de la llamada democracia digital, en suerte de aporía pendiente de ser resuelta y que compromete cuestiones antropológicas y normativas de un hondo calado. Algunos la usan con liberalidad para referirse a la comunicación política en la Era de la hipermediación, a la Ciudadanía 3D, a la democracia electrónica o la democracia digital deliberativa, o intentar explicar con ella las nuevas tecnologías de representación mientras otros, más cautos, una vez como abordan la cuestión del Internet a fin de auscultar el futuro de la democracia la sitúan con mejor pertinencia: Democracy in The Digital Age o Defending Democracy in a Digital World
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Stefano Consonni, en artículo “Che cos’è la democracia digitale” y al tratar sobre la cuestión en 2019 parte para su análisis de una cita que a mi juicio aclara el verdadero panorama tras el rótulo incitador y de moda mencionado: “Sukkind no tiene dudas al sostener que el futuro de la política estará en la regulación de sus relaciones con la tecnología”. Por lo que, de entrada y a mi juicio, adquiere pertinencia el lúcido ensayo de César Cansino sobre La muerte de la ciencia política (2008): “Desconectada de la vida social y cultural de los pueblos, colonizada por métodos propios de otras disciplinas, ahogada por el dato duro y encorsetada por la hiper especialización, agoniza”. De donde cabe preguntar si ¿estará pasando lo mismo con la democracia, al calificársela de digital?
Lo que sí cabe subrayar es que, al hablarse de la política, a saber, de la justificación de lo que debería o no hacer el Estado moderno declinante o sobre el uso del poder y acerca de las decisiones en cuanto a su configuración desde la perspectiva de una gobernanza digital en curso de afirmación, en modo alguno resultaría criticable que se la subsuma o rotule como «política digital». Empero, al hablarse de la democracia se ha de tener mayor prudencia.La democracia es una forma de vida y un estado del espíritu, no se reduce al simple proceso electoral o decisional tal como lo advierte Norberto Bobbio (1981), al precisar que “la libre determinación de la voluntad individual (se entiende por “libre determinación” aquella que se toma frente a diversas alternativas, a través de la ponderación de los argumentos a favor y en contra, y no en las situaciones sin alternativa, y en todo caso no por miedo a consecuencias graves para la persona o sus bienes) requiere como supuestos una serie de condiciones preliminares favorables (reconocimiento y garantía de los derechos de libertad, pluralidad en las tendencias políticas, libre competencia entre ellas, libertad de propaganda, voto secreto, etc.) que anteceden a la emisión del voto y también, en consecuencia, al funcionamiento de la regla de mayoría, que es pura y simplemente una regla para el recuento de votos”. Ella, la democracia, ciertamente incide sobre lo que ha de hacer o no el Estado y sobre las formas para la adopción de decisiones legítimas acerca del poder y su disposición, pero en el caso no es, por lo antes dicho, adjetivable o sujetable a parámetros tecnológicos.

No es fácil definir la democracia digital, según Consonni, pues la democracia implica, en efecto, “un conjunto de prácticas, estructuras, instituciones, movimientos”. Aun así, al cabo no se arredra y lanza su aventurada conclusión: Es la “práctica de la democracia a través de la utilización de instrumentos y tecnologías digitales con la finalidad de expandir e intensificar la participación democrática”.

 

Nadie duda, cabe admitirlo, sobre la capacidad de relacionamiento intensivo y extensivo que entre las gentes ocurre desde el instante mismo en el que toman cuerpo dominante las grandes revoluciones tecnotrónicas posmodernas, en lo particular a partir de 1989, sobre todo con el énfasis que adquieren treinta años más tarde, desde 2019, a raíz de la pandemia universal del COVID. Me refiero a las revoluciones digital y de la inteligencia artificial (IA).

 

Pero acudiendo al otro Susskind, no al Jaime del articulista mencionado, cabe reparar en algo que a aquél bien le inquieta y me facilita formular otra pregunta o hipótesis de trabajar a partir de una definición de la NASA, útil para comprender a cabalidad el sentido de la aporía señalada: ¿Podremos escapar – el poder y la democracia – del agujero negro, de cuya fuerza gravitatoria tan fuerte y superior a la velocidad de la luz tampoco escapa siquiera la propia luz?

