Define el diccionario la demagogia como la “práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular” o más allá, una degeneración de la democracia en la que políticos inescrupulosos“ mediante concesiones o halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos tratan de conseguir o mantener el poder”. Halago es adulación, lisonja, zalamería, camelo. Adular es “Hacer o decir con intención, a veces inmoderadamente, lo que se cree que puede agradar a otro”. Camelar es engañar adulando porque un camelo es falsedad, fingimiento. En la adulación hay siempre impostura, porque se simula un aprecio inexistente o se exagera uno que es escaso, con el fin de obtener en el otro una conducta en la que libre y racionalmente no incurriría. En el capítulo “De la estafa y otros fraudes”, el Código Penal, artículo 464, establece pena para “El que con artificios o medios capaces de engañar o sorprender la buena fe de otro, induciéndole a error, procure para sí o para otro un provecho injusto con perjuicio ajeno…”
La demagogia es pues, una estafa. A la sociedad o a un grupo de ella. Se dice a las gentes lo que quieren oír, se les halaga, se muestra como “ellos”, “villanos” de la trama fraudulenta escenificada te desprecian y utilizan, cuando en realidad es el demagogo o demagoga quien manipula los “sentimientos elementales” de las personas.
No se crea que el invento es nuevo, es antiquísimo. En su obra La Política Aristóteles, que vivió entre el 384 y el 322 antes de Cristo, es decir hace dos mil cuatrocientos años más o menos, le dedica abundantes reflexiones a la demagogia que junto a la tiranía y a la oligarquía forma las desviaciones principales de los gobiernos, pues “Ninguno piensa en el interés general”. Suya es la idea de que “el demagogo y el adulador tienen una manifiesta semejanza: Ambos tienen un crédito ilimitado; el uno cerca del tirano, el otro, cerca del pueblo corrompido”. Y la corrupción a la que se refiere no necesariamente es relacionada con el dinero o los favores. Corrupción es todo deterioro en los valores, usos y costumbres y las pasiones, sobre todo si desbordadas, nunca podrán descartarse como eventualmente corruptoras. Exacerbarlas para explotarlas ha sido de los trucos predilectos de la demagogia.
“Los demagogos –dice Aristóteles- solo aparecen allí donde la ley ha perdido la soberanía”. En el Libro Séptimo de La Política, detalla casos históricos ilustrativos del daño que hace la demagogia en las ciudades de la antigua Grecia. “Casi todos los antiguos tiranos empezaron por ser demagogos”.
La gigantesca obra de Aristóteles abarca lógica, metafísica, filosofía de la ciencia, filosofía política, ética, estética, retórica, física, astronomía y biología. Es considerado el padre de la filosofía occidental, al lado de Platón de quien fuera discípulo y luego discrepante. Amicus Plato, sedmagisamica veritas, puede traducirse en “Platón es mi amigo, pero la verdad me es más querida”.
A la ética, precisamente, dedicará porción sustancial de su pensamiento. En su Gran Éticaleemos que ésta “…no parece ser más que una parte de la Sociología o la Política. Porque, en el plano de las relaciones sociales o políticas entre los hombres, no se puede hacer nada sin que haya en el hombre un carácter o cualidad moral”.
Y en su Ética Nicomaqueanos insiste en que es necesario obrar según la recta razón y que el justo medio es la virtud moral pues se encuentra equidistante de los extremos viciosos del exceso y el defecto.
Pero advierte que una visión general de la virtud no es suficiente, hay que procurar que “nuestra teoría esté de acuerdo con los casos particulares”. Por ejemplo: “La fortaleza o valentía es un término medio entre el miedo y la audacia”. Si al exceso de temor que inhibe o paraliza se le llama timidez o cobardía, al exceso de audacia, ausencia de temor, se le llama temeridad que es insensatez, irreflexión, osadía. En fin, todo lo contrario a la prudencia.
Nunca sobra anotar que la demagogia y la falta de ética en los líderes la pagan, principalmente, los pueblos.
Ramon Guillermo Aveledo