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La coordinación es la clave para el cambio en Venezuela

Posted on: septiembre 25th, 2024 by Super Confirmado No Comments

«En una lucha no violenta, la única arma que vas a tener es el número de personas (…) El poder de la resistencia radica en la unidad y la coordinación”.
Srdja Popovic

Por años, Venezuela ha sido el escenario de un conflicto político en el que la oposición, el régimen de Nicolás Maduro y la comunidad internacional desempeñan roles clave en una cruzada que define el destino del país. A primera vista, puede parecer que es una lucha de poder en la que la fuerza bruta decide los resultados, pero una mirada más profunda revela que se trata de estrategias. Este análisis, desde la teoría de juegos, nos permite entender por qué los esfuerzos por un cambio democrático en Venezuela han sido ineficaces hasta ahora y qué debe hacerse para romper el estancamiento.

El régimen: la estrategia dominante

Nicolás Maduro y su régimen llevan adelante una estrategia dominante. Para ellos, la única opción viable es mantenerse en el poder a toda costa. La represión, el control de las instituciones y la manipulación electoral no son simples herramientas de coerción, sino elementos centrales de su estrategia. Desde la perspectiva del régimen, cualquier concesión, por pequeña que sea, significa el principio de su colapso. En términos de la teoría de la interacción estratégica han establecido un «equilibrio coercitivo», en el que el uso de la fuerza y la intimidación son las únicas formas de garantizar su supervivencia.

El robo de la victoria electoral del 28 de julio de 2024, cuando la oposición liderada por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia logró vencer en las urnas —así lo confirman 86% de las actas, unas que el oficialismo jamás mostró, valga la acotación—, fue un movimiento calculado. Los ocupantes de Miraflores sabían de antemano lo riesgoso que era reconocer esta victoria. Así, recurrieron a su estrategia dominante: el desconocimiento de los resultados y la proclamación exprés del candidato oficialista como presidente reelecto para el período 2025-2031. Para Maduro, ceder ante la oposición es una opción inaceptable y esta postura ha dejado poco espacio para la negociación.

La oposición: coordinación interna

La oposición venezolana enfrenta un desafío mucho más complejo: la coordinación interna. Si bien todos comparten un objetivo común —desalojar al régimen de Maduro y restaurar la democracia—, una división entre los partidos y liderazgos impediría una estrategia cohesionada. La oposición se encuentra en una resistencia popular que no ponga en riesgo vidas de manifestantes, en la que la clave para el éxito radica en mantener la unidad en la diversidad, de propósito y acción, y una movilización sostenida, a pesar de la represión.

Sin embargo, en el pasado, los intentos de cohesión han sido difíciles. La falta de consenso sobre cuál debe ser la estrategia principal —movilización interna, presión internacional o un balance de ambas— es una de las causas de su desequilibrio. Cada facción contra el régimen sigue su propio camino, lo que debilita el movimiento general. Este dilema es el gran riesgo de las fuerzas democráticas: sin una estrategia coordinada, el régimen de Maduro sigue imponiendo la propia sin contrapesos significativos.

La sociedad civil: el dilema del prisionero

Actualmente, la sociedad civil venezolana, el pueblo, es la columna vertebral del movimiento opositor, pero se enfrenta al dilema del prisionero. Cada individuo teme que su participación en protestas o manifestaciones sea en vano debido a la represión. El resultado de esta inacción colectiva es devastador: la dictadura se vería fortalecida al no enfrentar una oposición popular contundente.

La sociedad civil tiene entonces dos opciones: mantenerse en pie de lucha, movilizado en pro de un cambio o traicionar sus ideales, sucumbiendo al agotamiento y la resignación. Si suficientes personas eligen la inacción, el régimen permanecerá intacto. Sin embargo, si una cantidad significativa de ciudadanos decide movilizarse, en resistencia pacífica, la presión sobre Maduro podría alcanzar un punto de no retorno. La clave para romper este ciclo está en lograr que los venezolanos, desgastados por años de crisis, mantengan la esperanza de que una gran movilización es una herramienta efectiva para el cambio del régimen.

La comunidad internacional: presión

La comunidad internacional también desempeña un papel crucial en esta lucha de poder, pero sus opciones están limitadas. A través de sanciones económicas y diplomáticas se ha presionado a la dictadura para que acepte una transición democrática. Sin embargo, los resultados han sido mixtos. Es cierto que han debilitado la fuerza económica del régimen, pero no así el control de Maduro sobre la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia, la Fiscalía, ni el apoyo de la cúpula militar.

La comunidad internacional está inmersa en una estrategia de presión: intensificar las sanciones para empujar al régimen hacia el colapso, pero también podría agravar una crisis humanitaria en el país. Una acción más moderada, por otro lado, podría ser interpretada como una falta de compromiso con la defensa de la democracia y los derechos humanos, que alentaría a Maduro a seguir adelante sin temer represalias significativas. Para ser efectiva, la comunidad internacional necesita coordinar sus pasos con las fuerzas democráticas y la sociedad civil venezolana, algo que hasta ahora ha sido nominal, por ejemplo, los ingresos por las exportaciones de petróleo.

El estancamiento: coordinación fracasada

El análisis de estos actores sugiere que en este momento hay una sensación de estancamiento. Tanto la oposición como la sociedad civil y la comunidad internacional tienen objetivos alineados, pero la falta de una coordinación efectiva ha permitido al régimen de Maduro mantenerse en el poder. La modelización de conflictos nos enseña que cuando los actores no logran coordinarse adecuadamente, los resultados no son óptimos para nadie, excepto para el actor dominante. En este caso, Maduro.

Para romper este estancamiento es necesario que las fuerzas democráticas y la sociedad civil logren un equilibrio de coordinación que maximice la movilización interna y el apoyo externo. Esto implica que los diferentes sectores contra el régimen deben seguir unidos en torno a la estrategia común —desalojar al régimen de Maduro y restaurar la democracia—, evitando divisiones que permitan al régimen sobrevivir. Al mismo tiempo, la comunidad internacional debe maximizar su presión de manera coordinada, asegurando que Maduro no tenga margen para maniobrar.

Conclusión: coordinación o colapso

El futuro de Venezuela depende de la capacidad de los actores democráticos para coordinar sus esfuerzos. Si la oposición, la sociedad civil y la comunidad internacional actúan de manera conjunta, el régimen de Maduro podrá finalmente enfrentar una crisis insostenible. Sin embargo, si falla la coordinación, se arraiga el estancamiento y con él, el sufrimiento de millones de venezolanos.

En última instancia, la historia nos ofrece una lección crucial: los grandes cambios no ocurren solo porque los diversos actores tienen el mismo objetivo, sino porque logran coordinar sus esfuerzos hacia ese fin. La clave para el futuro de Venezuela no está solo en la fuerza de las ideas o la movilización, sino en la capacidad que tengan todos los miembros de la alianza contra el régimen de trabajar juntos de manera estratégica y eficaz.

 

Antonio de la Cruz

Represión vs Resistencia latente

Posted on: septiembre 11th, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

“¿Quién se pregunta si el enemigo fue derrotado por estrategia o valor?”

Virgilio

 

A medida que Venezuela se enfrenta a otro ciclo de elecciones fraudulentas, la realidad del país parece atrapada en un complejo juego de estrategias entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición democrática. En este tablero, la represión, el exilio y la manipulación electoral son piezas clave que determinan el futuro de la nación. Si bien las tácticas del régimen son previsibles, la teoría de juegos nos ofrece una perspectiva clara de por qué cada actor sigue su curso y, más importante aún, qué puede cambiar el equilibrio de poder.

El reciente exilio forzoso del presidente electo Edmundo González, quien según 83% de las actas fue el verdadero ganador de los comicios, es solo otro movimiento en una larga partida que el régimen de Maduro domina desde 2013. Al forzar el exilio de dirigentes opositores, encarcelar a otros y manipular las instituciones electorales, el líder del PSUV busca sobrevivir en Miraflores y evitar cualquier desafío significativo. Para muchos, esto es una tragedia anunciada; para otros, un juego donde las reglas están amañadas desde el inicio. Pero si observamos la dinámica política, entenderemos mejor las motivaciones de cada jugador y cómo este conflicto podría, eventualmente, cambiar.

