Es una costumbre muy extendida, sin duda. Pero… ¿cuál es su origen?
Pues proviene de los Estados Unidos de Norteamérica, como tantas y tantas costumbres impuestas por su poderío económico.
Resulta que entre 1929 y 1933 —la época de la Gran Depresión— más de trece millones de norteamericanos se encontraban en el paro. Y el principal medio de evasión era el cine, un espectáculo asequible para todos los bolsillos. Así que la población acudía en masa a las salas de proyección.
Y mientras visionaban la película comían algo, como hacían en sus hogares. Pero sus limitados recursos solamente les permitían comer algo muy barato. Y si algún alimento abunda en los USA son los granos de maíz. ¿Qué podía ser entonces mejor que las palomitas de maíz?
El público se las traía de casa, pero las propias salas empezaron muy pronto a ofrecerlas.
En la década de los 50, el empresario Jim Vicary decidió lanzar una campaña que incitaba a consumir Coca Cola y palomitas en el cine, a través de mensajes muy breves y subliminales que insertaba en los guiones de las películas. El resultado fue espectacular, pues la venta de este refresco aumentó en un 18%, mientras que la demanda de palomitas de maíz creció un 57,5%.
Muy pronto las salas de proyección obtuvieron beneficios de hasta el 2.500% por la venta de palomitas. Si a esto añadimos que el punto se sal nos crea una sed que podemos paliar comprándoles un refresco… miel sobre hojuelas.
Nota sabionda: Es más frecuente de lo que se cree que los beneficios por la venta de palomitas, refrescos y demás golosinas que se ofrecen en las salas de proyección, supere al beneficio obtenido por la venta de entradas.
SaberCurioso
Por Confirmado: Oriana Campos