Las luchas mundiales por la igualdad de la mujer han explotado en Chile en las universidades y tienen como protagonistas a las jóvenes. Luego de la muerte por violación de una niña de un año, de un abuso grupal a una mujer de 28 y el destape de las conductas impropias de un conocido director de televisión, las estudiantes universitarias chilenas son la punta de lanza de una nueva ola del movimiento feminista en el país sudamericano. Las movilizaciones comenzaron en abril en la Universidad Austral, en el sur del país, y en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, la institución pública de mayor antigüedad y prestigio, en reclamo por casos de abusos por parte de académicos hacia estudiantes y funcionarias. En cuestión de semanas, sin embargo, decenas de facultades de al menos 15 universidades se encuentran paralizadas o tomadas por sus estudiantes mujeres que exigen una educación no sexista. La fuerza del movimiento va en aumento con el paso de las horas.
«Es un nuevo impulso del movimiento de mujeres en Chile, pero a diferencia de lo que ha ocurrido en otras épocas, ahora se define claramente como feminista», explica Carmen Andrade, directora de Igualdad de Género de la Universidad de Chile. «El problema que está motivando las manifestaciones —la violencia y al acoso sexual que ocurre en las universidades— es profundo y sentido por todas. Existe una suerte de grito y denuncia masiva de decir: ‘¡Ya basta!’ Tenemos Ministerio de la Mujer, leyes de cuotas, pero el problema de la violencia hacia las mujeres en sus distintas manifestaciones persiste y está profundamente enraizado en la cultura», explica Andrade, en cuya universidad al menos unas seis facultades que están movilizadas.
Junto con los casos de abuso de mayor gravedad, las jóvenes han comenzado a destapar el sexismo que viven cotidianamente en las universidades, una expresión del machismo del que son víctimas en diferentes ámbitos de la sociedad. Las estudiantes de Derecho de la Universidad Católica, tradicional y conservadora, se adhirieron esta semana. En una carta firmada por 127 alumnas y que ha seguido sumando adherentes, relataban algunas de las frases que tienen que escuchar habitualmente en las aulas de la facultad. «Señorita, ¿qué hace con ese escote? ¿Usted vino a dar una prueba oral o a que la ordeñen?». «Hay que exigirles más a las mujeres feas porque las lindas, aunque tontas, igual encuentran marido. En cambio, a la fea y tonta no hay quién la aguante». «Señorita, hágame un favor y mejor agarre los cuatro palos que cuesta la carrera [cuatro millones de pesos chilenos] y váyase al mall». «Cuando el hombre ve a una mujer y siente ganas de violarla, no es más que un desorden de sus inclinaciones naturales».
La carta la escribieron dos estudiantes de quinto año. «En menos de 15 minutos teníamos recopiladas unas 30 oraciones dichas por nuestros profesores en clase y que nosotras escribimos en nuestros apuntes. Comentarios machistas, misóginos y discriminatorios. Es un reflejo de que hemos llegado a naturalizar la agresión y violencia que sufrimos de manera permanente. Profesores de nuestra facultad le llegan a dar fundamentos filosóficos al hecho de que la mujer debiera permanecer en la casa», relata Josefina Letelier, una de las impulsoras del movimiento en su facultad. Para Carolina Baeza, otra de las líderes, «Chile está viviendo un momento histórico, porque se está generando una conciencia a nivel nacional». «Es un movimiento transversal que ha convocado a personas que jamás habían adherido a una marcha por la educación. Trasciende todas las barreras políticas y rompe con la apatía», indica la futura abogada.
La desigualdad de género en la academia es evidente. Esta semana, justo cuando las movilizaciones feministas marcan la agenda nacional —con tertulias en los medios de comunicación, debates en las redes sociales y portadas de diarios—, circuló una fotografía del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH) que dejó de manifiesto que no existe ninguna mujer entre las 27 líderes este grupo de universidades estatales y públicas. «Una universidad es como un pequeño país dentro de un país», señalaba Carla Cordua, una de las filósofas chilenas más importantes, en el libro #LasNiñasPueden, publicado hace un par de semanas. «Los cargos de poder, que son los decanatos, las rectorías y las presidencias, son siempre para hombres. Si revisas una universidad grande, como la Universidad de Chile, ¿cuántas decanas hay?», reflexionaba la intelectual en la publicación que conmemoraba los 15 años de la organización privada Comunidad Mujer, que promueve los derechos y los avances en la igualdad.
El pasado viernes, el movimiento #NiUnaMenos convocó a una marcha en Santiago contra la cultura de la violación. Unas 20.000 personas llegaron hasta la Alameda, la principal avenida de la capital chilena, para protestar contra la violencia hacia las mujeres, en defensa de los derechos sexuales y reproductivos y para reclamar por mayor representación. «Lo que el pueblo necesita, es un Chile feminista. Porque el pueblo está cansado del violento patriarcado», gritaban las asistentes, en su mayoría mujeres jóvenes. Las feministas históricas les han dado su apoyo a las que toman la posta a través de una carta pública: «Felicitamos que ustedes continúen la lucha que distintas olas de feministas han dado en el país y en el mundo».