El régimen: represión como estrategia dominante

En este juego, Nicolás Maduro actúa de manera racional según sus intereses. Ha controlado las fuerzas de seguridad, el Consejo Nacional Electoral, el Tribunal Supremo de Justicia y la Fiscalía, todas instituciones clave que deberían garantizar la legitimidad de cualquier proceso democrático. Pero en lugar de respetar los resultados de unas  pseudo-elecciones, su estrategia dominante es la represión: encarcela, silencia, desaparece o exilia a quienes representan una amenaza.

¿Por qué optar por la represión, sabiendo que conlleva el riesgo de sanciones internacionales y aislamiento político? La respuesta está en los pay-offs que ofrece cada elección para el régimen. A corto plazo, acallar violentamente a la oposición le permite a Maduro evitar cualquier reto directo a su poder, lo que le asegura su supervivencia política. A largo plazo, aunque aumenta su aislamiento y erosiona la economía del país, el represor, criminal de lesa humanidad, sigue apostando a que la comunidad internacional priorizará la «estabilidad» sobre la democracia. Esto no es irracional. Algunos actores globales funcionales ya han aceptado tácitamente la represión como el costo de mantener un mínimo de un supuesto orden en Venezuela.

La oposición: el exilio como estrategia de sobrevivencia

La oposición venezolana, representada en esta coyuntura por Edmundo González Urrutia, enfrenta opciones limitadas dentro de un sistema electoral amañado. Hay que tener presente que enfrentarse directamente al régimen desde dentro del país es arriesgarse a ser encarcelado, torturado o peor. Optar por el exilio es, por lo tanto, una estrategia de supervivencia. A pesar de que superficialmente pudiera parecer una rendición, el exilio forzoso de González Urrutia le permite seguir luchando desde el exterior, donde la presión internacional, la orden de captura de Maduro y línea de mando y las sanciones a familiares y testaferros pueden estar a su favor.

Desde una perspectiva de equilibrio de Nash, este movimiento tiene sentido. Maduro reprime porque sabe que puede controlar el sistema desde adentro, mientras que dirigentes de la oposición se exilian porque en Venezuela solo enfrentarían violencia. Ambos jugadores están atrapados en un equilibrio donde ninguno puede cambiar su estrategia sin un costo significativo.

Pero este equilibrio no es estático. Es un juego repetido. Con cada nuevo ciclo de represión, violencia y fraude electoral, la comunidad internacional y la opinión pública venezolana han ido cambiando. Lo que antes era impensable —un régimen totalitario en Venezuela— ahora se ha convertido en una realidad aceptada. Sin embargo, la creciente presión internacional, las sanciones económicas y los informes de violaciones de derechos humanos sugieren que el equilibrio puede empezar a desmoronarse. Maduro, aunque parece ganar cada ronda, está acumulando costos que podrían volverse insostenibles como una orden de captura internacional por crímenes de lesa humanidad.

Rompiendo el equilibrio: ¿qué puede cambiar?

La situación política en Venezuela cambia cuando uno de los jugadores principales altera las reglas. A la oposición le beneficia una mayor coordinación con la comunidad internacional. Las sanciones ya han afectado la caja que financia el régimen y el control social de la población, mientras que el informe de la Corte Penal Internacional sobre crímenes de lesa humanidad debilita aún más la legitimidad de Maduro, generando tensiones internas para sustituirlo.

La estrategia para la oposición es clara: aumentar la presión internacional, movilizar a la diáspora para lograr agilizar las sanciones y orden de captura, y mantener la atención mundial sobre las atrocidades del régimen. El exilio, aunque doloroso, permite seguir participando en la lucha lejos de las garras del régimen. La comunidad internacional, por su parte, debe redoblar su esfuerzo en sanciones y condenas, demostrando que no hay recompensa para un régimen que viola sistemáticamente los derechos humanos.

Por otro lado, Maduro, si quiere seguir ganando este juego, necesita reducir sus costos internacionales o arriesgarse a perder el apoyo de actores clave que buscan blanquearlo como Brasil y Colombia. Su represión sigue siendo eficaz a corto plazo, pero los costos económicos y la creciente presión pueden cambiar el juego en el largo plazo. Aquí es donde entra en juego la posibilidad de una negociación para una transición ordenada o, incluso, de una eventual salida del poder.

El futuro de Venezuela: una lucha que no ha terminado

En esta compleja dinámica de estrategia y poder, las piezas pueden cambiar de lugar. Aunque hoy parece que el régimen tiene ventaja, la creciente resistencia latente interna – una rabia subterránea que puede desbordarse en cualquier momento – y la presión internacional ofrecen una oportunidad para alterar el equilibrio de poder.

El exilio de González Urrutia no debe ser interpretado como una derrota, sino como un nuevo capítulo en esta larga batalla. Venezuela no necesita más presos políticos ni más víctimas de tortura; necesita que la comunidad internacional mantenga su máxima presión, y que la oposición continúe su lucha, desde adentro y desde afuera.

Si algo nos ha enseñado la teoría de juegos es que ningún equilibrio es permanente. Las estrategias cambian y en esa acción reside la esperanza de un futuro democrático para Venezuela. Es un juego que aún puede ganar las fuerzas democraticas, pero solo si todos los actores, tanto dentro como fuera del país, deciden romper con el ciclo de represión y aceptar que el costo de mantener el statu quo es demasiado alto.

El futuro de Venezuela no debe estar marcado por el miedo, sino por la justicia y la libertad. Y aunque las recientes circunstancias parecieran haber favorecido al régimen, las reglas cambian si la comunidad internacional y la oposición siguen presionando con inteligencia y determinación.

 

 Antonio de la Cruz

La guerra silenciosa en Venezuela: un juego de estrategia al límite

Posted on: septiembre 4th, 2024 by Super Confirmado No Comments

“La capacidad de responder con una represalia es más útil que la habilidad de resistir un ataque y que la amenaza de una represalia incierta es más eficaz que una amenaza precisa” Thomas Schelling

 

En Venezuela, quienes fueron rechazados en las recientes elecciones por más de 70% de los electores mantienen el poder no solo a través de la represión o la manipulación política. En su núcleo, el régimen de Nicolás Maduro es un tablero de ajedrez donde cada participante mueve sus piezas con cautela, sabiendo que un solo error podría desencadenar un colapso total. Desde una perspectiva de teoría de juegos aplicada a escenarios de conflicto, la situación actual en el país se parece más a una guerra silenciosa, en la cual la estrategia y la anticipación son tan cruciales como la fuerza.

 

Nicolás Maduro: el rey en jaque

 

Maduro, aunque sigue siendo el presidente, se encuentra en una posición de vulnerabilidad. Su control sobre el país ha sido cuestionado tras la reciente pérdida de apoyo popular y la necesidad de ceder poder a otros actores dentro del régimen. El heredero de la corporación criminal, elegido por Chávez bajo la influencia de La Habana, en lugar de Diosdado Cabello (miembro del golpe del 4F y presidente de la Asamblea Nacional en 2012-2016) y Rafael Ramírez (el zar petrolero), se encuentra cada vez más aislado y debilitado. Ante esta situación, ha adoptado una estrategia clásica de supervivencia: repartir el poder entre los cabecillas de la banda delictiva para mantener la asociación que sostiene al Estado mafioso -la semana pasada se incautaron 7,4 toneladas de cocaína: 3 en Maiquetía y 4,4 en la frontera con Guyana-. Pero en este juego, cada concesión que hace el ocupante de Miraflores es una señal de su creciente debilidad. Ha cedido el control de la economía a los hermanos Rodríguez y ha entregado la seguridad interna a Diosdado Cabello, en un intento desesperado por comprar su permanencia en la silla presidencial.

