Muchas mujeres se sienten culpables al notar que en la cama pueden convertirse en seres completamente salvajes, distintas a como son en el día a día y, sobre todo, en personas muy muy sucias. Basta de culpabilidad porque asumir este rol no tiene nada de malo.
A todas nos ha pasado alguna vez, de pronto en medio del calor del momento te encuentras pidiendo cosas que ni sabías que querías o sintiéndote excitada con estímulos cuyo efecto desconocías. Vivir esta experiencia siempre debe ser algo gratificante y completamente libre de sentimientos de culpa, y es que ser sucias en la cama no es un pecado ni mucho menos.
Lo primero que debemos tener claro es que muchos de estos comportamientos se producen por la liberación de hormonas que se generan frente a la estimulación sexual. Queremos placer, nos sentimos excitadas y la oxitocina llega para hacer lo suyo y alejarnos completamente de la razón. A partir de aquí nos sentimos libres de sentir, de pedir, de gemir y hasta de ordenar, e impera el deseo de satisfacernos y de complacer al otro.
Esta liberación de hormonas hace que nos sintamos mucho más relajadas y que por lo tanto, no temamos en lo absoluto decir abiertamente lo que pensamos. Allí es cuando nos encontramos hablando sucio y pidiendo toda clase de cosas. Pero esto no tiene ningún lado negativo, pues parte del placer sexual se consigue justamente comunicándonos con nuestra pareja y haciéndole saber lo que deseamos.
El sexo es la ocasión perfecta para liberarte, para renunciar a los tabúes, para decir lo que piensas y para disfrutar a plenitud. Descubrir que hay palabras o fantasías sucias que te excitan es también parte del proceso de explorar tu propia sexualidad y no hay nada de malo en ello. Por eso a disfrutarlo sin complejos.
Fuente: Nosotras