La administración de Donald Trump ha intensificado su política hacia Venezuela, combinando sanciones económicas, incautaciones de activos y operaciones militares selectivas bajo la bandera de la lucha contra el narcotráficoLa coyuntura venezolana actual—marcada por el liderazgo de María Corina Machado, la presión internacional liderada por EEUU y la expectativa de un quiebre interno—podemos leerla con mayor claridad si se inserta dentro de tres grandes tradiciones del pensamiento político contemporáneo: Samuel Huntington, Juan Linz y Alfred Stepan, y Joseph Nye. Estas explican las transiciones políticas de regímenes autoritarios a la democracia, pero también como esos regímenes [totalitarios] sobreviven.
Tengo la convicción que están dadas las condiciones para lograr la anhelada recuperación de la democracia en Venezuela: liderazgo, quiebre de la coalición dominante, apoyo de agente externo y primavera interna. Repasemos el marco doctrinario, factual y real -caso Venezuela- de cara a lo que fue el 2025 y lo que podemos esperar del 2026.
Huntington y las “olas de democratización”: ¿Venezuela en una cuarta ola tardía?
En The Third Wave: Democratization in the Late Twentieth Century (1991), Samuel P. Huntington identifica tres grandes olas de democratización seguidas por “olas inversas” autoritarias. La tercera ola—iniciada en los años setenta—alcanzó América Latina, Europa del Este y partes de África.
Venezuela fue parte temprana de la tercera ola (1958–1998), pero sufrió una ola regresiva con el chavismo. Hoy, a casi tres décadas de esa regresión, el país parece insertarse en lo que varios autores consideran una “ola correctiva” o tardía, donde sociedades previamente democratizadas buscan recuperar—no crear—instituciones republicanas. Huntington subraya tres factores clave para el éxito de una ola democrática: i.-Crisis de legitimidad del régimen autoritario; ii.-Presión internacional consistente; iii.-Quiebre sociopolítico interno.
Venezuela en 2025 cumple los tres: i.-El régimen de Maduro enfrenta ilegitimidad electoral, sanciones y aislamiento moral; ii.- La presión internacional se ha endurecido (sanciones, decomisos, procesos penales); iii.-Casos como Serbia (2000) o Sudáfrica funcionan como referentes de profundas divisiones internas que provocaron el quiebre autoritario.
Venezuela no está “fuera de ciclo”, sino insertándose tardíamente en una ola democratizadora inconclusa, donde el liderazgo civil es condición necesaria pero no suficiente.
Para Linz y Stepan transición no es ruptura, es reconstrucción estatal.
En Problems of Democratic Transition and Consolidation (1996), Juan Linz y Alfred Stepan distinguen con precisión entre: Colapso del régimen, transición política y consolidación democrática. Y advierten que muchos procesos fracasan por confundir el primero con los otros dos. Según Linz y Stepan, una transición exitosa requiere cinco arenas funcionando simultáneamente: 1.-Sociedad civil activa; 2.-Sociedad política organizada; 3.-Estado funcional; 4.-Estado de derecho y 5.- Economía institucionalizada.
Venezuela hoy solo cumple plenamente la primera (sociedad civil) y de forma incipiente la segunda, a un costo muy alto de represión, vida y libertad. De allí la centralidad del liderazgo de María Corina Machado, no sólo como figura moral (Nobel) sino como articuladora de una coalición política creíble, capaz de dialogar con actores militares, económicos y externos. Amalgamar el tramo de Washington, es impostergable.
Linz y Stepan son claros: “ninguna transición desde un autoritarismo sostenido por fuerzas armadas ocurre sin neutralización o fractura del poder coercitivo”. Esto no implica golpe militar, sino división interna, retiro del apoyo político y garantías de reinstitucionalización. Esas garantías están en la justicia transicional, amnistía, la paz difícil y la pedagogía social en términos de redención, perdón y reencuentro ciudadano.