 

Sin embargo, esta jugada podría ser su caída. En teoría de juegos esto se asemeja a una partida en la que el actor principal, bajo presión, cede demasiado terreno, dejando sus piezas más valiosas expuestas. Luego del golpe de Estado a la soberanía popular, el poder de Maduro quedó fracturado, con unas fisuras que muestran su vulnerabilidad. Cada movimiento que hace debe ser calculado para evitar que sus cómplices se pongan en su contra y esa es una apuesta cada vez más difícil de manejar, que ha hecho más inestable su posición.

Cabello: el jugador en ascenso

Diosdado Cabello emerge como un jugador ambicioso, que ansía tener el dominio del régimen. Con el reciente acceso al Ministerio del Interior y Justicia, el hombre del mazo ha asegurado una posición de ventaja que le permite controlar las fuerzas de seguridad del país. Su estrategia para eventualmente desafiar a Maduro de manera más directa es el fortalecimiento de su base de poder, mediante el control del PSUV, la Guardia Nacional Bolivariana, la Policía Nacional y el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin). Ha empezado a sustituir a figuras clave dentro del ministerio por oficiales de la Guardia Nacional, estableciendo una estructura de poder que le es leal.

Sin embargo, cada movimiento de Cabello lo acerca más a un conflicto abierto con otros miembros clave, en particular con Vladimir Padrino López. Es relevante mencionar los 3.000 kg de cocaína que cruzaron la frontera con Colombia y llegaron a Maiquetía. Pasaron por las alcabalas sin ser detectados, lo que sugiere que estarían bajo la protección del Cartel de los Soles. Tanto es así, que el fiscal del régimen ha permanecido en silencio al respecto.

El de Cabello es un juego de suma cero: cada avance que hace en el control de las fuerzas de seguridad es un retroceso para Vladimir Padrino López, el ministro de Defensa que hasta ahora ha sido el patrón en la estructura militar del régimen. El teniente ha dado señales de que se está preparando para un golpe decisivo, que en su momento deje por fuera al general de los cuatro soles, pasando a retiro, y después a Maduro, si sobrevive el 10 de enero de 2025.

 

Vladimir Padrino López: el rey sin corona

 

Vladimir Padrino López, el ministro de Defensa y hombre fuerte de la FANB, ha sido un pilar de estabilidad para Maduro durante los últimos 10 años. Sin embargo, su posición se ve amenazada por el ingreso de Cabello al ministerio. El general debe decidir si continúa apoyando a Maduro o si alinea sus intereses con el nuevo ministro del Interior –quien le tiene facturas por el pase a retiro de toda su promoción (1987) en 2020, entre otras– para asegurar su futuro en un régimen que cada vez va a estar más aislado. Esta decisión es crítica, pues podría desencadenar un conflicto interno en el seno del poder militar.

 

En consecuencia, el ministro de la Defensa está atrapado en un dilema. En la teoría de juegos, su situación se asemeja al dilema del prisionero: si coopera con Cabello y Maduro podría mantener su posición temporalmente; pero si percibe que está siendo desplazado, podría actuar por su interés propio, tal vez buscando apoyo dentro de las fuerzas institucionales de la FANB para contrarrestar a Cabello. Esta jugada, sin embargo, podría desencadenar un conflicto interno que sería demoledor para la narcotiranía si decide, por ejemplo, presentar el sobre N° 1 de cada mesa electoral que ratificaría el triunfo de Edmundo González Urrutia.

La comunidad internacional: una espada de Damocles

 

Mientras tanto, los actores internacionales, como Estados Unidos y la Unión Europea, observan de cerca. Las sanciones económicas y la presión diplomática actúan como una espada de Damocles sobre los miembros del régimen. En este contexto, las fuerzas contra Maduro, liderada por figuras como María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, buscan aprovechar cualquier fisura dentro del narcorrégimen para aumentar la máxima presión interna y externa.

 

Las sanciones dirigidas a figuras clave de la organización criminal, así como a sus familias, tienen el potencial de desestabilizar aún más el ya frágil equilibrio de poder. Si alguno de estos miembros clave percibe que su futuro está en riesgo, podría decidir traicionar al resto de la banda en un intento por salvarse a sí mismo y a los suyos, lo que aceleraría el colapso del régimen.

 

En este juego, los actores internacionales son como jugadores externos –“no mirones de palo”- que pueden influir en el resultado, pero no controlan directamente el tablero. La teoría de juegos sugiere que la intervención externa es decisiva si llega en el momento justo, cuando las tensiones internas están en su punto más alto.

 

Un juego de alto riesgo con final incierto

 

La situación en Venezuela es un juego de guerra silenciosa, donde cada movimiento es crucial y cada jugador es consciente de los riesgos. Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, los hermanos Rodríguez y Vladimir Padrino López están atrapados en un juego de estrategia de alto riesgo, en el que la cooperación es frágil y la traición siempre es una posibilidad.

 

En este escenario, el futuro de Venezuela es incierto. Si bien el equilibrio actual puede mantenerse a corto plazo, la probabilidad de un colapso aumenta con cada movimiento que debilita la coalición en el poder. Las tensiones internas, combinadas con la máxima presión externa, podrían desencadenar un cambio drástico en cualquier momento.

 

La pregunta que queda es si estos jugadores clave serán capaces de mantener su equilibrio precario o si, como en muchas partidas de ajedrez, uno de ellos cometerá un error fatal que alterará para siempre el curso de la historia de Venezuela. En este juego de poder, la guerra silenciosa continúa y el desenlace aún está por escribirse.

 

Conclusión: la hora de la verdad

Venezuela se encuentra en un punto crítico, atrapada en un juego de poder donde cada movimiento puede desencadenar un desenlace catastrófico. Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López están jugando una partida de ajedrez con el futuro de la nación en riesgo. Pero en este tablero, la cooperación es tan frágil como la confianza que los mantiene unidos. La teoría de juegos nos enseña que, en situaciones de alta tensión, un solo error puede ser fatal y Venezuela está peligrosamente cerca de ese punto de quiebre.

 

El equilibrio precario que sostiene al régimen podría romperse en cualquier momento, dejando al país en una encrucijada histórica. Los jugadores: Maduro, Cabello, Padrino, Rodríguez, y Comunidad Internacional deben elegir con cuidado, porque el próximo movimiento podría no solo decidir su destino personal, sino también el futuro de millones de venezolanos. En este juego de poder, la hora de la verdad se acerca y el mundo observa expectante si Venezuela encontrará una salida democrática o caerá en un régimen totalitario. Dependerá de quien cometa el error. Para ganar esta guerra silenciosa, las fuerzas democráticas tendrán que mantener la serenidad y el coraje, además de tener firmeza y sabiduría.

Antonio de la Cruz

Más allá de las negociaciones, el rol de la comunidad internacional

Posted on: agosto 21st, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

“Hemos dicho basta y echado a andar

Ya son demasiados que la pasan mal,

en un mundo herido, en un tiempo fatal.

Hemos dicho basta y echado a andar,

con el fuego en el pecho, sin miedo al final.

Hemos dicho basta y echado a andar,

con el grito en el viento y la fuerza de amar.

Inspirado en la canción “Hemos dicho basta” de Tiemponuevo, 1971

 

En un régimen totalitario, el miedo es una constante. Sin embargo, la respuesta que se tiene ante él define la esencia de la resistencia. En Venezuela, la sociedad ha aprendido a transformar el miedo en acción, mostrando una resiliencia que ha sido clave para mantener viva la lucha democrática. Luego del triunfo de Edmundo González Urrutia en las urnas el pasado 28 de julio, la represión ha alcanzado niveles sin precedentes, con más de 1.400 detenidos y más de 2 decenas de muertos. Ahora ni siquiera es que sean aprehendidos en la calle por reclamar sus derechos; el desespero ha hecho que encapuchados y sin orden alguna vayan a las casas de los testigos electorales y los secuestren para tratar de acallar una verdad que los atormenta. Pues bien, sorprende que en lugar de replegarse, como sería lógico en un entorno tan hostil, los ciudadanos que aspiran a un cambio (70% del país) han plantado esta vez cara a los violentos y han actuado con inteligencia, con estrategias que han tomado a aquellos desprevenidos. ¿No tienen miedo los venezolanos? Claro que sí, pero no han permitido que los paralice.

