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El insulto de la Meléndez

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El insulto de la Meléndez

Dice la ministro Meléndez: Pediremos la cédula para entrar al supermercado.

 

Pensemos un instante en qué hubiéramos hecho nosotros los venezolanos si tal cosa hubiese sido dicha por un ministro de Betancourt, CAP o Caldera. ¿Nos hubiéramos tragado tamaña bofetada, sin ir a las calles? Durante esos períodos democráticos la sociedad venezolana parecía estar mucho más consciente de su dignidad colectiva de lo que está hoy.
Hacer este brevísimo ejercicio mental serviría para apreciar el inmundo pantanal en el cual está la Venezuela de Chávez y Maduro, una Venezuela manejada por una pandilla podrida en cuerpo y alma.

 

¿En cual país, que no sea el más atrasado, o regido por un loco como el de Corea del Norte, o por déspotas como los de Zimbabue y Siria, piden a un ciudadano la cédula de identidad para ir a un mercado?

 

No puede ser que el país se quede en silencio ante esta barbarie y estupidez. Como bien dice un comentarista de Noticiero Digital, en Venezuela se les exige a los ciudadanos la cédula para entrar a un mercado pero no se le exige al que funge de presidente de la república, de quien se asegura que no es venezolano. Su partida de nacimiento está celosamente guardada junto a la partida de defunción del comandante galáctico. ¿No les parece esto absurdo?

 

¿Qué espera el país para expulsar a estos seres ante-diluvianos del poder? Mientras los Maduro-Flores se pasean por la muralla china, envueltos en hamacas y enviando besitos a sus amigos por Facebook, a un costo de casi dos millones de dólares, el país se ha derrumbado debido a la desidia, corrupción e ineptitud de la pandilla.

 

Uno se pregunta: ¿qué correrá por las venas del generalato, aparte de estupefacientes? Una fuerza armada de comiquita, que tiene más de mil generales y almirantes, permite que un grupo de analfabetas se apodere del poder para hundir a la nación, a cambio de recibir automóviles, viviendas y un aumento salarial del 45%.

 

Uno se pregunta: ¿de qué estarán hechos los miembros del Tribunal Supremo de Justicia, los de voz atiplada y los miembros del llamado Poder Ciudadano, quienes, ya más que cómplices, son miembros activos de la pandilla? Es necesario advertirles que ellos incitan a la violencia, porque un país sin justicia es un país donde la gente eventualmente tenderá a hacerse justicia por su propia mano.

 

Uno se pregunta: ¿hasta cuándo estarán algunos compatriotas tratando de apuntalar al régimen desde las filas de la oposición? Ya hieden los llamados al diálogo en una etapa trágica en la vida del país, cuando es aparente que el régimen aprovecha cada minuto para perpetuarse en el poder y cuenta para ello con sus “aliados” por omisión enquistados en la oposición.

 

Este requerimiento de la ministro amiga de Raúl Castro debería ser enfrentado con la señal de costumbre.

 

Gustavo Coronel

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