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De Macondo a Sibucara

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De Macondo a Sibucara

Así como hay una enorme distorsión en la economía como suelen analizar los economistas, la vida del venezolano igualmente transcurre en una especia de «tierra de nadie» o tal vez mejor, en un mundo distorsionado, para alinearnos con los perceptores de la viada económica del país.

 

 

Una colega y amiga articulista, Thays Peñalver, suele llamar a esta Venezuela del socialismo: «Macondo», a modo darle alguna connotación un poco menos cruel, a algo tan opuesto a la razón como lo que se vive en las calles venezolanas. Así nuestra amiga de alguna manera le agrega poesía, al darle una dosis del realismo mágico que inmortalizó Gabriel García Márquez, a un país que no puede entenderse sino como un territorio secuestrado por el afán destructivo, que tiene su asiento en la ignorancia y la corrupción descarada. La ideología que la originó solo es un manto en el que se refugian los más bajos valores que se han esparcido por nuestra tierra.

 

 

Las historias diarias que todavía circulan en los medios y redes sociales, narran los sucesos de un país que perdió la razón de ser, junto a otro construido por los medios oficiales que sólo existe en el reducido ámbito de los dueños del poder y sus escoltas.

 

 

El pasado miércoles a las dos y treinta de la tarde, una poblada de un lugar olvidado que se llama Sibucara fue noticia. Tal poblado, que haría ver al Macondo que reivindica nuestra amiga articulista como una urbe del primer mundo, hizo un alto en su vida de sobrevivencia y asaltó e incendió el puesto de la Guardia Nacional Bolivariana, de aquella región zuliana. Los guardias despavoridos desaparecieron del lugar mientras la turba arrasaba con todo lo que estaba en el puesto. A martillazos rompieron las paredes mientras un poblador exponía como trofeo, el estandarte del puesto militar, con todo y consignas en donde ese cuerpo se vende como «protector del pueblo».

 

 

Al parecer los pobladores llegaron al límite de la tolerancia ante el matraqueo, los allanamientos en sus caseríos buscando las «caletas» donde presumen, la gente oculta productos regulados, y el saqueo de sus bienes, cuando no hallaban los alimentos escondidos.

 

 

Uno de los más importantes anuncios presidenciales de los últimos días ha sido «el plan antibachaqueo», entendido por las autoridades como un parte militar «para combatir la economía criminal de sabotaje económico» según las palabras del máximo jefe de la revolución.

 

 

No sabríamos precisar si estos conceptos serían claramente entendidos por los funcionarios que prestan su patriótico servicio en Sibucara, pero lo cierto es que como «guerra» al fin y al cabo, se asume que todo está permitido y para ello no es necesario apoyarse en leyes, instituciones o tribunales para que los procedimientos tengan un contexto civilizado e institucional. De modo que en Sibucara se retrata el país bolivariano en donde desparecen las fronteras entre ciudadano, bachaquero y autoridad cuando la sobrevivencia debe resolverse a palos.

 

 

Así que en Sibucara, un poco menos sublime que en Macondo, el realismo mágico asume una dimensión extrema donde la civilización ha desaparecido sin que hayan transcurrido 100 años para ello.

 

 

Francisco Olivares

@folivares10

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