 

Ante la nueva crisis presidencial que ha captado la atención internacional se vuelven a retomar las negociaciones para buscar una solución. Sin embargo, como en ocasiones anteriores, el optimismo que rodea estas conversaciones es cauteloso, y por buenas razones. La participación de los gobiernos de México, Brasil y Colombia, así como de Estados Unidos, ha sido clave en esta nueva negociación, pero los resultados concretos siguen siendo esquivos. Nicolás Maduro ha traicionado los acuerdos desde 2014, ganando tiempo para seguir en el poder.

 

Entonces, es esencial examinar el contexto y las dinámicas en juego para comprender por qué esta vez no se han logrado cambios significativos hasta ahora. Primero, la falta de independencia judicial en Venezuela ha sido un obstáculo insuperable. Informes de la ONU y la Corte Penal Internacional han documentado sistemáticamente la colusión entre jueces y fiscales. Lo que socava cualquier intento de resolver la crisis de legitimidad de origen mediante un dictamen de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia. Esta realidad plantea preguntas fundamentales sobre la efectividad de las negociaciones si el sistema judicial al que recurrió Maduro luego de haber sido proclamado ganador el 29 de julio en la madrugada está corrompido hasta la raíz.

 

Además, la comunidad internacional debe reconocer que, en esta oportunidad, la crisis en Venezuela no es simplemente un caso de fraude electoral, sino que tiene todas las características de un golpe de Estado a la soberanía popular. Esta distinción es crucial porque cambia el enfoque de la solución: no se trata solo de repetir elecciones bajo supervisión internacional o conformar un gobierno de coalición, como propuso el presidente de Brasil, Lula da Silva, sino de restaurar el orden democrático y constitucional en un país donde se ha concentrado todo el poder en manos de una banda criminal que ocupa Miraflores.

 

La Organización de Estados Americanos, aunque ha tenido un papel activo, enfrenta un desafío significativo dado que el régimen de Maduro ha rechazado su legitimidad. A pesar de ello, la OEA tiene una responsabilidad clara y legal de hacer cumplir la Carta Democrática Interamericana, un compromiso que va más allá de la mera pertenencia formal de un país a la organización. Este marco jurídico internacional impone obligaciones a todos los Estados miembros, y su incumplimiento no debe ser tolerado, independientemente de las maniobras diplomáticas del régimen venezolano.

 

La postura de países clave como Brasil y Colombia también debe ser reevaluada. Si bien han participado en las negociaciones, lo han hecho más como acompañantes que como verdaderos facilitadores. Esta postura pasiva podría tener consecuencias devastadoras, no solo para Venezuela sino también para la región, dado el potencial aumento de la migración masiva si la crisis política no se resuelve -más del 40% de los venezolanos piensa en emigrar, según la más reciente encuesta de Meganálisis-. Es imperativo que estos países comprendan que la estabilidad regional está en juego y que asumir un papel más activo en la defensa de la democracia en Venezuela no es solo un deber moral, sino también un interés estratégico.

 

Asimismo, la administración Biden-Harris debe recalibrar la política de sanciones. Ante la decisión de Maduro de mantenerse en el poder a costa de lo que sea, incluso derramamiento de sangre, las medidas deben ser aplicadas por las democracias de Occidente, a tenor de las que impusieron a Rusia cuando invadió a Ucrania, desde sacarlo del sistema SWIFT hasta suspender la compra de crudo de sangre. Las exportaciones de petróleo de Venezuela son insignificantes, en el suministro mundial equivalen a 0,7% y de las importaciones totales de Estados Unidos 2,6%; y en cuanto a la producción mundial corresponde el  0,8% y del total de Estados Unidos 6%. Pero para el régimen de Maduro las divisas por exportaciones son indispensables para mantener el aparato represivo y el control social de la población.

 

Otra acción fundamental que contribuye con la presión al régimen a aceptar los resultados del 28 de julio es que de una vez por todas el fiscal de Corte Penal Internacional emita órdenes de detención contra los responsables de los presuntos crímenes de lesa humanidad porque, con este ejemplo, las fuerzas armadas no obedecerían la orden de reprimir un pueblo sin armas que reclama la validez del triunfo de Edmundo González Urrutia.

 

Cabe destacar el papel de los militares en este contexto. El hecho de que permitieron la entrega de las actas electorales al cierre de las mesas sugiere que hubo desobediencia de los miembros del Plan República a la orden impartida por el CNE de retenerlas, lo que evidencia un quiebre en el apoyo militar a Maduro. Esto indica que hubo fisuras en el supuesto apoyo monolítico a Maduro esa noche y podría ser un indicio de que un importante sector castrense está del lado de la soberanía popular. Y la comunidad internacional debe estar atenta a estas señales para apoyar una transición pacífica y democrática en Venezuela.

 

Por otro lado, uno de los logros más significativos de este proceso electoral ha sido la superación de la polarización. La sociedad venezolana, que durante años estuvo dividida en partes más o menos iguales, ha encontrado un punto de unión en su deseo de libertad, 7 de cada 10 venezolanos. Este proceso es crucial para la reconstrucción de la democracia en Venezuela. La creación de un movimiento transversal, de abajo hacia arriba, que rechaza la humillación y se cohesiona en torno a valores universales como la dignidad humana y la igualdad ante la ley, ha sido clave para este logro.

 

La presión internacional, aunque necesaria, no es suficiente. Es crucial que la oposición mantenga una narrativa unificada y precisa. En el pasado, la diversidad de voces ha llevado a mensajes contradictorios, debilitando su capacidad para movilizar tanto a la comunidad internacional como a la población interna. Ahora, con un liderazgo cohesionado alrededor de Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, existe una contra-narrativa poderosa que desafía la propaganda del régimen de Maduro y está movilizando tanto a los venezolanos como a los actores internacionales en la lucha por la restauración democrática.

 

En conclusión, la comunidad internacional se encuentra en una encrucijada crítica en su respuesta a la crisis venezolana que ha alcanzado un punto álgido, en el que las dinámicas internas y externas se entrelazan en un complejo entramado de legitimidad, resistencia y poder. Las negociaciones actuales, aunque necesarias, deben ir acompañadas de una comprensión profunda de las dinámicas internas del país y de un compromiso firme con la defensa de la democracia y los derechos humanos. Occidente debe asumir un papel más activo y decisivo, reconociendo que la crisis nacional no es solo un problema electoral, sino una manifestación en rechazo de un golpe de Estado a la soberanía popular, que requiere una respuesta integral y coordinada. La estabilidad de la democracia en la región y la dignidad del pueblo venezolano dependen de ello.

 

Antonio de la Cruz

El desafío democrático 

Posted on: agosto 7th, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

 

“Maldito el soldado que apunta su arma contra el pueblo”.

Simón Bolívar

 

 

Venezuela se encuentra en un momento crítico de su historia, en el que las fuerzas de seguridad desempeñan un papel importante en la preservación o erosión de la democracia. María Corina Machado y Edmundo González Urrutia han hecho un llamado a militares y policías para que se alineen con el pueblo, denunciando lo que se considera un autogolpe de Estado electoral por parte del régimen de Nicolás Maduro. Esta petición es determinante para desmantelar el sostén del régimen bolivariano: la cúpula militar. Un comunicado que al parecer tocó las fibras, pues ayer mismo el ministro de la Defensa junto con los comandantes de las REDI de todas las regiones del país contestaron con un mensaje en cadena nacional “para jurar lealtad a Maduro, presidente electo para el período 2025-2031”.

 

La Plataforma Unitaria Democrática ha demostrado el fraude en las elecciones presidenciales del 28 de julio, en las que resultó ganador con una diferencia abrumadora González Urrutia; pero el régimen decidió ignorar el resultado y el Consejo Nacional Electoral proclamó a Nicolás Maduro como vencedor con unas cifras inauditables. Este megafraude electoral, comprobado con 81% de las actas que fueron publicadas en la web (www.resultadosconvzla.com), pone de nuevo en evidencia una crisis de legitimidad de origen en la presidencia de Maduro, quien viola preceptos constitucionales como la soberanía popular y ha ordenado una brutal represión para mantenerse en el poder. Las fuerzas de seguridad bolivarianas, compuestas por la fuerza armada, la policía nacional, la milicia y los colectivos armados, han sido instrumentales en la represión de las protestas, el hostigamiento a la oposición y, por ahora, el sostenimiento de la dictadura.

