Los amantes de la aviación civil, del espionaje y de la diplomacia se han dado un banquete con el viaje del señor Maduro a China y su atolondrado regreso a Caracas, que incluyó un toque en Vancouver, Canadá, y para mala suerte de una de las más numerosas delegaciones jamás vista por los predios de la ONU, sin aterrizaje en la joya del imperio: Nueva York
Los venezolanos aún guardan en su memoria la fotografía de Maduro descendiendo del avión agarrado de la mano con la primera combatiente y detrás de ellos una marca comercial que le dio urticaria a más de un ciudadano: el de la línea aérea de Cuba.
El señor Maduro viajó en un Ilyushin IL-96 de Cubana de Aviación, aeronave a la que ni siquiera le disimularon el logotipo para, al menos, mantener las formas, como hacen con los aviones de Alitalia cuando transportan al Papa. Los italianos le colocan el escudo papal en el exterior y salen flamantes banderitas del Vaticano de las ventanillas de los pilotos para recordar que quien llega es el jefe del Estado del Vaticano y no el de Italia.
Maduro llegó a China en un voluminoso avión que le cuesta una fortuna a la nación y que disfrazan de aeronave del Alba, una que sólo puede alquilar quien tenga petrodólares para pagarles a los cubanos. Si a los otros socios del Alba se les ocurriera tamaña pedantería harían temblar las arcas de sus empobrecidas economías.
Mientras nuestro flamante canciller apoya las denuncias de la presidente de Brasil contra el espionaje electrónico del imperio, Maduro confirma que canceló su viaje para asistir a la Asamblea de la ONU porque recibió amenazas de las cuales se enteró mientras estaba en Vancouver abasteciéndose de combustible.
Parece que el Gobierno canadiense, en gesto poco amigable, se tardó un larguísimo tiempo para autorizar el desembarco de Maduro y su comitiva, lo que fue aprovechado por el viajero para ponerse al tanto de los planes en su contra si llegaba a Nueva York.
Lo sorprendente es que no se sabe quién alertó sobre tal peligro: en todo caso no fueron los servicios de inteligencia de Canadá. A lo mejor el G-2 de Cuba, los chinos, los rusos o los iraníes. Los de Venezuela jamás, porque sería imposible que estemos haciendo lo mismo que los gringos practican contra los desprevenidos latinoamericanos.
Maduro se salvó de ser el primer ilustre visitante a la ONU que es víctima de un atentado, el único entre los miles que han pisado esa ciudad para las sesiones de las Naciones Unidas.
Por suerte, logramos entender que quizás detrás de todo están los franceses, quienes sin agradecer el acuerdo estratégico y la oferta de comprarle, entre otras cosas, muchos Airbus durante la última visita de Maduro a París, se prestan al juego imperial al sabotearle un ala al A-319 que, con tanta transparencia, compró el gobierno anterior. Para colmo, los franceses en otro Airbus, un A-340, nos ponen a hacer el ridículo al rellenarlo de cocaína pura.