 

La controversia científica sobre las leyes últimas de la naturaleza, a tenor de Leonard Susskind, autor de La guerra de los agujeros negros (2009), refiere que desde Einstein la relación espacio-tiempo se ha hecho flexible; no obstante lo cual Stephen Hawking imagina, en 1976, que los agujeros negros eran “las trampas definitivas” en las que, lanzados dentro de éstas un trozo de información, un libro, incluso un ordenador, los perdería para siempre el mundo exterior y de manera irrecuperable. Por lo que, “la ley de la Naturaleza más básica – la conservación de la información, base del conocimiento humano racional y de toda elección informada – estaba en serio peligro”.

 

in contrapartida ni contrapesos – como lo serían las «lugarizaciones», tras el restablecimiento de una sana conciencia de nación en Occidente – en la Ítaca posmoderna la globalización digital busca cerrar su círculo con personas-datos, sujetos-usuarios, no-cosas, disponibles por los algoritmos. No hay constancia, entre tanto, del advenimiento de otra hegemonía cultural sucesora de la hasta ahora existente y que declina, como lo predican los gramscianos del progresismo globalista, salvo sus fuegos artificiales que abruman sin que afecten el claro dominio expansivo de la gobernanza digital y unas élites globales sin rostro. Hasta los mercados competitivos de la economía se muestran como antiguallas y desaparecen, por efecto de las emergentes Tecnologías de Eliminación (TdE) dentro de ese novedoso capitalismo de vigilancia descrito por la socióloga Shoshana Zuboff.

 

Asdrúbal Aguiar

correoaustral@gmail.com

La ONU en el abismo

Posted on: septiembre 30th, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

Los Estados y sus gobiernos, en Occidente, se han vuelto cascarones y franquicias. Son incapaces de resolver por sí solos los problemas agonales que plantea el siglo XXI. Y lo mismo ocurre con sus organizaciones multilaterales, forjadas a lo largo de la modernidad y cuyo talante adquieren en 1945 al establecerse un orden en el que la dignidad de la persona humana podría realizarse, y del que al cabo aún depende la paz y la seguridad internacionales. Sin el respeto a la libertad y los derechos fundamentales, como lo demostrara el modelo de la Sociedad de Naciones construida tras la Primera Guerra Mundial, el flagelo de la violencia y sus totalitarismos criminales quedan a la orden del día. De allí la ejemplaridad del Holocausto, un paradigma permanente luego preterido a partir de los años sesenta, cuando la ONU opta por caminar hacia el precipicio y perder su memoria.

Estas y aquellos medran y viven hoy en el sopor, aletargados, en su mayoría secuestrados por gobiernos no democráticos que estiman de irrelevante la convivencia civilizada entre las naciones. ¡Y es que dejaron de conjugar pro homine et libertatis para volver al pasado, al culto del Leviatán! El principio de la soberanía absoluta del gobernante de turno y su derecho a que los otros no se inmiscuyan en sus cuestiones domésticas, de nuevo se hace regla. Cada uno y cada cual desea sobrevivir en medio de la liquidez, sin apercibirse de que al fracturarse el dique común de la civilización compartida no uno sino todos se ahogan.

Naciones Unidas, para justificarse argüía que la democracia no era mencionada como tal y expresamente en sus documentos fundacionales, pues la mayoría de los Estados –al igual que ahora, cuando sólo se cuentan 24 países con plenitud democrática de sus 193 miembros– en efecto no eran democráticos. A raíz de la caída del Muro en 1989, luego de la emergencia de las «democracias nuevas» en Europa Oriental, cuando menos la propaganda mediática vocifera que ella, la ONU, es la organización global que mejor la defiende, pues “la democracia proporciona un entorno … en el que se ejerce la voluntad libremente expresada de las personas”.

Sea lo que fuere, he celebrado que el secretario de la ONU, António Guterres, al inaugurar el pasado 22 de septiembre La Cumbre del Futuro admitiese que busca “recuperar el multilateralismo del abismo” y aceptase que “nuestro mundo se está descarrillando”. “Que necesitamos decisiones difíciles para volver a encarrilarnos”, dado que los conflictos se multiplican. Es un primer paso. Tan esencial como el que da el que busca curarse de su adicción a las drogas y admite que es un adicto.

