“Cuando usted va con el flujo de la vida y escucha su intuición, a usted se le muestra lo que necesita saber por la increíble sincronicidad que lo rodea diariamente y lo guía, a través de las cortinas de humo y los salones de espejos”. David Icke
Oírlos hablar de elecciones y de reforma constitucional, luego del desconocimiento del resultado de los comicios del 28J y después de verlos convertir el acto de juramentación del pasado 10 de enero, en una comedia de poses, genuflexiones y engañifas, con imprecaciones y hasta santería, es sin dudas un mórbido e insolente irrespeto al ciudadano.
Aunque confieso que no me sorprendió lo que ha pasado, tampoco me pilló desprevenido el anuncio de convocatoria a elecciones y una pretensión de modificar la catatónica Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Se trata de distraer, aturdir, disuadir de un lado, con ese pote de humo y del otro, echar a andar la última fase del programa de desrepublicanización que emprendieron aquel ominoso 4 de febrero de 1992 y que ha lisiado, me temo, a la patria de Bolívar, a su memoria y al tuétano mismo del gentilicio.
Nada para mejorar la vida de los compatriotas. Seguiremos empobrecidos y empobreciéndonos cada día. Con salarios míseros, desprotegidos ante las diferentes contingencias que nos abruman al aparecer, viendo nuestra educación y a todos los niveles de esta derrumbarse, sin servicios públicos de calidad y sin garantía alguna de nuestros derechos humanos y, en especial, los derechos civiles, políticos, sociales, económicos que vienen siendo paulatinamente conculcados.
En la universidad, en la calle, escucho a los conciudadanos advertir que no tienen motivo, interés, convicción, por ir a votar y me pregunto si esa debe ser la actitud ante esta ciertamente angustiosa coyuntura que nos ha tocado en mala hora vivir. Trato de comprender más que sumarme o contradecirlos porque algo de amargura, desesperanza, catarsis en algunos creo notar, pero también detecto la prevalencia de la emoción que en nosotros los venezolanos siempre tiene prelación, antes que la razón.
No obstante, me viene al espíritu otro asunto para discernir. La reforma constitucional y su alcance, su propósito, sus consecuencias. Y no es que crea o confíe en que la consulta al cuerpo político soberano sería respetada, como no lo fue la elección presidencial; es que constato que sin aparente necesidad quieren rodearse de una legalidad basada en la ilegalidad y en la ilegitimidad, típico de los regímenes autoritarios, personalistas e ideologizados.
En resumen, pareciera que es parte de una maniobra que persigue desciudadanizarnos y peor aún, desrepublicanizarnos también, con el único propósito de perpetuarse en el poder y quizá, y lo afirmo en serio, constituir una dinastía, como un alumno me decía en clases en la UCV.
Sacarnos del escenario, que nos autosegreguemos y marginemos es la idea que tienen en mente, para luego “constitucionalizar” la satrapía y penalizar definitivamente la ciudadanía como ejercicio.
En efecto, si revisamos las leyes aprobadas recientemente encontraremos un común denominador, que preciso así: criminalizar la crítica, el desacuerdo, la disensión y para ello y como ariete, el miedo y el temor por el giro policial que ha tomado el Estado PSUV, sin pudicia, por cierto.
Desconfiar del CNE es lo racional, ausentarnos del espacio público es lo que nuestra emoción aconseja, pero ¿será lo más inteligente en esta hora? Un dilema nos enfrenta que incluye la resignación, la rendición, léase bien y quiero responder con una negativa firme: ¡No podemos ni debemos dejarlos hacer sin oposición!
Nelson Chitty La Roche
nchittylaroche@hotmail.com
@nchittylaroche