No, mi hijita, ese orificio es de salida, no de entrada, comentaba una abuela a su desinhibida nieta que comenzaba a descubrir los secretos del amor y preguntaba en familia ciertos detalles. Pues no sabes lo que te has perdido, dijo casi entre dientes la madre, para sorpresa de sus interlocutoras que nunca sospecharon que fuera precisamente la más callada de la casa quien llevara ventaja en materia amatoria.
Y es que el sexo anal ha vivido amordazado por los tabúes y ciertas creencias que lo tildan de sucio, pecaminoso y antinatural cuando en realidad es una veterana fuente de placer.
El misterio está en que el ano tiene tantas terminaciones nerviosas como la vagina o el pene, y por tanto es capaz de producir enorme placer. No pocas investigaciones al respecto certifican la existencia de mujeres que sólo alcanzan el orgasmo por esa vía, sin que intervenga la vagina o el clítoris.
Desde tiempos inmemoriales, el sexo anal ha sido además una opción para evitar embarazos no deseados, para el coito en los períodos de menstruación o para quienes prefieren conservar intacto su himen y así preservar su virginidad.
Lo cierto es que tanto el perineo, espacio entre la vagina y el ano, como el ano mismo pueden convertirse en importantes fuentes de placer si son adecuadamente estimulados durante la relación sexual, todo depende del nivel de confianza que exista en la pareja y los deseos que tengan ambas partes de explorar las potencialidades de la sexualidad humana.
Si estás decidida o ya lo has practicado y te ha resultado tan placentero que lo has incorporado a tu experiencia habitual, es importante que conozcas que la flora normal del ano es diferente a la vaginal y que existen gérmenes que viven en el primero que pueden volverse patológicos en la segunda y son la causa de no pocas infecciones vaginales por lo que este tipo de coito debe practicarse extremando las medidas de higiene y una de ellas es el uso del condón o preservativo.
La penetración anal
Por la misma razón no es aconsejable alternar la penetración anal con la vaginal si antes no cambias el condón o limpias adecuadamente el pene, y me refiero a aplicar agua y jabón, práctica que en realidad puede resultar poco operativa en ese momento pero imprescindible para mantener la salud del órgano femenino.
Otra peculiaridad a tener en cuenta es que el recto, a diferencia de la vagina, no se auto lubrica, por lo que es recomendable que durante el juego amoroso se auxilie, para estimular la zona, de la saliva, los fluidos vaginales que son expulsados durante la excitación, o de algún tipo de gel o crema lubricante con base acuosa pues los de vaselina y aceites pueden perjudicar al látex del preservativo y romperlo.
Debido a las características propias del ano, que lo hace más estrecho y con menor capacidad de dilatación, la penetración puede resultar dolorosa si esta no es cuidadosa, paulatina y suave. El recto puede resultar dañado si el coito es violento y con ello quedará cerrada una puerta al placer sicológica probablemente que difícilmente podrá ser abierta nuevamente. Quizás algo así le ocurrió a la abuelita que dio origen a esta reflexión.
DiarioFemenino