Las últimas semanas la dictadura que gobierna Venezuela pretende hacernos creer que están en control de la situación. Según el guion de VTV el país está tranquilo, transitando una supuesta senda de “recuperación económica” y apoyando a Nicolás Maduro, el “legítimo” presidente de Venezuela.
Aunque las afirmaciones de este estilo son comunes en todos los regímenes dictatoriales, en el caso venezolano genera especial suspicacia el énfasis con que Miraflores repite que hemos “pasado la página” de las elecciones del 28 de julio, una declaración de fe que no coincide con la permanencia de un estado de excepción (no declarado) donde se persigue, detiene y tortura toda disidencia política y se busca asfixiar, también con violencia, a los medios de comunicación, periodistas, políticos y a los líderes de base. Esta contradicción entre lo que dicen y hacen se debe a que el régimen sabe que, debajo de la supuesta tranquilidad que hay en el panorama político, el venezolano no ha renunciado en su lucha por la democracia.
La “paz” de la que habla Maduro no es otra cosa que la respuesta prudente de una sociedad ante la violencia del Estado, de un régimen que se sabe ilegítimo y que percibe muy bien que no cuenta con el apoyo popular que necesita para lograr una gobernabilidad. Un rechazo transversal a toda la sociedad y que se ha manifestado en la indiferencia con que los venezolanos han visto todas sus iniciativas políticas, incluidas las consultas de los llamados “presupuestos comunales”, los jueces de paz y sus convocatorias electorales. A pesar del esfuerzo que pone Nicolás Maduro de construir un régimen de vocación totalitaria que fusione a la administración pública con el partido de gobierno, no ha logrado crear una base de apoyo popular que dé la apariencia de legitimidad, dejándonos un Estado sobredimensionado, ineficiente y corrupto, un gigante de pies de barro, que amenaza a su pueblo y que grita consignas vacías a una audiencia aburrida.
Lo hemos dicho en otras oportunidades y tenemos que insistir, el pueblo optó por el cambio el pasado 28 de julio y eligió a Edmundo González Urrutia como el presidente de Venezuela. La juramentación de Nicolás Maduro, el pasado 10 de enero, fue un hecho ilegal que lo certifica como dictador y que legitima nuestra lucha por el cambio pacífico y democrático que queremos la mayoría de los venezolanos.
Vivimos tiempos complejos que nos obligan a repensar la lucha por la democracia. Según nuestra experiencia y gracias a lo que hemos podido escuchar de nuestros líderes en las comunidades, el venezolano está organizándose para seguir en su esfuerzo por el retorno de la democracia en un escenario nuevo, complejo y cambiante. Un esfuerzo que sigue activo, reconstruyendo la confianza entre los ciudadanos y articulándose con los líderes que persisten en su lucha por el regreso de la democracia.
Creemos firmemente en el cambio pacífico y democrático, un compromiso que se sigue gestando en las profundidades de un pueblo que sabe resistir y luchar incluso en la aparente tranquilidad que nos quiere imponer la dictadura.
Roberto Patiño