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El horror de un documental

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El horror de un documental


 
 La academia fomenta el debate para generar conocimiento. El que no entienda esta premisa es porque no ha tenido un alma mater que le inculque lo importante y fundamental que es el pluralismo y la tolerancia. Hay personas que han pasado por una casa de estudios, pero nada les ha quedado. En este último grupo se ubican los que sin tapujos acaban con la democracia de un país y pisotean sus universidades.

 

 

Para esa gente, prohibir, cancelar, censurar es lo normal. Acabar con la autonomía de pensamiento E instaurar un solo discurso son prácticas cotidianas. Por eso, cuando la Universidad Simón Bolívar organizó la proyección del documental Chavismo: la peste del siglo XXI, tuvieron que buscar un juez que fuera capaz de firmar una orden para evitar que la comunidad universitaria lo viera.

 

 

El documental hecho por Gustavo Tovar-Arroyo cuenta el origen, desarrollo e instauración del chavismo en Venezuela y sus terribles consecuencias tanto para el país como para la región. Se trata de un esfuerzo de años de trabajo en el que se analiza el monstruo desde sus entrañas, desde su gestación, con voces tan autorizadas como Mario Vargas Llosa, Luis Almagro, Oscar Arias, pero también algunos que estuvieron al lado del propio Hugo Chávez y que se atrevieron a contar lo que vivieron.

 

 

Las imágenes son duras, porque dura y cruel ha sido esta etapa de la historia contemporánea venezolana. Es un audiovisual que retrata la rudeza con que este régimen ha sacudido a la sociedad venezolana, un trabajo hemerográfico importante que muestra una realidad que no puede ser disfrazada.

 

 

Eso es lo que la juez que firmó la prohibición no quiso que se viera. Pero es también lógico pensar que no firmó ese oficio por iniciativa propia, sino cumpliendo órdenes, como buen soldado. Con esta acción el régimen cree que se salva de que el mensaje de Tovar-Arroyo sea transmitido. Pero la censura es un bumerán y ya a estas alturas de dictadura deberían estar claros en eso.

 

 

La película, que está disponible en Internet, ha sido vista hasta ahora en 24 países, 71 ciudades y 22 universidades de todo el mundo. En mayo pasado, la misma USB la proyectó en su sede del Litoral. Entonces, ¿cuál es el miedo?

 

 

Por allí algún personero de esos que como borregos balan de acuerdo con lo que les manda el régimen afirmó que la película era muy fea y que no vale la pena verla. Los que la han visto podrían contestarle que en efecto es horrible, porque retrata con material periodístico la realidad de lo que diariamente se ha vivido en Venezuela en los últimos 20 años.

 

 

Y se puede ir más allá. Es tan terrible como ver a niños comiendo de la basura, a ancianos muriendo en los hospitales por no contar con el tratamiento, a cientos de manifestantes tragar bombas lacrimógenas, a opositores recibir golpes y balas en la cabeza. Y eso se ve todos los días desde hace dos décadas en este país.

 

 

Por más que lo escondan, Chavismo: la peste del siglo XXI aún se evidencia en cada esquina y en cada rincón de Venezuela. Pero cerca está el día en que solo lo veamos en un documental.

 

 

Editorial de El Nacional

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