La evolución de la forma en que cocinamos ha sido un viaje fascinante que refleja grandes cambios en nuestra relación con la energía. Desde el uso de carbón y leña hasta la adopción del gas licuado de petróleo (GLP), hemos sido testigos de una transformación que ha mejorado la calidad de vida en nuestros hogares. Sin embargo, al mirar hacia el futuro, es imperativo considerar cómo el gas natural puede desempeñar un papel fundamental en la transición energética de países como Venezuela.
El descubrimiento del GLP a principios del siglo XX marcó un punto de inflexión en la cocina moderna. Walter Snelling, un químico estadounidense, logró licuar y almacenar gases derivados del petróleo, lo que facilitó su uso doméstico y revolucionó la manera de cocinar. Los cilindros de gas se convirtieron en un símbolo de practicidad y modernidad, permitiendo a las familias disfrutar de energía portátil y limpia. Sin embargo, a pesar de este avance, la realidad energética de Venezuela presenta un panorama complejo.
A pesar de poseer vastas reservas de gas natural, la producción en Venezuela ha sido errática y ha enfrentado numerosos obstáculos económicos, técnicos y sobre todo política real en materia de Hidrocarburos. La política energética del país ha estado históricamente centrada en el petróleo, dejando de lado el potencial del gas natural como una fuente clave para diversificar la matriz energética. Esta falta de atención ha llevado a una crisis energética crónica, donde el gas natural podría haber jugado un papel crucial en la generación de electricidad y en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos.
La infraestructura necesaria para la explotación del gas natural es uno de los pilares fundamentales para garantizar la seguridad energética del país. A pesar de los esfuerzos realizados en la construcción de plantas de procesamiento y redes de transporte, el deterioro por falta de mantenimiento, políticas erradas en materia Energética ha limitado su capacidad operativa. Esto no solo pone en riesgo la producción, sino que también perpetúa un ciclo vicioso que afecta tanto a los hogares como al desarrollo industrial y económico.
Los intentos de asociarse con empresas extranjeras para revitalizar el sector gasífero han sido frustrados por una economía tambaleante y un rumbo energético incierto. La falta de acceso a tecnología y capital extranjero ha aislado a Venezuela en el ámbito energético, perdiendo oportunidades valiosas para invertir en un recurso que se posiciona como esencial en la transición hacia fuentes más limpias y sostenibles.
Es evidente que la dependencia del petróleo ha llevado al país a una crisis energética crónica. En este contexto, el gas natural no solo representa una alternativa viable para diversificar la matriz energética, sino que también podría ser un motor para el desarrollo económico. La necesidad urgente de diversificación energética nunca ha sido tan evidente.
La evolución en la forma de cocinar nos ha enseñado sobre la importancia de adaptarnos y buscar alternativas más limpias y eficientes. De manera similar, Venezuela debe replantear su enfoque energético y aprovechar su potencial gasífero para asegurar un futuro sostenible. La inversión en infraestructura, junto con una gestión adecuada y apertura hacia asociaciones estratégicas reales , son pasos cruciales para salir del estancamiento actual y construir un camino hacia una mayor seguridad energética y desarrollo económico. La historia del gas natural en Venezuela aún está por escribirse, pero es hora de tomar decisiones audaces que nos lleven hacia un futuro más brillante.
Bitácora Energética
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