El “quiebre militar” no es una toma de fusiles sino de consciencia social y republicana. No es un evento espectacular, sino un proceso silencioso, condicionado por presión externa, incentivos internos y una alternativa civil legítima.
Joseph Nye: soft power, coerción y la paradoja venezolana
En Soft Power (2004) y The Future of Power (2011), Joseph Nye plantea que el poder efectivo combina: Hard power (coerción, sanciones, fuerza), soft power (legitimidad, valores, prestigio moral) y Smart power (uso estratégico de ambos). En el caso Venezolano Donald Trump encarna el hard power: sanciones, decomisos, diplomacia coercitiva. María Corina Machado representa el soft power: legitimidad moral, narrativa democrática, respaldo ciudadano y reconocimiento internacional (Nobel). La combinación integrada e inteligente de ambas sería la estrategia ideal.
En la realidad la consolidación de factores debe integrarse con mayor compromiso para convertir los objetivos en propósitos e intereses comunes. Nye advierte que la coerción sin legitimidad produce resistencia; pero la legitimidad sin presión produce estancamiento. La “dupla” Machado–Trump es eficaz si se entiende como complementaria, no subordinada, pero acompañada de otras alianzas internacionales. A nuestro juicio la presión externa abre grietas y es el liderazgo civil interno el que ofrece la salida.
Unos de los factores que impiden una escalada de presión, es la concreción de un proyecto de transición sostenible, alianzas internacionales comprometidas y removilización interna organizada.
Algunos casos comparados son referentes de acción ciudadana, presión externa y transición sustentable. En Sudáfrica (1994) Nelson Mandela fue liderazgo moral + reconciliación; presión internacional sostenida (sanciones) y negociación con sectores del poder coercitivo. Serbia 2000 vivió la caída de Slobodan Milošević tras fraude electoral. Fue acompañada de una Acción ciudadana masiva, desobediencia civil y fractura policial–militar. Apoyo externo y protagonismo interno.
La Primavera Árabe (2011) merece mención aparte. La movilización interna fue clave, pero a pesar de la alta movilización ciudadana, la consolidación democrática (Egipto, Libia) fracasó por la ausencia de un liderazgo unificador e institucional.
Aquí reposan los eslabones perdidos o si acaso, latentes, de una consolidación transicional: el liderazgo interno debe ser unificador, que significa redentor en términos de pliegues de factores de la coalición dominante y superación de rencillas de actores opositores; e institucional, es decir, reconstructor del estado de derecho y de nuestra identidad ciudadana, lo cual supone un complejo proceso de reintegración, reagregación social y reconocimiento de nuestras debilidades grupales. El estado petrolero y rentista no puede seguir monopolizando el reparto y la responsabilidad social.
El liderazgo de María Corina Machado, reforzado por el Nobel, aportó legitimidad y dirección histórica. La política de presión de EEUU introduce costos reales al autoritarismo; y la acción ciudadana organizada sigue siendo el factor decisivo, está en proceso de reactivación. Nadie subestime el silencio de los inocentes e indignados. Callan pero actuarán.
El reto hacia 2026 no es salir del régimen, sino entrar a la democracia. En ese proceso es clave el buen entendimiento del liderazgo transicional con aliados internacionales capaces de darle sostenibilidad al proceso de restablecimiento democrático.
Ese entendimiento, por cierto, no es sólo del liderazgo político. Los ciudadanos deben participar del poder sanador y reconstructor del estado, compensando los riesgos y apoyos obtenidos, con removilización y participación plena en la consolidación de la transición. El proceso no es endoso a una ‘nueva’ clase o coalición política. Es un nuevo pacto de integración republicana, donde nadie tiene el monopolio de la edificación institucional de un estado moderno y una democracia liberal por plural, abierta y tolerante. Es un momento profundamente civilista.
El Nobel de la Paz 2025 como hito político de la oposición venezolana. La Doctrina Trump.
