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Trump y Biden: Dos visiones económicas opuestas

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Trump y Biden: Dos visiones económicas opuestas


 
 
 Nunca antes en la historia de EEUU hubo dos proyecciones tan diferentes sobre la economía estadounidense

 
 
 
 El presidente Donald Trump saluda antes de entrar al Air Force One. El primer mandatario ha destinado su mansión en el caribe para el alquilar. 

 

 

AFP/Saul Loeb

 Por Leonardo Morales

Diario Las Américas

 
El candidato demócrata a la presidencia Joe Biden habla en el teatro The Queen, en Wilmington, Delaware, el jueves 5 de noviembre de 2020. 

AP /Carolyn Kaster
 
 
 
MIAMI- La economía de Estados Unidos disfrutaba de una salud envidiable antes de la pandemia con las medidas asumidas por la administración del presidente Donald Trump, que cumplió en los cuatro años de su Presidencia con la mayoría de sus promesas de campaña.

 



Una victorial electoral del candidato demócrata Joe Biden traería un retroceso del proyecto económico que comenzó en enero del 2017 con la llegada de Trump a Washington.

 

 

Antes de la pandemia, el desempleo en el país se encontraba por debajo del 4% y los principales indicadores de la economía, excepto el déficit fiscal (tras una extensa pugna por aranceles con China), llegaban a cifras récord en las últimas dos décadas.

 

 

En el 2018 y el 2019 se crearon 4,7 millones de empleos, mientras que el PIB crecía al cierre de diciembre más del 2% y el consumo un 2,9%, con un fuerte repunte de 8,5% en los bienes duraderos como vehículos y electrodomésticos.

 

 

Los resultados económicos

 

 

El acuerdo firmado entre China y EEUU que incluye el aumento de los aranceles a los productos importados de China y la compra de productos agrícolas y otros bienes y servicios estadounidenses por un monto adicional de 200.000 millones de dólares en dos años ha sido un pilar del proyecto Trump.

 

 

En los primeros tres años de esta administración los ingresos de la familia estadounidense promedio aumentaron en $6.000 dólares, lo que equivale a más de cinco veces las ganancias registradas durante todo el mandato de Barack Obama. Lo anterior se traduce en que el dinero que llegó a los hogares estadounidenses aumentó un 9.7% y entre los más beneficiados estuvieron los hispanos y los afroamericanos.

 

 

Trump rediseñó las contribuciones de cada país por su población y poder económico a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y eliminó los 450 millones de dólares anuales a la Organización Mundial de la Salud (OMS), a la que China aportaba apenas 40 millones. Lo mismo sucedía con el Acuerdo de París, firmado en el 2016, en el cual EEUU era el mayor patrocinador.

 

 

“Firmé cuatro medidas que reducen masivamente los precios de los medicamentos recetados, en muchos casos en más del 50%. Algo como esto no se había hecho jamás, porque las grandes empresas farmacéuticas, con su vasto poder, no dejaban que se hiciera”, afirmó el Presidente.

 

 

El presidente Donald Trump

 

 

Estados Unidos pasó de ser un alto importador de combustible al mayor productor de crudo del planeta, reduciendo su compra a solo 2,5 millones de barriles diarios.

 

 

Hoy, mediante el fracking (fracturación hidráulica), EEUU bombea a diario 12 millones de barriles de crudo, de los cuales 8,5 millones de barriles son de shale oil o petróleo de esquisto, extraído de formaciones rocosas.

 

 

Otro de los grandes logros de la administración Trump ha sido el levantamiento de cientos de compañías de China, entre ellas farmacéuticas, con la promesa de importantes beneficios fiscales a su regreso al país o en la reubicación de muchas otras en India y América Latina.

 

 

Trump, además, hizo resurgir la industria de extracción del carbono, aplastada por el gobierno de Barack Obama e impuso cuotas a compañías que venden acero y aluminio a EEUU. Retomó los programas científicos de la NASA, muchos de ellos desechados también por la administración anterior e incrementó el respaldo a la industria de armas y al gigante aeronáutico Boeing.

 

 

A pesar de las críticas a la gestión durante la pandemia, la Casa Blanca evitó –según las propias autoridades sanitarias del país- cientos de miles de muertes.

 

 

Las medidas tomadas por el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal no solo impidieron un colapso de la economía estadounidense, sino que desde junio comenzó una recuperación económica sin precedentes en la historia del país tras el enorme impacto del virus. En el último trimestre, el Producto Interno Bruto (PIB) creció un récord del 33,1% junto a un respaldo vital a las aerolíneas y las pequeñas y medianas empresas que sumaron casi medio billón de dólares en varios programas.

 

 

Todo lo anterior, nos orienta sobre la política económica del presidente Trump y la continuidad de muchos otros proyectos y leyes pendientes de aprobación que dejaría el Presidente si pierde la Casa Blanca, entre ellas un nuevo paquete de estímulo que los demócratas se niegan a aceptar, porque exigen un monto mayor de dinero, que los republicanos han tildado de “excesivo e irresponsable” debido al incremento de la deuda pública que representa.

 

 

El exvicepresidente Joe Biden

 

 

Con un triunfo de Joe Biden, todo este avance y la plataforma económica del presidente Trump, que ha puesto a EEUU primero (America First) se iría al abismo.

 

 

Joe Biden es un político, lleva 47 años en el mundo del verbo, la diplomacia y los debates, en sus 8 años como vicepresidente de EEUU cumplió un rol visible: un mediador internacional.

 

 

Tanto Trump como Biden demuestran dos visiones bien definidas y sumamente diferentes. Es decir, las coincidencias en sus proyecciones sobre el presente y futuro inmediato de EEUU son demasiado escasas.

