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Vamos a votar

El 15 de octubre se realizarán las elecciones de gobernadores. Éstas han debido efectuarse en diciembre de 2016 y porque el PSUV habría recibido una paliza en esos comicios, la señora Tibisay Lucena pospuso esas elecciones y generó una crisis política que derivó en una brutal represión durante marzo y julio de 2017, con un saldo lamentable de más de cien personas asesinadas. Venezuela es el único país del mundo donde las elecciones no tienen un calendario establecido, sino que todo está sujeto a la voluntad del PSUV y su comisión electoral, encabezada por Lucena y solamente cuando este partido ha medido y estima que puede ganar o minimizar su derrota, es que se anuncia la fecha de las elecciones.

 

 

 

A fuerza de protesta callejera y acciones diplomáticas se le logró arrancar al PSUV el llamado a elecciones regionales las cuales se están realizando con el más absoluto descaro, sin que se tenga claramente establecido un cronograma, con un ventajismo exacerbado al ponerse a la orden del PSUV toda la deteriorada maquinaria financiera del Estado. Lo último ha sido la creación de las llamadas Zonas Especiales de Desarrollo en cuyas cabezas están los candidatos del PSUV en los estados y además son estos mismos sujetos los responsables de repartir las bolsas de comida. Cuando una denominada revolución tiene que llegar a esto, es porque algo no anda bien y lo que anda mal es el apoyo popular al gobierno de Maduro, quien se desenvuelve en medio de una especie de cataclismo social que ha llevado a la ruina a Venezuela y a una situación de verdadera hambruna a los venezolanos.

 

 

 

Le toca a los candidatos de la Unidad Democrática la difícil tarea de vencer una cierta tendencia abstencionista que puede hacer mucho daño en estados donde la disputa es cuerpo a cuerpo. La abstención es una especie de laberinto que después que uno se mete no encuentra cómo salir. Ya pasamos en 2005 por ese trauma y luego costó mucho recuperar la confianza en el voto, ante un régimen que hace todo para desmotivar la participación. El mejor escenario para el gobierno es que la gente se quede en su casa y que el descontento no se exprese mediante el voto. Nuestra obligación es que el pueblo salga a votar y que vea la elección de nuevos gobernadores como parte del largo camino hacia el cambio.

 

 

 

Los gobernadores a ser electos no serán simples conserjes de sus entidades federales sino principalmente agentes de cambio, que es lo que en definitiva desea el pueblo. Tocará sortear todo tipo de obstáculos porque las transformaciones sociales son así, costosas y difíciles. Todos los ciudadanos venezolanos estamos obligados a votar para cambiar. El voto antecede al cambio. A nada le teme más un régimen autoritario que a un pueblo decidido a cambiar y a votar.

 

 

José Guerra

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