 

La dependencia del régimen de Maduro de estas fuerzas de seguridad no es accidental. El martes por la noche, mientras las protestas se intensificaban, la cúpula militar realizó una conferencia de prensa en la que dejaron claro su apoyo público al usurpador de la presidencia desde 2019. El ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, declaró: «Estamos presenciando un golpe de Estado orquestado nuevamente por estos factores fascistas de la extrema derecha».

 

Desde la época de Hugo Chávez (1998-2013), luego de su salida y regreso al poder en abril de 2002, se ha erigido un aparato de seguridad que incluye una compleja red de estructuras militares, policiales y de inteligencia que se supervisan mutuamente. Esta red ha dificultado cualquier intento de desobediencia cívico-militar al crear un ambiente de control y vigilancia constante. El terrorismo de Estado, que ha criminalizado a los civiles, especialmente a aquellos asociados con las fuerzas democráticas, se ha convertido en una estrategia para someter las fuerzas democráticas y mantener el miedo entre la población.

 

Sin embargo, la mayor amenaza el madurismo no proviene de las personas que luchan de forma no violenta sino de los «hombres con las armas». En su reciente libro How Tyrants Fall, el politólogo Marcel Dirsus se basa en datos históricos para afirmar que la caída de dictadores entre 1950 y 2012 correspondió en 67% de los casos a su círculo interno y no a revueltas populares. Para evitar esta dinámica, en Venezuela -antes Chávez y ahora Maduro- se ha materializado una red de lealtades asegurada mediante la asignación de cargos lucrativos a la cúpula militar, incluso en algunos niveles más bajos, consolidando así un pacto de supervivencia entre el gobierno y ese sector castrense. Actualmente 14 de los 33 ministros de Maduro son militares activos o retirados, según la ONG Control Ciudadano.

 

María Corina y González Urrutia han enfatizado que los venezolanos no son enemigos de la Fuerza Armada y han instado a los militares a no reprimir al pueblo en su lucha no violenta. Por el contrario, invitan a desconocer órdenes ilegales y a respetar la soberanía popular expresada en las urnas. Este llamado incluye una promesa de garantías para aquellos que cumplan con su deber constitucional, señalando que no habrá impunidad para quienes perpetren violaciones de derechos humanos. Es un mensaje destinado a la desobediencia militar, cumpliendo con el mandato constitucional de la defensa de la soberanía y protección del pueblo.

 

Tiene más vigencia que nunca recordar la frase del padre de la patria: “Maldito el soldado que apunta su arma contra el pueblo”. El cumplimiento de la Constitución y la negativa de las fuerzas de seguridad a reprimir al pueblo motivan la movilización masiva por la liberación nacional, pues «cuando la tiranía se convierte en ley, la resistencia es un derecho».

 

La situación electoral en Venezuela es un reflejo de la manipulación sistemática del proceso por parte del Estado mafioso. El Tribunal Supremo de Justicia favorece a Maduro al admitir su recurso contencioso electoral, impidiendo las auditorías del Consejo Nacional Electoral. No tiene competencia para “certificar” la elección. Este movimiento estratégico permitiría a la tiranía ganar tiempo para reorganizarse, corregir fallas y fortalecer su control sobre el aparato electoral. Además, se destaca el acompañamiento de los generales Vladimir Padrino López y Domingo Hernández Lares, comandante del CEO, en la introducción del recurso ante el TSJ, evidenciando la militarización de la política que socava los principios democráticos.

 

La resistencia de la Banda de los Cinco (Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez, Cilia Flores, Vladimir Padrino López y Diosdado Cabello) a reconocer el triunfo de Edmundo González, según las actas electorales emitidas por las máquinas sin conexión a la red de Cantv esa noche y colgadas en la web por el equipo del Comando Venezuela, conduce a un autogolpe electoral a la soberanía popular, cambiando la narrativa del megafraude por la defensa de la democracia.

 

El régimen con el TSJ busca ganar tiempo para ver cómo sobrevive en el poder. El expresidente de Colombia Iván Duque denunció en su cuenta de X que los presidentes de Brasil, México y el de su país buscan la repetición de la elección. El TSJ anularía los resultados, alegando que las cifras fueron comprometidas por un supuesto ciberataque y no reflejan la verdadera voluntad del pueblo.

 

No obstante, la caída del régimen de Maduro no solo será por la disidencia popular, sino por su incapacidad de mantener la cohesión dentro de sus propios círculos de poder. El fenómeno de la «división del régimen» se convierte así en un factor crucial: cuando las fuerzas leales empiezan a cuestionar las órdenes de reprimir a la población, se abre una brecha que puede convertirse en un catalizador para el cambio. Este dilema moral y estratégico se plantea con agudeza cuando Maduro ordene el uso de la fuerza letal contra civiles desarmados, un acto que puede provocar un levantamiento masivo o revelar la debilidad del régimen.

 

Esta semana, ante las protestas masivas, el gobierno de Bangladesh mató a cientos de manifestantes. La primera ministra, Sheikh Hasina, se vio acorralada. Ante el peligro inminente y sin opciones, huyó al extranjero en helicóptero.

 

El riesgo de violencia es un factor constante en Venezuela. Aunque las protestas pacíficas son vistas como la vía más segura hacia una transición democrática, el potencial de un cambio violento y la posible instauración de otra dictadura son preocupaciones reales. La criminalización de civiles y la represión constante ilustran un régimen que está dispuesto a asumir las consecuencias del derramamiento de sangre, pues considera que los costos de ceder el poder son insosteniblemente altos.

 

Por lo tanto, para facilitar una transición democrática, es crucial encontrar maneras de reducir estos costos. Una posible estrategia es la negociación de condiciones de salida que ofrezcan garantías a la Banda de los Cinco, como impunidad o algún grado de dignidad. Estas negociaciones pueden ser esenciales para suavizar el camino hacia una transición pacífica y ordenada. Además, es vital fomentar la disidencia dentro de las estructuras de poder, especialmente entre las fuerzas de seguridad y militares. La fragmentación de estas instituciones puede debilitar la capacidad del régimen para ejercer represión, abriendo así espacio para cambios democráticos.

 

En conclusión, Venezuela enfrenta una encrucijada donde el papel de las fuerzas de seguridad será determinante. El país necesita un compromiso firme con los principios democráticos y una desvinculación clara de las estructuras autoritarias que han perpetuado el poder de Maduro. Aunque la Banda de los Cinco pueda parecer más sólida que nunca, su estabilidad es una ilusión. Tiene el poder de las armas, pero son humanos y cometen errores, exacerbados por sistemas que les privan de información veraz. Para las fuerzas democráticas, el desafío consiste en apoyar a los ciudadanos valientes que luchan contra la opresión y utilizar todas las herramientas a su disposición para debilitar el régimen. La historia ha demostrado que, a pesar de la apariencia de invulnerabilidad, las dictaduras pueden y caerán.

 

La comunidad internacional y las fuerzas democráticas deben continuar presionando por una transición pacífica, con un énfasis en la justicia y el respeto por los derechos humanos, para evitar que la nación se sumerja aún más en la represión y el autoritarismo.

 

Antonio de la Cruz

La hora de la libertad y democracia

Posted on: julio 31st, 2024 by Super Confirmado No Comments

«Nunca cedas ante la fuerza; nunca cedas ante el aparente poder abrumador del enemigo». Winston Churchill

 

El 29 de julio el régimen de Nicolás Maduro asestó un golpe a la democracia venezolana, al manipular los resultados electorales y violar la soberanía popular. Este acto no solo es un ultraje contra la voluntad del pueblo, sino un desafío a los principios fundamentales de la democracia y la libertad. Los hechos hablan por sí solos: el Consejo Nacional Electoral, bajo la presión del régimen, anunció los resultados de la elección presidencial celebrada el domingo sin seguir los procedimientos establecidos, ignorando incluso las mínimas formalidades que se habían respetado en comicios anteriores.