Lo grave es que en el documento que habrían aprobado por consenso todos los jefes de Estado –ausentes de la Cumbre, rechazado por el gobernante argentino, adoptado con el mazazo de su presidente a pesar de que minutos antes hubo una diatriba entre África y Rusia con abstenciones y sin apoyos totales, viéndose obligado Guterres a tener a mano tres discursos distintos– para poner a tono a la ONU como la organización global que aspira ser, apenas se menciona a la democracia en 5 oportunidades. Y se lo hace para señalar la característica esperada de sus órganos, como el Consejo de Seguridad. En pocas palabras, los gobernantes, en su mayoría dictadores o déspotas primitivos y hasta criminales, reclaman la democracia para ellos, que no para sus pueblos.

“Proteger la integridad de los procesos democráticos” –se entiende que son los electorales– cuidando “el respeto en el espacio digital”, enhorabuena lo propone el Pacto para el Futuro; pero sólo acicateado por la denunciada interferencia rusa en las elecciones norteamericanas: ¿Y qué pasa con Maduro, quien inventa que desde Macedonia se interfirieron las elecciones venezolanas para así poder confiscar sus resultados y ocultar la data que evidencia su palmaria derrota? Su gobierno ha votado por el Pacto de marras, que redobla al plan progresista de Desarrollo Sostenible 2030 de la ONU, en el que brillan por su ausencia y de modo conveniente la democracia y el Estado de Derecho.

El Pacto sí habla unas 6 veces del Estado de Derecho, destacando su importancia en el plano nacional y para la lucha contra el terrorismo, es verdad. Pero la aporía hace de las suyas. Según el documento adoptado se luchará desde la ONU contra el terrorismo, desde un enfoque “pansocial” y “pangubernamental”. ¿Con qué se come eso? ¿Se le tamiza con lo del «pan»? ¿Se sugiere, por ende, un inaceptable diálogo con el mal absoluto hasta lograr consensos, sincretismos de laboratorio? ¿Dónde quedan, entonces, los valores de la ONU y la consecuencia modeladora de los principios de Núremberg?

En suma, en un mundo al que se lo tragan las guerras, el terrorismo, los gobiernos dedicados al narcotráfico, el desprecio a la soberanía popular, o la impunidad procaz de los crímenes de lesa humanidad ante la abulia de la Corte de La Haya – volvemos a la Venezuela de Maduro – para el Alto funcionario lo relevante es debatir sobre “misoginia” o “derechos reproductivos de las mujeres” o acerca de cómo darnos una “nueva arquitectura financiera internacional”.

“La gente nunca se pone de acuerdo sobre el pasado”, sostiene el líder de Naciones Unidas. Mas lo cierto es que no habrá futuro sin domeñar al presente y sin memoria de nuestras raíces. Y demanda Guterres que pongamos los “mejores intereses” de la humanidad “al frente y al centro de las nuevas tecnologías”, léase, de la gobernanza digital global. Por lo que no huelga preguntarle: ¿Cuáles intereses y quiénes los determinan? ¿Las dictaduras mayoritarias dentro de la ONU? ¿Y por qué no proclamar que la humanidad a secas – el criterio de lo humano – es la que ha de estar en el centro y por encima, como eje ordenador de la razón técnica y de la ecología?

Asdrúbal Aguiar

correoaustral@gmail.com 

 

 

El mal absoluto, ni dialogable ni negociable

Posted on: septiembre 23rd, 2024 by Super Confirmado No Comments

El más reciente informe de la Misión Independiente de la ONU sobre los crímenes de lesa humanidad ocurridos en Venezuela, cuya línea de mando encabeza Nicolás Maduro Moros y para los que ha obrado una colusión en cadena entre los titulares de los poderes públicos, es desgarrador. ¡Clama al cielo! Hace inaceptable cualquier forma de normalización, pues media el mal absoluto, a saber, “la transformación obligada de la naturaleza humana de manera que lo esencial para vivir una vida humana queda aniquilada”.  Sus líderes y cooperadores, tal como lo reseña la obra colectiva Del mal radical a la banalidad del mal (2012), ven a “los seres humanos superfluos”.

De allí que, ante ese informe, que sigue y se acumula a los adoptados durante los años 2020 a 2023 y como descripción renovada de los círculos del infierno descritos por el Dante, cabe, la consideración de un testigo de excepción, el último Papa, Benedicto XVI, quien de visita a los campos de concentración e inclinándose desde su interior ante las víctimas que allí sufrieron y murieron, rezaba en 2006 lo siguiente: “En un lugar como este se queda uno sin palabras; en el fondo sólo se puede guardar un silencio de estupor, un silencio que es un grito interior dirigido a Dios: Señor, ¿por qué callaste? ¿Por qué toleraste todo esto?”.

