Ramón Guillermo Aveledo: Populismos, Estereotipos Y Posmodernidad

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Ramón Guillermo Aveledo: Populismos, Estereotipos Y Posmodernidad

 

Prejuicio es una opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable u hostil, sobre algo que se desconoce o se conoce insuficientemente. La Academia también define estereotipo como una imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable. Hay prejuicios raciales, religiosos, de género, entre otros. Los estereotipos pueblan las telenovelas y en buena medida la industria publicitaria. Clichés, lugares comunes, tópicos como dicen los españoles que al simplificar pueden facilitar pero también engañar. La madrastra malvada es un ejemplo clásico.

Prejuicios y estereotipos de alimentan mutuamente. Su existencia es un hecho real con efectos reales, aunque paradójicamente, ignoren la realidad y si la atienden, a lo sumo, será a una pequeña parte de ella. Obvian todo análisis, más bien lo sustituyen. Son combustible de emociones como fobias, miedos, reticencias. Por eso son abastecedores principalísimos de la narrativa de los populismos. Los de izquierda, los de derecha y aquellos que no son una cosa ni la otra o que pueden ser de ambas alternativamente, según convenga a sus fines circunstanciales.

Los populismos sirven de vehículo a los personalismos, porque promueven una relación directa entre el líder y las masas sin mediaciones institucionales ni limitaciones constitucionales o legales. El líder encarna la voluntad popular y ésta no debe ser frenada o canalizada por nada. La separación de poderes, los linderos de las competencias por principio de legalidad, la histórica superación del poder personal, absoluto, concentrado e ilimitado al convertirse gradualmente, gracias a luchas y sacrificios, en institucional, distribuido y limitado, son incordios, engorrosos obstáculos a la realización de la voluntad omnímoda.

Esa es, comprendámoslo, una tentación latente en todo poder y sobre todo, en toda persona poderosa. Precisamente por eso la humanidad fue poniéndole cauces, estableciéndole límites.

En los siglos XIX y XX, desarrollándose la idea del Estado constitucional de derecho, ese tipo de liderazgo fue quedando para las sociedades más atrasadas. En la primera mitad del XX, recibió dos impugnaciones severas en el fascismo y el nazismo por un lado y por el otro, a partir de la Revolución Soviética, por los socialismos reales. Derrotados en la II Guerra Mundial, aquellos fueron borrados de la faz de la Tierra, aunque se siga llamando impropiamente “fascismo” a todo autoritarismo de derecha y por estos lados, a una tan amplia como difusa gama de expresiones que nada tienen que ver. Éstos fueron derrotados en la Guerra Fría, no por un enemigo externo sino por su propio fracaso. Por motivos y con estilos muy diferentes, su simbología y premisas han logrado sobrevivir en algunos países asiáticos y de América Latina.Pero esos no son populismos.

El populismo, en cambio, ha ganado espacios en sociedades de las más avanzadas. El de izquierda tuvo efímero éxito en el Sur de Europa, en Grecia incluso llegó a gobernar y en España a cogobernar. El de derecha sacó a Gran Bretaña de la Unión Europea, gana terreno en Francia seguido por el de izquierda, en Alemania principalmente en la antigua RDA, en Suecia. Recién celebró en Madrid una gran cumbre de “Patriotas Europeos” y todo indica que ha cobrado su pieza mayor con la Administración estadounidense instalada en enero, nada menos.

El primer mes y medio del nuevo gobierno en Washington no deja pausa. Los anuncios, las declaraciones de intención, las medidas y las escenas montadas nos hablan de un populismo del siglo XXI que a las características esenciales del viejo populismo con su alquimia a base de prejuicios y estereotipos, agrega el uso de la nueva comunicación. En sus memorias, Angela Merkel escribe sobre Trump, entre otras cosas que “evalúa todo desde la perspectiva de un desarrollador inmobiliario”, visto lo visto, tiendo a pensar que eso ha de mezclarse con su vocación deespectáculos, como ya hizo en su programa El Aprendiz.

El impacto, sea coyuntural o duradero de esta especie de populismo posmoderno está por verse. Una apuesta optimista puede ser la de mayor riesgo.

 

Ramón Guillermo Aveledo

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