El 10 de septiembre de 1996, participando como becario en el Programa de Naciones Unidas para el Desarme y Control de Armamentos, estuvimos presentes en la sala de la Conferencia de Desarme en Ginebra donde se celebró la firma del Tratado Comprehensivo para la Eliminación de los Ensayos Nucleares (CTBT, por sus siglas en inglés). Fue un día muy emotivo de celebración entre los delegados, las autoridades de la ONU y quienes asistimos como invitados especiales en ese histórico recinto puesto que se ponía fin a una de las grandes preocupaciones de la comunidad internacional.
Veintinueve años después de ese hito en el desarme mundial, las nuevas realidades geopolíticas signadas por las tensiones y los conflictos con tres grandes potencias nucleares como lo son Estados Unidos, Rusia y China, están erosionando la arquitectura construida con tanto esfuerzo en prácticamente todas las categorías de armas, tanto las de destrucción en masa, como en las convencionales, incluidas las minas antipersonales y armas pequeñas y ligeras.
El quebrantamiento de las normas en la materia ha venido acompañado de cambios doctrinarios en políticas exteriores y militares que anticipan un mundo más conflictivo: Rusia ha declarado a Occidente como enemigo; China, su intención de extender su influencia hasta la gobernanza global para imponer sus reglas; y Estados Unidos, ejerciendo la diplomacia de la fuerza, llegando incluso a realizar cambios conceptuales como renombrar a su Departamento de Defensa como Departamento de Guerra.
Ante las constantes declaraciones de autoridades rusas en relación con el mejoramiento de sus capacidades nucleares y misilísticas, ya han respondido Inglaterra y Estados Unidos anunciando reciprocidad. China, por su parte, ya viene aumentando sin mayores declaraciones su flota de submarinos nucleares, mientras otros como Corea del Norte desafían impunemente a la comunidad internacional con desarrollos en la materia y demostraciones de manera regular.
En el caso de los ensayos nucleares, prohibidos en el artículo primero del CTBT que reza: “Cada Estado Parte se compromete a no realizar ninguna explosión de ensayo de armas nucleares o cualquier otra explosión nuclear y a prohibir y prevenir cualquier explosión nuclear de esta índole en cualquier lugar sometido a su jurisdicción o control”, es sumamente preocupante, no solo por sus implicaciones en cuanto a la paz y seguridad internacionales, sino porque representan un peligro en materia de salud, medio ambiente e incluso hay estudios que indican que pueden originar terremotos y tsunamis con las catastróficas consecuencias que ello implica para la humanidad.
Frente a este panorama tan desalentador en materia de paz y seguridad, los Estados tienen una oportunidad de expresar sus preocupaciones y alzar su voz en contra de la carrera armamentista y las violaciones de los acuerdos, así como sus consecuencias durante la 11ª Conferencia de Examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) que está prevista para 2026 y cuyos comités ya están sesionando.
Nosotros los latinoamericanos, como habitantes de una zona libre de armas nucleares conforme al Tratado de Tlatelolco de 1967, tenemos la fuerza moral y la responsabilidad de actuar con firmeza en estos asuntos más allá de las diferencias ideológicas que hoy dividen al continente.
William Santana












