Carlos Arredondo, el «héroe de Boston», relata a ABC la experiencia de su tarea de socorro a los heridos del atentado
Minutos antes de que la primera bomba explotara, Jeff Bauman, de 27 años, había intercambiado miradas con el hombre que intentó matarlo. Su hermano, Chris Bauman, contó en una reciente entrevista que mientras Jeff esperaba a que su novia cruzara la meta del maratón, un joven que llevaba una gorra negra y gafas de sol lo miró y dejó caer una mochila a centímetros de sus pies. Dos minutos y medio después ocurrió la explosión que lo dejó sin piernas. La tragedia de Bauman quedó inmortalizada en una impresionante fotografía que ha dado la vuelta al mundo. Uno de sus socorristas, el hombre de barba que lucía un sombrero de vaquero, contó su experiencia a ABC.
Carlos Arredondo, natural de Costa Rica, tenía grandes razones para estar cerca de la meta del maratón ese día. Esperaba orgulloso por un grupo de militares quienes, desde las 4 de la mañana, venían caminando la ruta del maratón con bultos pesados a sus espaldas en honor a los soldados caídos en la guerra, entre ellos su hijo, Alex Arredondo, fallecido en Irak en 2004. Pero además, este costarricense esperaba a otro grupo de atletas que corrían a favor de la prevención del suicidio y que honraban a su otro hijo, quien se quitó la vida en 2011.
Arredondo estaba justo en la acerca de en frente y se había acercado a la vía por donde pasaban los corredores para tomar unas fotografías. Poco después se produjo «un fuerte ruido, como de un cañón, que ocasionó fuertes vibraciones, y que fue seguido por una bola de fuego. Entonces una nube muy tupida de humo cubrió toda la zona», describe.
La primera reacción de la gente fue gritar y alejarse del humo. En cambio, Arredondo corrió hacia él. Brincó la baranda que separaba a los corredores de los espectadores y entonces, cuando el humo se disipó, pudo ver a las víctimas en el suelo con piernas quebradas y sangre que se esparcía por todas partes. «Le pedía a Dios y a mis hijos que me protegieran y me dieran fuerzas, y me lancé a ayudar a esas personas en nombre de ellos”». Ayudó a muchos a levantarse y a tranquilizarse, hasta que vio a Jeff Bauman en el suelo.
«Le pedí que se mantuviera tranquilo y lo monté en la silla de ruedas»
«Me tiré al piso para concentrarme en este muchacho al que le faltaban sus piernas y había perdido demasiada sangre. Ahí mismo recogí un suéter de un señor que se acercó y me ayudó a hacerle unos torniquetes en las piernas para evitar que la hemorragia continuara». Arredondo habló con él y asegura que estaba muy consciente de todo lo que estaba sucediendo: «Le dije mi nombre, él me dijo el suyo, y le pedí que se mantuviera tranquilo. Después lo monté en la silla de ruedas», relata. Fue entonces cuando un fotógrafo capturó una de las más escalofriantes imágenes de la tragedia de Boston.
Al momento surgieron decenas de socorristas espontáneos. Una pareja intentaba detener la sangre de una víctima con servilletas de una cafetería, y un agotado atleta que acababa de terminar de correr 42 kilómetros regresó a la línea final para hacer torniquetes a los heridos que no paraban de sangrar. Vicente Pinto, un venezolano-americano de 31 años que trabaja como vendedor en una tienda de teléfonos móviles ubicada en la escena del crimen, empezó a arrastrar a los heridos al interior del local comercial para ofrecerles refugio.
«Había miedo de otra explosión y queríamos resguardarlos. Tenían heridas muy abiertas, vi cosas muy fuertes ese día», revela. Según él, los niños estaban aterrorizados y lloraban sin consuelo.
Ana Hernández, una mexicana de 33 años, aun permanece en estado de shock tras haber visto un trozo de pierna en el suelo: «Durante todos estos días no he podido dejar de pensar en esa gente cuyas vidas cambiaron para siempre».
Agradecidos de estar vivos
El doctor Horacio Hojman fue el cirujano de trauma que estaba de turno en Tufts Medical Center el día del atentado. Cuenta que llegaron muchas víctimas al mismo tiempo, la mayoría de las cuales eran mujeres jóvenes con heridas profundas, huesos rotos, y piel y músculos desgarrados.
