Ramón Pérez Maura: En Venecia durante la boda de Bezos

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Ramón Pérez Maura: En Venecia durante la boda de Bezos

Para la gran mayoría de la masa de turistas que hemos recorrido estos días la ciudad, la presencia de 250 invitados en una ciudad es un asunto absolutamente menor. Lo que no ha sido tan «menor» son las protestas que se han organizado por la celebración de la boda

He vivido una coincidencia nada deseada: he estado en Venecia cinco días enmarcados plenamente con la boda de Jeff Bezos y Lauren Sánchez. Como tantos de ustedes, yo soy un cliente asiduo de Bezos. No digo que yo sea un cliente relevante de Bezos. Digo que sus servicios son muy relevantes para mí. Cada vez son más los productos que adquirimos por la plataforma Amazon, que fundó Jeff Bezos y de la que sigue siendo presidente. Empecé siendo cliente de libros. Me parte el corazón no ir a las librerías, que son espacios maravillosos. Pero son tantas las veces que no tienen lo que buscas y te lo piden, y llegará en unos días… No se puede competir con pedir el libro en Amazon y esperar a que te llegue a casa en unas horas. A veces en domingo.

En ese sentido tengo una enorme admiración por un hombre hecho a sí mismo, hijo bilógico de un padre que abandonó a su madre e hijo adoptivo de un cubano exiliado del comunismo, con raíces en Valladolid. Es decir, cada céntimo de la inmensa fortuna de Bezos lo ha ganado con su propio esfuerzo y su inteligencia. No es algo menor.

La retroprogresía internacional ha hecho sonar tambores de guerra porque Bezos y Sánchez –me encanta que una periodista norteamericana de la Fox mantenga la tilde del acento de su apellido– han decidido casarse en Venecia. Y la que han armado. Les voy a decir la verdad como testigo sobre el terreno. Los que nos hemos paseado estos días por la ciudad no hemos tenido más que un indicio de la celebración de la boda: el despliegue de yates atracados en distintos muelles de la laguna. Donde antes estaba el Bucintoro, ahora hay unos mega yates. Claro que el maravilloso Bucintoro, la galera oficial del dux de la República de Venecia, en la que se embarcaba el soberano de la República el día de la Ascensión, para celebrar la fiesta de la Sensa que conmemoraba la unión de Venecia con el mar, fue destruido por las tropas de Napoleón en 1798. En 2008 se creó una fundación para reconstruir el Bucintoro, pero no debió llegar muy lejos porque el proyecto era reconstruirlo en los astilleros del Arsenal. Y en el Arsenal ha tenido lugar la celebración principal de la boda sin que nadie haya mencionado al Bucintoro hasta donde leo sobre la ocasión.

Mi punto es que para la gran mayoría de la masa de turistas que hemos recorrido estos días la ciudad, la presencia de 250 invitados en una capital que, según el alcalde, Luigi Brugnaro, recibe cada día 10.000 visitantes, y según los ambientalistas 60.000, es un asunto absolutamente menor. Lo que no ha sido tan «menor» son las protestas que se han organizado por la celebración de la boda. Cubrir el suelo de la plaza de San Marcos con gigantescas pancartas, exhibición de figuras de los novios tipo gigantes y cabezudos… Cualquier visitante de Venecia no tenía que haberse enterado de esta boda si no fuera por las protestas contra su celebración. El viernes por la noche hubo un espectacular despliegue de fuegos artificiales en el Lido. Digno de Valencia. Pregunté si era por Bezos y Sánchez. «No. Es la boda de unos novios locales».

Dicho lo cual, los hoteles y restaurantes de alta gama de la ciudad sí estaban encantados y desbordados además de instituciones como la oficina veneciana de la Unesco, el consorcio que cuida el equilibrio ambiental de la laguna y la Universidad Internacional de Venecia, que han recibido donaciones millonarias de los novios. Y eso sin tener que recibirles ni a ellos ni a horteras de bolera como las Kardashian.

Qué felicidad: Venecia sin pista de la mega boda. Salvo en los medios que llegan a ustedes.

 

EL DEBATE

Ramón Pérez Maura

 

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