«El artículo más costoso es el que más escasea». Con esa premisa, Benita González, vendedora del Mercado de Quinta Crespo ilustra la distorsión, que puertas adentro domina la dinámica de una economía de la cual se saben víctimas las familias asiduas a los establecimientos municipales de la ciudad. Sitios donde, afirman compradores, se imponen la especulación y la arbitrariedad, pese a los controles de precios establecidos por el Ejecutivo.
Al igual que en Quinta Crespo, usuarios consultados aseguran que los mayoristas de Coche, Catia, Guaicaipuro, Chacao y otros espacios no menos importantes en Caricuao, El Junquito, 23 de Enero, Macarao y La Vega existe un mercado negro que se robustece con las restricciones de una economía en crisis. Arnoldo Guerra se desempeña como mesonero en un reconocido restaurante de Libertador y dice que percibe dos salarios mínimos mensuales, pero está lejos de completar un cuarto de la cesta básica.
«Tengo una familia que alimentar, dos hijos y mi mujer, y es poco lo que puedo comprar. Un kilo de lentejas me cuesta 6 mil bolívares en Quinta Crespo y si consigo pasta o arroz a sobreprecio, debo gastar por lo menos 9 mil bolívares para comer una vez», relató a las afueras de ese recinto.
En Coche, un kilo de harina de maíz precocida oscila entre 2.000 y 3.000 bolívares, al margen de los Bs 190 fijados en mayo por la Superintendencia de Precios Justos. «No hay quien controle ni regule. Los buhoneros hacen lo que quieren y la Guardia Nacional les cobra vacuna o recibe alimentos de ellos para permitir la venta de productos básicos»,
denunció la usuaria Maricela Rosales.
La situación se presenta pese a la prohibición de la venta de rubros básicos a través del comercio informal. Se trata de una medida implementada hace dos años, en la Gaceta 40.526 de octubre de 2014.
Entre los alimentos restringidos a los manteleros destacan aceite de maíz, arroz, café, harina, leche, azúcar, mantequilla, pasta, huevos, mayonesa, salsa de tomate y carnes. La medida además se hizo extensiva a los medicamentos y otros productos, pero nada de ello se cumple en los recintos municipales, donde incluso los concesionarios y compradores son partícipes de un mercado negro fundamentado en la necesidad más básica: el hambre.
Una situación que el Gobierno nacional pretende paliar con un aumento en escalada de sueldo que, según coinciden economistas, se hace insuficiente y distorsiona aún más los precios. Es así como el incremento de 50% del salario mínimo y 128% del ticket de alimentación, anunciado en días pasados, ya ha ocasionado efectos en la economía.
En Chacao y Coche, al igual que en los predios de las estaciones de Metro Petare, La Hoyada, Capitolio y Pérez Bonalde los bienes de uso personal se exhiben sobre cartones y tarantines improvisados que hacen de esos sitios una opción expresa, pero costosa, para la adquisición de desodorante, jabón, champú y afeitadoras. Los precios de esos productos oscilan entre Bs 900, si se trata de un jabón azul, y hasta Bs 4.500, en el caso de los artículos para el cabello.
Maricarmen Montero, quien acude con regularidad a Chacao, considera que la coyuntura es reflejo de una realidad paralela que, por un lado, ofrece productos regulados a los que pocos tienen acceso y a su vez existen bienes muy caros que otros no pueden comprar.
Voceros del Frente de Trabajadores No Dependientes afirman que la crisis está llevando a los mercados de Caracas a la quiebra.
Caterina Macario, presidenta del Instituto de Mercados de Chacao, cuyos espacios reciben a más de 72.000 personas al mes, expone que los municipios no tienen competencias sobre los precios. «Sólo generamos espacios para que se hagan las transacciones. El Estado quien se encarga de las regulaciones», concluyó.
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