¿Qué dicen o que deben decir sin callar, es lo que me pregunto y provoca una honda desazón, quienes aún creen que se puede aminorar o atenuar a ese mal absoluto radicado en Venezuela, o los que han sido y son funcionales o han cohabitado y aún cohabitan con sus responsables para no enojarlos y hasta usufructuarlos?

A propósito de los eventos previos y posteriores a la elección del 28 de julio, de conjunto los ha calificado la CIDH como expresiones de “terrorismo de Estado”. La ONU es más precisa y trágicamente elocuente: “Desde octubre de 2023 se reactivó la maquinaria represiva del Estado y se intensificó su funcionamiento en anticipación al proceso electoral… se tornó masiva e indiscriminada y se dirigió contra cualquier persona que expresó su rechazo a los resultados electorales”. “Esto generó un clima de terror generalizado en la población”, añade el informe antes de observar –en una suerte de regreso imaginario a la Alemania nazi– que “las viviendas de familias percibidas como opositoras o críticas fueron marcadas con una X”.

Sin tapujos ni tamizaciones señalan los investigadores de la ONU que “(Edmundo) González –el opositor a quien la soberanía le ha hecho entrega de un mandato irrenunciable, obviamente desconocido por sus represores– “se vio forzado a exiliarse en España por la persecución de la que fue objeto”. Y nada distinto ocurre con el presidente electo, de lo que aquellos constatan en 2022 y 2023: “Se obligó bajo coacción a varios detenidos a firmar o filmar declaraciones en las que se incriminaban…” y “los malos tratos tuvieron por objeto extraer confesiones inventadas o declaraciones falsas”.

A las miles de víctimas del régimen militar represor instalado e investigado por la Fiscalía de la Corte Penal Internacional se le agregan ahora 24 personas asesinadas por armas de fuego, mientras Maduro Moros se solaza ordenando detener a 2.229 personas que llama “terroristas”. No le bastó e incorpora a su lista “158 niños y niñas, incluidos niños con discapacidad” y niñas que “fueron sometidas a vejaciones sexuales mientras permanecían detenidas”.

Los testimonios revelan el uso de fuerza letal, detenciones arbitrarias, torturas y tratos crueles, desapariciones forzadas, violencia sexual, “por cuerpos de seguridad y la participación de civiles armados actuando en connivencia con dichos cuerpos”. “El Estado reactivó la modalidad más dura y violenta de su maquinaria de represión”; “median crímenes de lesa humanidad” y una “persecución fundada en motivos políticos”; y “los principales poderes públicos abandonaron toda apariencia de independencia y se sometieron abiertamente al Ejecutivo”, es decir, se encadenaron a su línea de mando para la ejecución de los crímenes de lesa humanidad identificados.

En contra de todo esto es que insurge la mayoría determinante de los venezolanos a través del voto –de allí la exacerbación represora– el pasado 28 de julio. ¡Ya basta! es su mandato inderogable e innegociable, más allá del nombre o de los nombres de quienes los representen, sea González Urrutia o María Corina Machado. Es sagrado, moral y jurídicamente. Es invulnerable, no transable, es la línea roja que si se llega a traspasar quedarán disueltas la nación y sus valores fundantes.

Servir a la soberanía popular y a su exigencia de justicia, lo imponen las leyes universales de la decencia, cuando se miran en las víctimas y en sus humanidades lapidadas. Los enconos, el egoísmo, la avaricia, la corrupción de la ética, las medianías, mal calzan con ese propósito. Y quienes se empeñan en traficar por los pasillos del sincretismo moral, tras el 28 de julio, deberían leer la lección de Benedicto XVI sobre lo vivido por él en su patria de origen: “Hemos experimentado cómo el poder se separó del Derecho, se enfrentó a él; cómo se pisoteó el Derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del Derecho; se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y llevarlo hasta el borde del abismo”.

Tras más de 30 años de deconstrucción cultural y de la ética democrática, y desde cuando el covid-19 nos hace ver a los venezolanos y reivindicar el valor de la vida como don, algo muy positivo ocurrió entre nosotros. De allí la ejemplaridad icónica del 28 de julio. En lo adelante sólo contarán quienes entiendan, vuelvo a Ratzinger, que “servir al Derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político”. “No hacer daño” es el principio que, a su vez, esgrime la Misión de la ONU. Es la síntesis acabada del Decálogo.

 

Asdrúbal Aguiar

correoaustral@gmail.com

 

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