 

La manipulación evidente de los resultados, que dio la victoria a Maduro con 51,2% frente a 44,2% del opositor Edmundo González Urrutia, es una clara señal de la desesperación del régimen. Contrario a estas cifras oficiales, durante el día, los conteos rápidos y las encuestas a boca de urna mostraban una victoria contundente de González Urrutia, con una diferencia abrumadora de más de 3 millones de votos.

 

El lunes, al final de la tarde, Edmundo González Urrutia y María Corina Machado anunciaron los resultados de 73,2% de actas electorales que estaban en su poder: Edmundo González recibió 6.275.182 votos, mientras que Nicolás Maduro obtuvo 3.515.926. Esto refleja una ventaja de 3.515.256 sufragios a favor del candidato de la Plataforma Unitaria.

 

Esta disparidad es más que eso, es una prueba irrefutable de un fraude electoral masivo.

 

La respuesta de la comunidad internacional ha sido de preocupación y condena los resultados presentados por el CNE. Gobiernos como los de Brasil y Estados Unidos han expresado sus dudas sobre la legitimidad de estos. Sin embargo, la verdadera batalla se libra en las calles de Venezuela, donde el pueblo, con valentía y determinación, exige que se respete su voluntad. En consecuencia, Maduro y sus secuaces buscan ganar tiempo para fabricar actas y papeletas de votación con el fin de desacreditar las pruebas del golpe electoral presentadas por la Plataforma Unitaria, asegurando la narrativa de un triunfo legítimo de Maduro.

 

El régimen de Maduro, al elegir una transición rupturista, similar a la caída de los regímenes comunistas en Europa del Este, ha demostrado su desconexión con la realidad y su temor al poder de un pueblo unido. En lugar de buscar una salida negociada o institucional, ha optado por un camino de represión y censura, ignorando las voces de millones de venezolanos que claman por un cambio, siete de cada diez.

 

Es en este contexto donde la figura de Edmundo González Urrutia y María Corina Machado se erigen como un símbolo de la resistencia democrática. La victoria de González Urrutia no es solo un triunfo electoral; es una afirmación de la resiliencia del espíritu democrático en Venezuela. La lucha por la libertad y la justicia es más relevante que nunca, y el pueblo venezolano ha demostrado que no se dejará amedrentar. Ha perdido el miedo a la dictadura.

 

La narrativa del régimen, que busca culpar a enemigos externos y deslegitimar las pruebas del fraude, es un intento desesperado por mantener el control. Pero la verdad es poderosa y las pruebas presentadas por María Corina y Edmundo González coinciden con los resultados de las mesas electorales. Esto no solo expone la corrupción del régimen, sino que también podría desencadenar una ruptura dentro de las fuerzas armadas, conduciendo a la desobediencia militar y policial cuando le ordenen masacrar a un  pueblo. Muchos se sienten traicionados al ser utilizados para perpetrar este megafraude.

 

El llamado del ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, para unificar la FANB bajo la excusa de una supuesta amenaza imperialista, es una táctica gastada. El verdadero enemigo del pueblo venezolano es el régimen de Maduro que, con cada día que pasa, muestra su verdadera naturaleza opresiva y autoritaria al perder el respaldo popular.

 

En estos momentos cruciales -en las 72 horas después de haber consumado el golpe- es fundamental que la comunidad internacional, la diáspora y los defensores de la democracia se unan en apoyo al pueblo venezolano. No podemos permitir que Venezuela se convierta en otra Cuba o Nicaragua, donde la represión es la norma y la libertad un sueño lejano.

 

La victoria de González Urrutia y María Corina es una oportunidad para que Venezuela recupere su camino hacia la democracia y la prosperidad. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la llama de la libertad nunca se apaga. El pueblo venezolano ha hablado y su voz debe ser respetada. La historia nos juzgará por como respondamos en este momento crucial. Es hora de actuar, de apoyar y de asegurar que la voluntad del pueblo prevalezca. Porque, al final del día, la verdadera fuerza de un líder no reside en su poder, sino en la capacidad que tenga de dejar de lado sus intereses personales para respetar y trabajar por el bienestar de su gente. Es la hora de la libertad y la democracia en Venezuela. Viva la libertad, ¡carajo!

 

 

Antonio de la Cruz

 

Venezuela en el umbral de un cambio histórico

Posted on: julio 24th, 2024 by Super Confirmado No Comments

“Los gobiernos son instituidos entre los hombres, derivando sus justos poderes del consentimiento de los gobernados”

Thomas Jefferson

 

 

A cuatro días de las elecciones, Venezuela se encuentra al borde de un cambio histórico. La soberanía popular ha decidido quién será el próximo presidente: Edmundo González Urrutia. Este momento no es simplemente un resultado electoral, es un profundo tsunami social y ético que marca el fin de la dictadura de Nicolás Maduro y la recuperación de la democracia. A pesar de las declaraciones del candidato del PSUV de que la oposición cantará fraude y llamará a la protesta violenta, esa noche será muy diferente.

El pueblo saldrá a las calles para celebrar el contundente triunfo electoral que encarna el fin de 25 años de régimen socialista. Y a Maduro no le quedará otra opción que reconocer la victoria de González Urrutia. Si se aferra al poder mediante tácticas autoritarias pondrá en peligro no solo la estabilidad y las relaciones del país, sino la posibilidad de que levanten las sanciones que pesan sobre él y las otras autoridades del chavismo, lo que ha sido su prioridad en todas las negociaciones con la Casa Blanca.

Hoy, Maduro no solo representa el hambre, la corrupción y la represión, sino también el exilio masivo y la separación de familias. Su campaña electoral se ha basado en la violencia, la coerción y el fraude, prácticas que definen lo que sería su continuidad en el poder. Una victoria de la oposición pondrá fin a toda esta tragedia y a esa necesidad de huir de la patria en busca de una mejor calidad de vida.

 

En Venezuela, la lucha por la democracia es una batalla ética por la verdad, existencial por la vida y espiritual por el bien. La violencia no ha emanado de María Corina Machado ni de Edmundo González Urrutia, como repite el régimen de Maduro, sino que ha sido dirigida hacia ellos y, sobre todo, a la líder de Vente Venezuela y su equipo.

 

Maduro acusa a la oposición de querer provocar apagones para cambiar el voto del pueblo y los tilda de fascistas. Sin embargo, como hicieron los nazis que cerraban los comercios judíos, el régimen ha echado mano del Seniat para clausurar locales de comida, hoteles y otros establecimientos por el simple “delito” de haber prestado un servicio a los líderes de la Plataforma Unitaria.

 

Antonio de la Cruz 

 

Desde el inicio de la campaña electoral, la represión contra la oposición ha aumentado significativamente. Según Foro Penal, desde enero se han registrado 125 detenciones arbitrarias de opositores, 103 de ellas vinculadas al partido Vente Venezuela y 78 ocurridas después del 4 de julio, cuando comenzó formalmente la campaña electoral. Además, desde Miraflores han ordenado bloquear autopistas y carreteras para detener la voluntad de un pueblo decidido a manifestar su decisión de acompañar a María Corina en sus concentraciones.

 

Por el contrario, con Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, Venezuela experimentará un renacimiento como un país inclusivo, donde todos tendrán cabida en un clima de paz, libertad y prosperidad.

 

Maduro rechaza la presencia de observadores internacionales de la Unión Europea, una medida vista como una clara amenaza de fraude electoral, a pesar de que la mayoría de los venezolanos (80%) desean democracia y libertad y solo una minoría (20%) apoya la continuidad del madurismo. Por lo tanto, no existe una verdadera polarización, sino una voluntad de cambio mayoritaria que ya ha decidido el futuro del país.

 

La comunidad internacional ha mostrado un firme compromiso de acompañar la lucha y defensa de la democracia. Este apoyo es crucial para asegurar una transición pacífica, ordenada y legítima hacia un gobierno democrático liderado por González Urrutia.

