Reclaman con firmeza y valentía las organizaciones encargadas de representar y proteger a los profesionales de la prensa una explicación clara y confiable sobre lo sucedido con el periodista Jesús Medina, a quien se le detuvo por unas cuantas horas luego de acudir a la cárcel de Tocorón en compañía de dos corresponsales de la prensa extranjera.
Llegaron al tristemente célebre centro de reclusión ubicado en las inmediaciones de Maracay con la misión expresa de conocer la realidad de los centros penitenciarios de Venezuela. En ningún momento escondieron sus intenciones y mucho menos su profesión. De manera que las autoridades eran conscientes (o deberían serlo) de que relatarían, como es lógico, lo bueno y lo malo que presenciaran en el transcurso de su visita.
No se trataba de una misión ideada por el imperio porque, más allá de la paranoia madurista, los profesionales de la prensa saben que su responsabilidad quedaría en entredicho si se atrevieran a deformar o malinterpretar a su capricho la realidad que, ya de por sí, constituía un mosaico de lo malandro religioso en que los maduristas han intentado “convertir”, sin éxito, la terrible tragedia de las cárceles en una suerte de viaje a Disneylandia.
En todo caso, todo lo malo de las cárceles bolivarianas está dicho, grabado y filmado de múltiples y definitivas maneras. ¿Para qué molestarse con un tema tan trillado? Desde luego que no es para debilitar al régimen de Maduro y sus adláteres, que conocen este paquete chileno montado y aceitado por la Fosforito, que en cualquier parte grita a más no poder para ocultar su fracaso. No y varias veces no: eso está a la vista y es imposible ocultarlo.
Lo que quieren cobrarle, a primera vista, es algo que los pranes y los policías no soportan por nada del mundo: que los dejen en ridículo, que desafíen su mando y su autoridad, que los periodistas hayan sido tan hábiles para sortear todos los obstáculos y lograr su objetivo, que no era otro que hacer un reportaje los más objetivo posible y no parcializado, como le gusta y exige el régimen madurista.
Para desgracia de los corifeos de Maduro, la reacción de los ciudadanos, de los gremios, de los medios de comunicación y de las organizaciones no gubernamentales fue tan impresionante que dieron marcha atrás, aunque muy tarde para evitar que se le tomara prisionero, que se le ocultara a sus familiares y amigos y, desde luego, a la opinión pública. Se reprimía su derecho a la memoria y a sus obligaciones como periodista hacia la sociedad.
No nos debe extrañar que el amedrentamiento a sus familiares, a sus allegados y profesionales amigos lo obliguen a ser precavido y no mostrar la terrible realidad que tuvo que vivir. Conocemos esos métodos desde la centenaria Revolución rusa, especialista en catalogar de “agentes del imperialismo” a los lúcidos militantes y teóricos brillantes que fueron “liquidados” por Stalin.
El Ministerio Público, ahora en manos bandidas, dijo que “investigará el secuestro del periodista Jesús Medina, quien desapareció el pasado sábado y apareció la madrugada de este martes deambulando” en una carretera que une a Caracas con La Guaira. ¡Qué cinismo!
Editorial de El Nacional