Portugal vive a partir de este miércoles un confinamiento más estricto para obligar a más ciudadanos a quedarse en casa, pero cuyas medidas son aún insuficientes para muchos especialistas, que suben el tono de sus críticas al mismo ritmo que crece el miedo a seguir batiendo récords diarios.
Tras once días con reportes máximos, a veces de muertes diarias (el nuevo pico son los 219 fallecidos de esta jornada), a veces de contagios y siempre de hospitalizados, la sensación en el país es que aún no se ha alcanzado techo en esta devastadora tercera ola, y empieza a temerse la llegada del boletín diario de las autoridades.
«Los próximos días serán durísimos, por favor, ayúdennos todos», pidió este martes al Parlamento emocionada la ministra de Salud, Marta Temido. Su apelo revelaba las costuras de un sistema sanitario al borde del colapso: hay ya casi 5.500 ingresados por covid, de los cuales 681 están en cuidados intensivos.
La regla es «quedarse en casa», con inicialmente 52 excepciones entre las que destacaban mantener las escuelas abiertas.
Pero la escasa reducción de la movilidad vista en los primeros días, apenas de un 30 %, frente al 70 % que cayó en el primer confinamiento del país, en marzo de 2020, llevó al Gobierno a endurecer las normas con más de 14 medidas que han entrado en vigor este miércoles.
Entre ellas, la prohibición para ciudadanos de permanecer en parques y jardines, aunque se puede pasear por ellos, y para la restauración de vender bebidas en la puerta o permitir que se consuman productos en sus inmediaciones, limitándose a entregas a domicilio y take away.
Tampoco se puede circular entre municipios el fin de semana, y si se sale a la calle por cuestiones laborales se debe contar con un atestado de la empresa que certifique esa necesidad, entre otras medidas.
En los cinco días que el país lleva confinado el balance es desolador: la curva solo asciende, los hospitales de campaña se preparan para reabrir y los médicos aseguran que trabajan «en contexto de medicina de catástrofe».
EFE / Unión Radio