 

 

En el último debate presidencial, Biden aseguró varias veces que haría una transición de la industria petrolera a las llamadas energía eólica u otras, que en la práctica pueden ser muy limpias, pero demasiado costosas e insuficientes para abastecer incluso un tercio de la capacidad energética de EEUU. Este plan no solo eliminaría millones de puestos de trabajo, sino que es inaplicable en los próximos cuatro años tras la peor pandemia y crisis económica mundial en los últimos 100 años.

 

 

Biden, además, dijo que desdeñaría la fracturación hidráulica. Al comenzar por aquí, los efectos serían desastrosos para EEUU en los venideros años.

 

 

La industria del petróleo

 

 

Un informe de Bloomberg en el 2018 calificó a la industria petrolera como «la mejor apuesta para los trabajadores de EEUU gracias a su «capacidad de pago», con niveles salariales que «superaron a todos los sectores, incluidos los servicios públicos, la tecnología y la atención médica».

 

 

La diversidad de oportunidades que ofrece el sector no las tiene ningún otro: geólogos, ingenieros, operadores de equipos de perforación, soldadores, electricistas, profesionales de las comunicaciones, conductores de camiones, consultores ambientales, analistas de negocios, técnicos en computación, entre otros.

 

 

La industria del gas y el petróleo en EEUU emplea a 10.3 millones de personas de forma directa y 2.7 millones de manera indirecta, con proyecciones de un incremento de casi 2 millones antes del 2035.

 

 

Además de la enorme fuente de empleo, EEUU regresaría otra vez a su innecesaria dependencia en el consumo de combustibles líquidos.

 

 

Biden proyecta subir los impuestos. Su campaña aclaró que a los más ricos, un error aún mayor.

 

 

Los dueños de empresas, negocios, multinacionales emplean a millones de norteamericanos y son el principal motor de la economía en esta nación. El efecto de aumentar los impuestos a la clase pudiente se refleja directamente en los trabajadores y en sus productos. Millones de estadounidenses cobrarían menos salario y pagarían más por los productos de primera necesidad, algo absolutamente desaconsejable después de una recesión económica.

 

 

El incremento de gastos en programas sociales es una inversión humana e imprescindible para ayudar a los más necesitados, pero se necesita una economía sólida que impida desviar fondos de fuentes de ingresos a sectores improductivos.

 

 

Las armas

 

 

Biden se opone a las armas y al desarrollo de la industria armamentista. Esta industria vendió en el 2017 municiones y equipos bélicos por un valor superior a los 41.930 millones de dólares, un crecimiento del 25% respecto al 2016. Una cifra que siguió su ascenso en los próximos años.

 

 

Durante la administración de Barack Obama el presupuesto de Defensa se redujo más de un 20%. Ejemplo de las consecuencias de esta política fue la única fábrica de tanques del país en Ohio.

 

 

La planta, operada ahora por General Dynamics, estuvo a punto de cerrar en el 2012, durante la Administración de Barack Obama, fruto de los recortes de gastos en Defensa.

 

 

Gracias a la administración Trump, esa factoría volvió a emplear a 1.000 personas y darle posibilidades de negocio a cerca de 200 proveedores solo en ese Estado.

 

 

“La Administración de Trump ve nuestra industria de defensa como el sólido cimiento de nuestra seguridad nacional y económica”, resumió en un artículo en The New York Times, Peter Navarro, uno de los halcones de comercio de la Casa Blanca, días después de una visita del Presidente a la fábrica.

 

 

Contratos militares en el exterior han regresado a las manos de compañías norteamericanas como la fabricación de fragatas

 

 

General Dynamics le retiró a Navantia, astillero público militar español, un convenio de casi 6.000 millones de dólares para construir una decena de fragatas para la Armada de EEUU (US Navy).

 

 

Mediante el grupo italiano Fincantieri, que adquirió hace 11 años un astillero en la costa del lago Michigan (en Wisconsin), General Dinamic ejecutará este proyecto que se ampliará a una veintena de buques de este tipo a mediano y largo plazo.

 

 

El seguro Obamacare

 

 

De llegar a la Presidencia, Joe Biden prevé retomar la esencia del Obamacare, un plan médico que en la práctica resulta disfuncional en primer lugar por su obligatoriedad y que imponía severas multas (Trump eliminó que fuera obligatorio). El programa incrementó de forma considerable las pólizas y copagos a millones de trabajadores estadounidenses para cubrir los gastos de las personas que no trabajan, además de abrir el espectro a las grandes compañías de seguros para ampliar sus arcas financieras.

 

 

A todo lo anterior se suma que la nueva izquierda en EEUU se alió en estas elecciones a la izquierda radical liderada por Bernie Sanders, que exigirá a los demócratas cumplir con premisas socialistas, entre ellas la disminución de fondos a las autoridades policiales y de inteligencia en EEUU, a pesar de que Biden lo negara en sus últimas presentaciones públicas.

 

 

El actual presidente Donald Trump busca la continuidad de su amplio proyecto económico para EEUU y Joe Biden, al parecer, revertirá muchos de los lineamientos que ha implementado Trump y que han ofrecido resultados positivos innegables no solo para esta nación sino para el mundo, sin entrar en el terreno político. La lógica indica que Biden garantizará un retroceso económico y la desarticulación de la plataforma del Presidente, mientras que Trump seguirá en su ambicioso y real proyecto de hacer América grande otra vez. Dos visiones diametralmente opuestas.

 

 

lmorales@diariolasamericas.com

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