A la Unidad, el activo principalísimo de la alternativa democrática venezolana, le llega la hora de la verdad. Hay que cuidarla y, para cuidarla bien, renovarla. Las claves son sinceridad, seriedad y responsabilidad. Sinceridad para evaluar lo logrado y lo perdido, de modo de saber dónde estamos. Y sinceridad a la hora de definir si vamos a seguir adelante juntos, como deberíamos. La sinceridad, por definición, es humilde, nunca arrogante.

Seriedad para analizar escenarios reales y ofrecer a la gente caminos eficaces y sensatos. No hay audacia mayor que esa. Los saltos al vacío, las calles ciegas, los vamos a darle y ya veremos qué pasa, pueden ilusionar hoy, pero son amarga frustración dentro de un rato. Responsabilidad para asumir lo sincera y seriamente acordado, y transmitirlo y ejecutarlo con coherencia. Coherencia entre palabras y actos, coherencia entre ideas y actitudes. Discutamos todo eso entre nosotros.

No contra nosotros. Todos hacemos falta. Nadie sobra. A menos que no sea capaz de ser sincero, serio y responsable. Ese es nuestro mínimo vital. La verdad no es una habilidad ni una viveza para quedar bien y hacer a otros quedar mal. La verdad requiere un coraje que trasciende a la foto y a la frase. Tenemos presos que nos duelen, procesados, exilados, perseguidos. Millones que esperan de nosotros guía y un país al que aspiramos sacar de este marasmo y conducirlo hacia la paz y el progreso en libertad.

Adolfo Suárez, un ejemplo especialmente válido en nuestras circunstancias, dijo «Creo que nadie, en política democrática, posee la verdad absoluta. La verdad siempre implica una búsqueda esforzada que tenemos que llevar a cabo en común, desde el acuerdo de vivir y trabajar juntos.” Toca decidir entre hablarnos a nosotros mismos y complacernos en desahogar nuestro descontento y ganar aplauso en sectores de nuestro público, o dirigirnos al país entero.

Ramón Guillermo Aveledo