Project Syndicate
Ya hace tiempo que los gobiernos reconocen que la innovación impulsa el crecimiento económico. Para incentivarla, han creado ministerios, organismos e incubadoras que otorgan préstamos, subsidios y premios a los innovadores con ideas prometedoras. Sin embargo, como uno de nosotros ya observó hace más de diez años, hay algo a lo que, en general, no se le ha prestado la suficiente atención y que representa el mayor potencial aún sin explotar: la contratación pública.
La contratación pública -los bienes, servicios y mano de obra que adquieren los gobiernos- representa alrededor del 15% del PIB global, o aproximadamente 13 billones de dólares. Sin embargo, a pesar de su magnitud, es una de las palancas económicas menos utilizadas en el mundo. Con un simple cambio de mentalidad, la contratación pública podría pasar de ser una función administrativa de rutina a convertirse en un motor importante de progreso tecnológico y transformación industrial.
Estados Unidos es un excelente ejemplo. Cuando la Fuerza Aérea estadounidense le encargó a Boeing el diseño del bombardero B-52 en 1946, no estaba en juego simplemente la compra de un avión; lo que estaba haciendo era financiar la investigación que posteriormente produciría el Boeing 707 y propulsaría a Estados Unidos al liderazgo global en el terreno de la aviación comercial. Del mismo modo, las inversiones sostenidas de Israel en defensa y tecnologías hidráulicas siguen generando industrias civiles de primer nivel.
Cuando los gobiernos recurren a la contratación pública para abordar problemas locales, el conocimiento resultante puede tener un inmenso impacto global. Pero como cualquier minero de oro bien sabe, el mineral más fácil de extraer se encuentra cerca de la superficie. Acceder a vetas más profundas y ricas requiere mejores herramientas, más esfuerzo y una idea más clara de dónde excavar.
La contratación pública no es la excepción. Las oportunidades obvias -contratos que impulsan directamente industrias como la energía, la salud y la infraestructura- ya han sido explotadas. La próxima frontera puede encontrarse en el propio proceso de contratación, en particular en la forma en que los gobiernos comunican sus necesidades y cómo esas señales influyen en la innovación privada.
Durante décadas, los gobiernos han utilizado una herramienta llamada Solicitud de Información (RFI por su sigla en inglés) -un método formal de solicitar la opinión del mercado sobre las opciones existentes previamente a decidir qué comprar-. Antes de Internet, cuando los organismos públicos tenían dificultades para identificar proveedores y tecnologías, las RFI eran esenciales. En la era de las plataformas digitales, los macrodatos y la IA, estas herramientas pueden parecer anticuadas, como un viejo pico colgado de la pared. Pero pueden ser precisamente las herramientas necesarias para acceder a las capas más profundas de la mina de oro de la contratación pública.
Pensemos, por un momento, en la política monetaria. Los bancos centrales influyen en las expectativas de los inversores no solo cuando ajustan las tasas de interés, sino también cuando dan señales de que podrían hacerlo en el futuro. La contratación pública suele funcionar de forma similar. Cuando un gobierno publica una RFI para una solución innovadora -detección de incendios forestales impulsada por IA, por ejemplo, o cemento bajo en carbono-, lo que está haciendo es enviar una fuerte señal de que pronto podría convertirse en comprador. Para los empresarios y las empresas que deciden cómo asignar sus escasos presupuestos de investigación y desarrollo, esa señal puede cambiar el cálculo, ya que la perspectiva de un cliente grande y confiable transforma una idea de otro modo arriesgada en una oportunidad de inversión viable.
En este sentido, las RFI pueden mover los mercados antes de que se firme un solo contrato. Si la contratación es una mina de oro, las RFI son los sensores sísmicos que revelan dónde podría encontrarse el próximo yacimiento. Al manifestar curiosidad en lugar de compromiso, los gobiernos pueden impulsar a los innovadores a abordar problemas importantes sin elegir ganadores ni gastar dinero de forma prematura.
La contratación pública también tiene un efecto de certificación importante. Cuando un producto sobrevive a los rigores de la contratación pública -especificaciones, auditorías, controles de cumplimiento-, los compradores privados infieren que es confiable, escalable y seguro. El sello de aprobación de un gobierno reduce así la incertidumbre, algo que a los mercados normalmente les molesta más que el riesgo.
Esta prima de certeza puede convertir tecnologías de nicho en opciones comunes. Un hospital privado puede adoptar un nuevo dispositivo médico una vez que lo haya hecho el sistema de salud pública, y las empresas constructoras pueden empezar a emplear un material novedoso una vez que los organismos de obras públicas lo aprueben. Estos son los multiplicadores silenciosos de la innovación. Pero aún las RFI mejor diseñadas pueden apuntar solo a lo que ya sospechamos que existe. El desafío más profundo es epistémico: ¿cómo descubrimos lo que aún no sabemos buscar?
Para ello, algunos países han empezado a experimentar con portales de innovación abierta que le permiten a la gente presentar ideas y prototipos. Plataformas como Innovative Solutions Canada y Marktplatz Innovation de Austria ofrecen a inventores, startups e investigadores una vía directa para presentar ideas a los responsables de las políticas, que luego pueden evaluarlas, perfeccionarlas y ponerlas a prueba, preparando las propuestas más sólidas para una adopción más generalizada.
Estos mecanismos son especialmente adecuados para los países en desarrollo, ya que no requieren nuevas leyes, presupuestos especiales ni burocracia adicional. En cambio, simplemente transforman las oficinas de contratación existentes en puestos de escucha donde los ciudadanos y las empresas pueden proponer infraestructura más ecológica, tecnologías más eficientes u otras formas de mejorar los servicios públicos.
Pero para hacer realidad esta visión, los gobiernos deben pasar de comprar productos a comprar soluciones. Los responsables de compras, cuyo trabajo se ha centrado durante mucho tiempo en el cumplimiento normativo y el control de costos, también deberían estar capacitados para la exploración tecnológica y la gestión de la innovación. Se los debería animar a preguntarse qué desafíos públicos podrían dar lugar a nuevas industrias privadas si se resuelven adecuadamente; cómo una sola compra podría generar conocimiento y nuevas capacidades; y qué señales envían las decisiones de hoy a los inversores sobre el futuro.
Los responsables de las políticas también deben reconocer que la contratación pública no es sencillamente una partida de gastos; cuando se la utiliza de manera estratégica, puede ser el instrumento de política industrial más poderoso del mundo. En lugar de recoger las pocas pepitas que yacen en el suelo de la mina de oro de la contratación pública o rascar un poco las paredes, los gobiernos deben aventurarse a terrenos más profundos, en los fosos donde se forman las nuevas industrias. Los riesgos son reales, pero también lo son las recompensas. Y como todo minero sabe, el oro premia a los audaces.
Ricardo Hausmann, exministro de Planificación de Venezuela y execonomista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, es profesor de la Harvard Kennedy School y director del Harvard Growth Lab. Yariv Gabay, miembro Wolk de la Harvard Kennedy School, es director de la Administración de Vehículos Gubernamentales del Ministerio de Finanzas de Israel.
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