 

Es crucial que los gobiernos democráticos mantengan la presión sobre el régimen de Maduro para que respete la voluntad del pueblo venezolano. Observadores internacionales, como los enviados por Lula, el Centro Carter y la ONU, tendrán un papel vital en asegurar la transparencia del proceso electoral. La legitimidad de origen de cualquier gobierno debe basarse en elecciones limpias y justas, y Venezuela no puede ser la excepción.

 

La nación está a punto de un cambio histórico. La elección presidencial en Venezuela no es solo una oportunidad para elegir un nuevo presidente, es una llamada a la acción para que cada ciudadano tome el control de su destino, defienda su voto y haga respetar la soberanía popular.

 

El 28 de julio es un momento de esperanza y renovación para todos los venezolanos, tanto dentro como fuera del país. Con el apoyo y la vigilancia de la comunidad internacional, Venezuela podrá finalmente dejar atrás los años de represión y miseria, para avanzar hacia un futuro exitoso en el que el socialismo quede enterrado para siempre.

 

A pesar de que las cúpulas políticas y militares del régimen han acordado hacer lo necesario para declarar a Maduro como el ganador y no entregar el poder, hoy, más que nunca, es el momento de abrazar el potencial que representa 80% de la población que quiere cambio, que añora el regreso de su gente, que quiere poner fin a 25 años de destrucción y recuperar a esa Venezuela que alguna vez fue de los países más prósperos de la región.

 

Los próximos cuatro días serán decisivos. El futuro de Venezuela depende de la determinación, la sabiduría y el coraje de su pueblo, acompañado por María Corina y Edmundo González comprometidos con la democracia y la libertad.

 

 

Antonio de la Cruz 

Mano, tengo fe

Posted on: julio 10th, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

“La fe es la certeza de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve”. Hebreos 11:1

 

En un país donde la esperanza y la fe son necesarias para enfrentar los desafíos diarios, la frase «Mano, tengo fe» ha emergido como un símbolo de unidad y resiliencia. Originada como un meme en 2020 y popularizada entre los seguidores de la Vinotinto durante las eliminatorias para el Mundial de Fútbol 2026, esta expresión ha trascendido las barreras del deporte para convertirse en una herramienta poderosa en el ámbito político.

 

En los evangelios se relata cómo Jesús, en su propia tierra, no pudo realizar milagros debido a la falta de fe de su gente. Este hecho no solo sorprendió al Hijo de Dios, sino que también subraya una verdad esencial: los hechos extraordinarios y maravillosos, así como la transformación que pueden causar, están profundamente ligados a la fe de las personas. Hoy, Venezuela se encuentra en una encrucijada similar a la del Señor, donde creer en el cambio es crucial para el futuro. Y, en este contexto, la figura de María Corina Machado emerge como un símbolo de esa esperanza y humildad necesaria para la transformación de Venezuela.

 

María Corina, la líder de las fuerzas democráticas después de las primarias del 22 de octubre, ha contagiado a lo largo y ancho del país esa confianza tremenda que tiene en el cambio que conducirá al país a la prosperidad. Su lucha incansable contra una tiranía se asemeja a la batalla espiritual que requiere fe en tiempos de adversidad. Como Jesús enseñó, la verdadera fe no se trata de esperar milagros fáciles, sino de confiar profundamente en la justicia y la verdad, a pesar de las dificultades.

 

La humildad y la debilidad son conceptos que el mundo político a menudo rechaza, asociándolos con la derrota. Sin embargo, como nos recuerda san Pablo, la verdadera fortaleza consiste en vencer el temor y huir de la temeridad. María Corina Machado encarna esta enseñanza al reconocer abiertamente las debilidades y desafíos que enfrenta, no como signos de fracaso, sino como oportunidades para fortalecer su fe y su determinación de que “vamos a ganar”.

 

La líder de Vente Venezuela ha mostrado una clara conciencia de su lugar en la lucha por la libertad del país, comprendiendo que su papel, aunque significativo, es solo una parte del gran movimiento por el cambio que demanda la soberanía popular. Su humildad ante la magnitud del desafío es lo que la mantiene firme y centrada en sus objetivos.

 

Jesús, desde su nacimiento en un pesebre hasta su sacrificio en la cruz, es el ejemplo supremo de poder en la debilidad. Del mismo modo, el liderazgo de María Corina Machado no se basa en la fuerza bruta o el poder político convencional, sino en la fortaleza moral e integridad para enfrentar una lucha espiritual entre el bien y el mal. Su capacidad para permanecer firme en sus convicciones, a pesar de la persecución y las dificultades, es un testimonio de su compromiso con los principios de justicia y libertad.

 

El sacrificio de Jesús en la cruz es un acto de redención universal, un recordatorio de que el verdadero poder reside en el sacrificio por el bien de los demás. María Corina ha demostrado una disposición similar a sacrificar su seguridad personal y su bienestar por el futuro del país, lo que deja en evidencia su compromiso profundo con la redención y el bienestar colectivo.

 

Además, la Eucaristía, donde Jesús se manifiesta en formas humildes de pan y vino, nos enseña que la verdadera grandeza a menudo se encuentra en lo más simple. Así, el liderazgo de Machado, aunque a menudo desestimado por sus oponentes, representa una fuerza poderosa.

 

María Corina Machado nos recuerda que en tiempos de desesperación y lucha es precisamente este convencimiento de que sí se puede la que lo que conduce a una transformación real.

 

A tres domingos de la elección presidencial, la confianza en María Corina marca la diferencia entre la desesperación y la resiliencia. «Mano, tengo fe» no es solo una frase; es el reflejo de la tenacidad del pueblo venezolano, una manifestación de que esta vez se acabó el miedo y la unidad no tiene otra salida que la victoria. Este lema fortalece el tejido social y cultural de la nación que, a pesar de las adversidades, sigue creyendo en un futuro mejor, de la mano de Edmundo González y María Corina.

 

Al final del día, «Mano, tengo fe» es más que una simple consigna; se ha transformado en un grito de lucha, un recordatorio de que, juntos, los venezolanos podemos enfrentar cualquier desafío que se nos presente el 28 de julio.

 

Nuestra confianza en que lograremos el cambio que ansía todo el pueblo debe ser proclamada con la misma convicción con la que rezamos el Credo. Es en esta unidad que encontraremos la fuerza que nos permitirá superar los desafíos para reconstruir el país. En el liderazgo de María Corina Machado vemos un ejemplo vivo de cómo la fe, la humildad y la determinación pueden allanar el camino hacia el renacimiento de Venezuela.

 

“Mano, tengo fe”.

 

 

Antonio de la Cruz

 

¿Qué hay detrás del acercamiento a EE UU?

Posted on: julio 4th, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

“El soberano es el pueblo, que emerge del pacto social, y como cuerpo decreta la voluntad general manifestada en la ley”.

Jean Jacques Rousseau

 

Lo ocurrido en San Cristóbal, estado Táchira, el viernes pasado no fue simplemente una concentración más; fue un claro y contundente mensaje de soberanía popular. La multitud reunida dejó ver que no hay vuelta atrás, que el cambio no solo es posible sino una realidad. Una demostración de fuerza que se corroboró el domingo siguiente, con el simulacro electoral en el que el madurismo se topó con esa verdad que públicamente se ha empeñado en negar y que no es otra que la pérdida del poder.

 

El simulacro organizado por el CNE debía ser una oportunidad para que el oficialismo demostrara su capacidad de movilización del 1X10. Sin embargo, los resultados cuentan una historia diferente. Según cifras extraoficiales, el candidato de la oposición democrática, Edmundo González Urrutia, obtuvo más de 50% de los votos. Este resultado no solo es significativo por el apoyo al candidato de la Plataforma Unitaria Democrática, sino por lo que revela sobre los votantes. Empleados públicos y beneficiarios de los programas sociales del gobierno, quienes históricamente han sido bastiones del chavismo, han mostrado su descontento votando por la oposición.

