William Anseume: Acerca de la hallaca «venezolana»

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William Anseume: Acerca de la hallaca «venezolana»

Observo con algo de espanto y grima, impropia de la comida, cómo recurrentemente a la hallaca le endilgan el remoquete final de «venezolana». Redundancia innecesaria en la mayoría de los casos, porque ese plato, ese paquete comestible, no es de otro lugar del mundo sino de Venezuela, así nuestros conciudadanos la estén elaborando, vendiendo y compartiendo en todas partes del mundo. No existe la hallaca peruana, ecuatoriana, u Holandesa. No.

De hecho, el Diccionario de la Real Academia lo aclara en su entrada, de entrada: venezolanismo. Pero, ¿cuándo la redundancia aclaratoria luce necesaria? Cuando se re-quiere reafirmar a los otros la pertenecía del plato. Cuando se requiere identificar nuestro gentilicio con el paquete envuelto en hojas verdes naturales. Esto es nuestro y aquí te lo entregamos con nuestro amor decembrino, familiar, colectivo, ahora expandido por el mundo, no exactamente porque así lo hemos querido en realidad, sino porque nos han impuesto esa regadera de gente por otros lares.

¿Pero en Venezuela, decirle a la hallaca «venezolana», como mostrando a un policía la cédula de identidad? No mi vale, no. He escuchado con cierta alarma la extensión de esa frase en programas y tiradas de influenciadores aquí; hasta la leído. Es como decir: «en Venezuela vivimos los venezolanos». De cajón, dirían los chamos de mi época juvenil para evidenciar la evidencia, ya que redundamos queriendo o sin querer o sin querer queriendo, como expresaba El Chavo.

¿Alguien dice, acaso, patacones maracuchos o zulianos? ¿Para qué ese tan extraño apellido que disuena? Al parecer la arepa sí hay que defenderla de los colombianos que han querido apropiársela como suya, con variantes riquísimas. Ahí sí es preciso indicarle al mundo la singular pertinencia. La arepa es venezolana. Aunque haya versiones de otros lugares. Es nuestra y punto. Pero la hallaca no necesita mi merece aclaratoria de partida de nacimiento. Es colonial y nuestra, reafirma nuestra nacionalidad y el cada vez más justamente desplazado nacionalismo. Que sea riquísima e inimitable es otra vaina.

Por cierto, se aceptan sus dos representaciones gráficas de los sonidos: hallaca o hayaca, para los encantados con las correcciones exageradas, desproporcionadas e inútiles. Habría que indicarle a los amigos de la Real Academia que no es exactamente sinónimo, por cierto, sino una variante grafemática en una sola de sus partículas escriturarias. Es lo mismo escrito de otro minúsculo modo, no un sinónimo. Pero es apenas un detalle sin mayor importancia. Se me tuerce la boca, sí, si digo: «hallaca venezolana».

 

William Anseume

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