Lance Armstrong fue el mejor ciclista de todos los tiempos, sin embargo el doping lo convirtió en el fraude más notorio en la historia del deporte.
Sus mentiras salen a la luz en las pantallas de la Mostra de Venecia con «The Armstrong Lie», el documental de Alex Gibney que hoy se exhibe fuera de concurso.
Lo curioso de este documental es que comenzó a rodarse en 2009, cuando Armstrong anunció que volvería a correr el Tour tras ganar en siete ocasiones la carrera francesa y se paseaba por todo el mundo como el mejor ciclista de la historia recaudando dinero para su fundación de lucha contra el cáncer.
Pero la retirada de los títulos del Tour en octubre de 2012 hizo inevitable su caída en desgracia. En enero de 2013 Armstrong decidió confesar como las grandes estrellas: ante las cámaras de televisión del programa de Ophra Winfrey admitió que había consumido sustancias dopantes.
Gibney, que comenzó siendo fan confeso del ciclista, tuvo que montar un segundo documental porque los hechos cambiaron por completo el espíritu con el que nació el proyecto. «Armstrong tiene un gran talento porque es el escritor y creador de su propio mito y obviamente el mito del héroe perfecto se oscurece», señaló.
En «The Armstrong Lie» se ve el carisma del ciclista, un deportista talentoso y manipulador al que la fama y las enormes cantidades de dinero de patrocinadores que movía no hicieron más que dar alas a su arrogancia.
«Para Lance es muy difícil entender el tipo de daño que ha hecho a las personas, cómo ha usado mal su poder. No pensaba en otra cosa que vencer, para él lo importante es vencer a toda costa», aseguró Gibney.
«Me encanta ganar, pero lo que no soporto es perder», se escucha decir a Armstrong en la película. Esta máxima, que le ayudó a superar el cáncer, resume el espíritu de vida de un luchador incuestionable, que sin embargo no dudó en recurrir a la ayuda médica para imponerse a sus rivales.
Y precisamente la voz de sus rivales se escucha poco en el documental. En 2009, cuando Armstrong tenía la intención de volver a correr sin ayuda de sustancias prohibidas, compartía equipo con uno de sus principales rivales, el ciclista español Alberto Contador, quien acabó vistiendo el maillot amarillo aunque posteriormente se le retiraría también el título.
Gibney contó que intentó entonces entrevistar al ciclista madrileño, pero se negó porque el documental estaba centrado en su principal contrincante en la carrera francesa y con quien matenía una distante relación. Además, el cineasta explicó que quiso incluir en el segundo documental entrevistas con rivales que corrieron en su equipo, para mostrar a las personas que más de cerca lo conocían. «The Armstrong Lie», dijo, es «la anatomía de una mentira».
Lance Armstrong despuntó en el Tour de Francia del 99, cuando prácticamente era un desconocido. No figuraba en las quinielas de favorito de nadie, pero su victoria ese año lo convierte en un héroe, especialmente por el hecho de que acababa de superar un agresivo cáncer. Las sucesivas victorias supusieron además abrir el enorme mercado de la bicicleta en Estados Unidos. «La verdad es que todos hacían dinero», reconoce uno de los entrevistados en el documental.
Basado en entrevistas a ex compañeros de equipo, así como a periodistas que investigaron los poco creíbles resultados del ciclista y en conversaciones con el propio Armstrong, el documental incluye también una de las pocas entrevistas concedidas por el doctor italiano Michele Ferrari, el que fuera el principal asesor del ciclista texano para mejorar su rendimiento con sustancias prohibidas.
«Ferrari es muy cínico con respecto al mundo del doping en general», aseguró Gibney. «Una cosa que la gente no entiende es que es un científico que se interesa por el cuerpo humano como si fuese una máquina preguntándose cómo se puede hacer para que la máquina siga más, resista más», señaló el realizador que describe al médico como una persona fascinante. «Uno cree que es uno de esos personajes malos, pero en realidad es un personaje fascinante y encantador», insistió.
Ferrari, quien explica en el metraje que se mantenía al tanto de cómo mejoraban los test antidoping porque tenía contactos en las entidades que hacían las pruebas a los corredores, comenta ante las cámaras que todo el mundo toma EPO, una de las sustancias prohibidas.
Y es precisamente ese el argumento de Armstrong para seguir sosteniendo que es el ganador de siete tours: el doping era una práctica extendida entre los ciclistas, un secreto a voces del que nadie hablaba en público así que, como todos se dopaban, él conquistó con su sudor los siete maillots amarillos del Tour de Francia.
En la película se habla también de la corrupción y un punto interesante para los neófitos en el entramado de las carreras ciclistas es ver la complicidad entre un deportista de élite como Armstrong con el director entre 1991 y 2005 de la Unión Ciclista Internacional (UCI) Hein Verbruggen, al que le unía una estrecha amistad. En el documental se relata cómo desde esta entidad se alertaba al corredor cuándo sus valores llegaban al límite en los análisis de sangre.
«Cuando entra en juego el dinero en el deporte, el carisma de una persona como Armstrong se quiere proteger a toda cosa y se construye un escudo, pues es el mito lo que permite hacer dinero», dijo Gibney.
Y de lo único que se arrepiente Armstrong es de haber regresado en 2009. Está convencido que de no haber vuelto a correr en el Tour, ocasión en que intentó hacerlo de forma limpia, no se habría descubierto nada. Sin embargo en el documental se deja entrever que tal vez hubo algún tipo de ayuda para que finalmente quedara tercero en el podio, ya que el rendimiento de Armstrong iba por debajo de lo esperado y consiguió remontar. Al final, este trofeo también le fue retirado.
Gibney contó que no ha querido mostrar el documental al ciclista hasta que no lo hubiese visto el público antes para que nadie pensase que el corredor podría haber influenciado el montaje.
«La gran tragedia de Armstrong es que él ha utilizado el afecto y respecto que la gente sentía por él como escudo para protegerse de la acusación de doping, así que cuando salió a la luz, la gente encontró muy ofensivo que utilizase la enfermedad como escudo», concluyó Gibney, distinguido con el Oscar en 2007 por «Taxi to the Dark Side».
Fuente: Agencias