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Hambre, goles y presos

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Hambre, goles y presos

 

Mientras los venezolanos sentimos una sincera alegría porque un deportista como Juan Arango, futbolista de rango internacional, llega a su país para asistir al estreno de un documental que retrata su vida y sus triunfos, su lucha incesante y su gran valentía para superar todos los obstáculos que se oponían a su éxito profesional, en esta misma Venezuela empobrecida y hambrienta llueven las malas noticias y crece el pesimismo, el terror y la violencia policial y militar contra los ciudadanos.

 

 

 

Nuestra imagen de país arruinado y saqueado por una camarilla civil y militar recorre el mundo entero, y resultan falsas y fraudulentas las acusaciones en el sentido de que detrás de todo esto está el imperialismo, la guerra económica y la oligarquía. Lo que hay, sin dudas al respecto, es una república destartalada y asfixiada por ladrones de cuello rojo.

 

 

 

Basta con observar la manera en que viven los jerarcas del oficialismo, rodeados de lujos y comodidades, y compararlas con la pesadilla que sufren los habitantes de los barrios y las urbanizaciones en cualquier parte del país. Otros de estos líderes rojitos viven en el exterior no propiamente de sus sueldos de diplomáticos, sino de las riquezas que acumularon en el delictuoso  desempeño de sus altos cargos.

 

 

 

Por ello es que nuestro jugador estrella del fútbol y ex capitán de la Vinotinto,  que se ha sudado duramente lo que tiene para vivir, dice sentirse entristecido por lo que ve a su alrededor cuando viene a Caracas. “Venezuela está deteriorada. Como venezolano que vive en el exterior me siento triste por lo que veo en las calles cada vez que vengo a visitar a mi familia”, afirma Juan Arango en declaraciones a la prensa, y tiene razón al decirlo de frente y con valentía. Nadie puede permanecer indiferente ante este desastre imparable.

 

 

 

Hay que agregar que Arango posiblemente no está enterado de todas nuestras tragedias cotidianas, como el deterioro moral y físico a que está siendo sometida nuestra juventud, parte de la cual está en prisión acusada injustamente por delitos que no han cometido, y que permanece en celdas inhóspitas más propias de las dictaduras de Pinochet o los hermanos Castro. En Venezuela, de acuerdo con estimaciones de la ONG Observatorio Venezolano de la Violencia, “en el año 2015 hubo 82 asesinatos por cada 100.000 habitantes, la segunda cifra más alta del mundo”, como bien informa la agencia Efe.

 

 

 

Arango quizás no sabe, y es lógico que así sea pues vive de jugar fútbol profesional en Nueva York, que hace poco 14 militares fueron detenidos por su presunta participación en una masacre de una docena de campesinos y trabajadores, ninguno de los cuales tenía antecedentes policiales y mucho menos habían sido capturados en flagrancia, es decir, que fueron víctimas de una política represiva denominada OLP, llevada a la práctica por el ministro de Interior, Paz y Justicia, general por más señas y que evidentemente desconoce lo que es paz y justicia.

 

 

 

El defensor del pueblo, Tarek William Saab, ha sido tajante en su denuncia: 11 sargentos, un teniente coronel, un mayor y un capitán, están detenidos  “por la comisión de los hechos punibles de violación a los derechos humanos”.

 

 

 

Editorial de El Nacional

 

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