 

Este giro en la lealtad del electorado demuestra que el control social del régimen sobre la población fracasó. Las promesas y amenazas que una vez aseguraron el respaldo de estos votantes ya no son suficientes. El mensaje es claro: se acabó el miedo.

 

Internacionalmente, las circunstancias tampoco juegan a favor del régimen. China, conocida por su política de no intervención en los asuntos internos de otros países, no se ha mostrado dispuesta a actuar para ayudar a Maduro en un golpe de Estado de facto. Además, Maduro se ha convertido en un socio incomodo cuando busca un conflicto con Guyana. Rusia, por otro lado, está inmersa en su propia crisis con la guerra en Ucrania y no puede desviar recursos y atención para sostener al régimen venezolano.

 

En este contexto, acorralado y sin una opción de fuerza que le permita mantener sus beneficios y garantías, Maduro toma una decisión inesperada: recurrir a Estados Unidos. La ironía es evidente. El régimen que ha vilipendiado tanto a la Casa Blanca ahora busca su apoyo para obtener garantías y salvarse, junto con sus aliados, de la justicia estadounidense, que acusa a varios de ellos de narcoterrorismo.

 

Este movimiento estratégico indica que el jefe del PSUV es consciente de su precaria situación. En lugar de enfrentar una segura derrota electoral, que podría resultar en un posible encarcelamiento, está buscando una salida que les permita seguridad personal y el desbloqueo de sus bienes.

 

La voluntad del pueblo y el fracaso del simulacro electoral han puesto en evidencia la fragilidad del régimen de Maduro. La soberanía popular ha hablado y su mensaje es firme: el cambio es un hecho. Mientras tanto, el juego geopolítico internacional no favorece al sucesor de Chávez, que se siente cada vez más aislado. En este contexto, cabría entonces preguntarse: ¿el anuncio que hizo Maduro el martes de la reanudación de las negociaciones con Estados Unidos es el último recurso desesperado al que decidieron apelar para mantener su libertad?

 

El pueblo de Venezuela ha mostrado su determinación y el cambio que tantos venezolanos anhelan ya se puede acariciar.

 

Antonio de la Cruz

 

La opinión emitida por los artículistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de Confirmado.com.ve

 

 

Un resultado electoral contundente impulsará el cambio

Posted on: junio 5th, 2024 by Super Confirmado No Comments

“El mayor peligro para la mayoría de nosotros no es que apuntemos demasiado alto y no alcancemos nuestra meta, sino que apuntemos demasiado bajo y lo logremos”.

Michelangelo

 

Claro y contundente. Un resultado electoral en las próximas elecciones presidenciales de Venezuela de esas características podría ser el eficaz «lubricante» que afloje las estructuras de poder aparentemente inamovibles que controla el madurismo, tales como el Tribunal Supremo de Justicia, la Asamblea Nacional, el PSUV y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

Aunque un resultado adverso para el régimen de Nicolás Maduro no signifique la pérdida total e inmediata del poder, representaría una señal inequívoca de la voluntad de cambio político del pueblo venezolano. Esto sería comparable a casos emblemáticos como los triunfos de Violeta Chamorro en Nicaragua en 1990 (55%) tras 11 años de gobierno de Daniel Ortega; de Lech Walesa en Polonia (74%) después de la caída del comunismo y del «NO» en el plebiscito de Chile en 1988 (56%) que puso fin a la dictadura militar de Augusto Pinochet.

 

Dentro de las filas del madurismo existen contradicciones evidentes sobre cómo manejar un hipotético resultado adverso en las urnas, cada vez más seguro.

 

La opción del oficialismo -Banda de los Cinco- de no entregar el poder se basaría netamente en el margen de la victoria del candidato de las fuerzas democráticas, Edmundo González Urrutia. Si es muy amplio será difícil de imponer la narrativa de un megafraude electoral ese día ante la opinión pública nacional e internacional.

 

Dado que el régimen de Maduro conoce la tendencia de los resultados electorales con bastante antelación gracias a sus propias encuestas, podría optar por suspender los comicios para evitar lo que algunos dicen que será una «masacre» electoral. No obstante, esta opción parece poco probable debido al costo que implicaría a nivel internacional la restitución de las sanciones a Venezuela.

 

La semana pasada, la jefa del Comando Sur, el secretario de Estado de Estados Unidos y los países del Caricom expresaron su apoyo al gobierno de Irfaan Ali ante un falso positivo de una agresión de Guyana a objetivos militares venezolanos, difundido oportunamente por la administración de Maduro que permitiría decretar un estado de excepción y en consecuencia postergar los comicios. Las tres alertas fueron un mensaje directo para el ministro de la Defensa y el Alto Mando Militar de Venezuela.

 

Recurrir a un conflicto con Guyana podría acabar en un caso como el de las Malvinas, una guerra no declarada oficialmente entre Argentina y el Reino Unido de diez semanas de duración en 1982 por la soberanía de las islas y que precipitó la caída de la dictadura cívico-militar argentina, la cual entregó el poder sin condicionamientos.

 

Por otro lado, dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana existen diferentes posturas frente a estos posibles escenarios, desde los soldados rasos hasta los oficiales de alto rango. A nivel de tropa se han escuchado voces que manifiestan su disposición a defender un eventual triunfo de Edmundo González Urrutia, incluso en un contexto de violencia provocado por una facción vinculada a actividades ilícitas como el contrabando de minerales, combustible y narcotráfico. En contraste, oficiales de mayor rango, como coroneles y tenientes coroneles, expresan que un acto de desobediencia dentro de la FANB podría justificarse en cumplimiento de la Constitución al respetar la voz del pueblo venezolano, en caso de que los grupos radicales vinculados con la Banda de los Cinco se nieguen a aceptar una victoria electoral de González Urrutia.

 

Por lo tanto, al régimen le queda infundir miedo para paralizar a los electores y disuadirlos de ejercer su derecho al voto, con la esperanza de reducir así la brecha de su derrota. Cierra negocios y hoteles; incauta camiones, sistemas de sonido, canoas y motores fuera de borda de gente que apoya a María Corina Machado, la esperanza del cambio político. Además, incumple su compromiso del Acuerdo de Barbados de invitar a observadores internacionales.

 

La narrativa oficialista es que no importa lo que se haga, no cambiará su decisión de seguir en el poder. Así pues, promueven la idea de que no vale la pena sufragar  si el voto no cuenta. Para sustentar esta narrativa, publican sondeos manipulados, en los que nadie cree, que les dan la victoria electoral. Sin embargo, saben que si la brecha es muy grande -la mayoría de las encuestas indican una diferencia de entre 30 y 40 puntos- la nación aceptará los resultados y se generará un proceso de transición que reducirá las condiciones y las garantías del régimen.

 

En consecuencia, si el régimen de Maduro insiste en negar la intención de cambio de la gran mayoría de los venezolanos incrementará  los costos que implicaría una eventual salida del poder, como la designación de nuevos funcionarios en cargos clave, la pérdida del control sobre medios estatales, cambios en la cúpula militar y la reestructuración de los poderes públicos. Ganar las elecciones no es suficiente, se requiere de un proceso de transición y entrega negociada del poder para garantizar la gobernabilidad en consecuencia con las mayorías.

 

En conclusión, un resultado electoral decisivo en las próximas elecciones presidenciales de Venezuela podría ser el motor del cambio tan anhelado por muchos. Este resultado contundente tendría el potencial de desestabilizar las estructuras de poder arraigadas del madurismo, generando un nuevo panorama político en el país. A pesar de las evidentes contradicciones dentro del régimen sobre cómo afrontar una potencial derrota en las urnas, es crucial considerar los costos implicados en una eventual transición del poder, incluida la designación de nuevos funcionarios y la reestructuración de instituciones clave.

 

La posibilidad de un «manotazo» electoral por parte del régimen de Maduro no solo representa un riesgo para su legitimidad, sino que también podría desencadenar consecuencias impredecibles que podrían debilitar aún más su posición. En definitiva, el futuro político de Venezuela está en juego y la forma en que se manejen los desafíos y las decisiones tomadas en los próximas 8 semanas serán determinantes para el rumbo del país.

 

Antonio de la Cruz

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