Ese día el equipo de Hojman, quien dirige un centro de trauma, estaba preparado para atender los típicos que presentan los maratonistas -como deshidratación o hipotermia- pero repentinamente su equipo se encontró practicando estudios y operaciones complejas que podían cambiar la vida de una persona.
Algunos de los médicos que trataron con los pacientes del atentado han confirmado que los torniquetes (técnica casera utilizada para comprimir una vena haciendo un nudo con un trozo de tela) ayudaron a salvar vidas y evitar amputaciones. El doctor Allan Panter, un médico que estaba atendiendo en la unidad móvil de emergencias situada al final del maratón, practicó esta técnica a varios pacientes pero también notó que muchos de ellos ya llegaban con los torniquetes listos. Arredondo y otros socorristas espontáneos habían hecho el trabajo por él.
El Dr. George Velmahos, jefe de traumatología del Hospital General de Massachusetts, confirmó haber encontrado restos de clavos y perdigones que «probablemente fueron colocados en la bomba especialmente para causar más daño a las víctimas», según informó a la prensa. Hojman encontró trozos de contenedores de basura incrustados en sus tejidos lo cual, según explica, es peligroso porque se trata de objetos muy contaminados que podían generar infecciones.
A Hojman no le tocó amputar, pero admite que algunas veces resulta mejor truncar la pierna que prolongar una agonía: «Si no se puede salvar el miembro, lo mejor es ejecutar una amputación temprana que evite complicaciones como adicción a analgésicos o infecciones posteriores».
Al menos una docena de víctimas han perdido una o ambas piernas tras el atentado. Lo que más impresionó a Hojman fue la actitud de los pacientes. «Muchos tenían lesiones muy severas, habían visto a sus amigos o familiares sucumbir en las peores condiciones, pero estaban felices y agradecidos de que no habían perdido su pierna o la vida», relata.
De la tranquilidad al miedo
Boston es una ciudad donde no ocurren muchas cosas. Accidentes de ciclistas, un puñado de homicidios y unos pocos afectados por tormentas de nieve conforman los sucesos cotidianos de esta ciudad, excesivamente tranquila para el gusto de un periodista. Pero de la noche a la mañana, los bostonianos se llenaron de miedo y desconcierto por una tragedia sin aparente explicación lógica.
La angustia se prolongó tras tiroteos, amenazas y un toque de queda que duró 10 horas. Esa semana, una ciudad de estudiantes, bicicletas y fanáticos del deporte se transformó en un lugar aterrador. El miedo a otra explosión y la incertidumbre se mantuvieron durante toda la semana, a pesar de que la ciudad intentó continuar su curso como si nada hubiera ocurrido.
«Tengo miedo a que lancen una bomba cerca de mi casa»
Adam Healy, un vecino de Watertown de 31 años, salió fuera de su apartamento para fumar un cigarillo el jueves: «Sólo oí toneladas de tiros», dijo «Tiros, tiros, tiros. Después vi una explosión y destellos de luz en el cielo». Después se dio cuenta de que era vecino de los Tsarnáev. Patricia Vielma, una estudiante venezolana que vive en Boston, comparte su desconcierto: «Vengo huyendo de Caracas, una de las ciudades más peligrosas del mundo, y ahora tengo miedo a que lancen una bomba cerca de mi casa», comenta.
Tras el arresto, sin embargo, esa percepción cambió. Un hombre caminaba por la calle gritando a todo pulmón «¡te agarramos, desgraciado!» y varios vecinos le respondieron con un «¡Sí!» orgulloso desde la ventana. Judy Limst, una filipina que reside en Boston desde hace cuatro años, admitió en Facebook sentirse «feliz» de vivir en Estados Unidos: «Puedo sentir la alegría volviendo a la ciudad. Estoy agradecida de que tengamos oficiales y autoridades que saben exactamente qué hacer y cómo hacerlo. Me siento muy segura aquí», publicó.
Luis D’Elias, estudiante de Berklee College of Music en Boston, es más capcioso: «Siento como si no existiera mayor diferencia entre las celebraciones de hoy y las celebraciones que ocurren después de que ganan los Red Sox», comentó en facebook día que capturaron al sospechoso. «No es bueno tragarse todo lo que ves en las noticias o todo lo que el sistema americano te da. Seamos críticos, honremos a las víctimas, felicitemos a los policías y vayamos a descansar», publicó en la red social.
Afortunadamente la película de Hollywood está llegando a su fin. Parece que tendrá un final abierto.
Fuente: ABC
Tibisay zea / servicio especial en boston