La situación política y económica de Venezuela limita la posibilidad del presidente Nicolás Maduro de romper las relaciones diplomáticas y comerciales con Colombia, a pesar de las duras críticas que los voceros del Gobierno han hecho contra el mandatario Juan Manuel Santos por reunirse con el líder opositor Henrique Capriles.
El fallecido presidente Hugo Chávez se caracterizó por reaccionar airadamente ante cualquier cuestionamiento procedente del extranjero y no le tembló el pulso para sacar a Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones ó de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por citar sólo dos ejemplos.
En el caso de Colombia, Chávez ordenó congelar las relaciones económicas y sustituir las importaciones provenientes de ese país en julio de 2009, luego de que el ex mandatario Álvaro Uribe pidiera explicaciones por un lote de armas vendido por Suecia a Venezuela que fue encontrado en manos de las FARC.
La decisión, sumada a medidas similares aplicadas durante otros impasses diplomáticos ocurridos entre 2008 y 2010, provocó que el comercio bilateral se redujera 78% en ese período (de 7,7 millardos de dólares a 1,7 millardos de dólares) y afectó duramente a Colombia, que tenía a Venezuela como segundo destino de sus exportaciones.
Diferencias. Pero las represalias de Chávez se dieron en un contexto distinto al actual. Políticamente, en julio de 2009 el ex presidente estaba casi en la mitad de su segundo mandato (2007-2013) y acababa de lograr que la enmienda constitucional para permitir la reelección indefinida fuese aprobada en referendo con 55% de los votos.
Maduro, en cambio, está comenzando un período presidencial que obtuvo al imponerse con una diferencia de apenas 1,5 puntos porcentuales en unos comicios que han sido impugnados por su rival ante el Tribunal Supremo de Justicia debido a más de 3.000 irregularidades cometidas antes y durante los mismos.
Desde el punto de vista económico, hace cuatro años el Gobierno se encontraba en una situación un poco más holgada a pesar de que el precio de la cesta venezolana de crudo y derivados estaba en 60,87 dólares, 39% menos que el promedio de 99,48 dólares que registró esta semana, según el Ministerio de Petróleo y Minería.
Las reservas internacionales ascendían a 31,1 millardos de dólares y la porción de estas consideradas líquidas sumaba 18,7 millardos de dólares, lo cual permitía cubrir 5 meses de importaciones. La deuda pública era de 50 millardos de dólares y el índice de escasez se ubicaba en 13,3%.
Ahora las reservas se redujeron a 26,2 millardos de dólares y sólo 3,1 millardos de dólares están líquidos, lo que equivale a 15 días de importaciones. Los pasivos del país se duplicaron para superar 100 millardos de dólares, mientras que la escasez trepó hasta 21,3% en abril, según el Banco Central de Venezuela.
Sin opciones. Las internacionalistas Beatriz De Majo y Elsa Cardoso consideran que los cambios ocurridos tanto en Venezuela como en Colombia durante los últimos años dejan a Maduro sin las alternativas económicas y políticas que tenía Chávez para presionar al país vecino.
“La situación económica del país es muy frágil y el desabastecimiento es muy grave como para presionar comercialmente”, dice Cardoso. “Colombia es el único que puede sacarle las castañas del fuego a Venezuela en materia agroalimentaria de manera expedita”, agrega De Majo.
Del otro lado de la frontera, además, ya no hay tanto interés por cobrar las deudas pendientes (uno de los motivos para normalizar las relaciones en agosto de 2010) ni tanta dependencia de las compras venezolanas, porque los empresarios colombianos han encontrado otros mercados para sus productos.
En el ámbito político, la participación de Venezuela –que era clave cuando Santos asumió la presidencia para convencer a los líderes de las FARC de sentarse en la mesa de negociaciones– no resulta imprescindible para continuar las negociaciones entre el Gobierno y la guerrilla.
“Ejercer presión con las conversaciones de paz, además de hacer quedar mal al país ante el resto del mundo, es exagerar el peso que Venezuela tiene en ellas. Las opciones de las FARC son limitadas”, explica Cardoso. “La reacción del Gobierno fue visceral. Creo que en una segunda etapa tendrán que pensarlo mejor”, señala De Majo.
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