La concesión del Premio Nobel de la Paz 2025 a María Corina Machado representa un hecho de enorme carga simbólica y política. El Comité Noruego justificó su decisión por su “incansable trabajo para promover los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y su lucha por una transición pacífica de dictadura a democracia”, señalando que Machado ha sido “una figura clave para unificar a una oposición históricamente fragmentada” en torno a demandas de elecciones libres y sistema representativo.
El Nobel es un golpe moral al chavismo, por unificador de una Venezuela que clama democracia pero también decencia. El reconocimiento internacional erosiona la narrativa de legitimidad del régimen de Maduro y refuerza la percepción global de Venezuela como un caso paradigmático de transición democrática pendiente […] Este premio es comparable a otros honores otorgados a figuras que simbolizaron luchas civiles contra la opresión, como Nelson Mandela (1993) o Aung San Suu Kyi (1991)—aunque con contextos muy diferentes—y subraya cómo la comunidad internacional puede influir en crisis políticas internas a través del reconocimiento moral y normativo.
La administración de Donald Trump ha intensificado su política hacia Venezuela, combinando sanciones económicas, incautaciones de activos y operaciones militares selectivas bajo la bandera de la lucha contra el narcotráfico. Pero el trabajo de cambio de poder es nuestro. Sigue siendo muy desigual, pero es.
Machado ha apoyado explícitamente la estrategia de Trump, señalando que el presidente estadounidense es un “paladín de la libertad” y agradeciendo su presión contra el régimen chavista […] Esta relación—entre una líder democrática con un perfil liberal-democrático y una política exterior heterodoxa y coercitiva de corte Trumpista—genera tensiones conceptuales sobre la legitimidad del apoyo internacional en procesos de democratización y la autonomía soberana de un país.
Una “dupla” que hemos dicho, debe comprenderse como combinación ineludible de contrafuerza para lograr el cambio de modelo político y una consolidación histórica de una transición inédita. Pero ese dueto necesita coros y arreglos. La ‘melodía’ no se reduce a dos. Es la reorganización de una oposición integrada y disciplinada, voceros de las fuerzas militares y policiales y otros aliados internacionales visibles.
Perspectivas de cambio de régimen y recuperación democrática 2026. “Fissure Dynamics”
El concepto de cambio de régimen (regime change) es históricamente controversial. Citamos que fuera de Venezuela, casos como la influencia occidental en la caída de Slobodan Milošević (Serbia, 2000) o la Primavera Árabe han mostrado que presión externa+movilización interna convergen en resultados de transición—aunque no siempre democráticos ni estables.
Teóricos de relaciones internacionales como Hedley Bull (sistema internacional) y Kanti Bajpai (intervención humanitaria vs. soberanía) destacan que la intervención es legítima únicamente cuando está enmarcada en el derecho humanitario y con un claro mandato multilateral. Aquí llegamos a una frontera muy delgada pero muy visible. Es notorio que Venezuela justifica una intervención humanitaria. El tema es que el mandato no termina de ser multilateral. No se termina de comprender o aceptar que hemos llegado a un punto de devastación peor que una guerra convencional.
El reto hacia un nuevo orden público internacional es la multilateralidad de la coerción diplomática cuando los DDHH son subordinados a un régimen fallido y criminal. La teoría de“fissure dynamics” (fuerzas sociales + división en el poder coercitivo) es central: el apoyo civil puede presionar, pero sin una élite militar disidente, la transición suele estancarse.
La reconstrucción institucional-subrayamos-pasa por justicia transicional, reforma electoral, reintegración de fuerzas democráticas, reinstitucionalización y profesionalización de las FFAA y protección de derechos fundamentales [Ver Juan Linz y Alfred Stepan up supra]
María Corina Machado y Donald Trump. Una dupla estratégica fundamental pero no suficiente.
Machado representa un liderazgo moral y cívico, con reconocimiento global y una narrativa impecable de defensa del estado de derecho y la democracia. El apoyo—aunque pragmático—de Trump ofrece recursos y presión externa. No obstante, no puede sustituir la construcción interna de legitimidad democrática sin la incorporación activa de todos los partidos y los grupos de interés de la sociedad civil, ni generar un consenso nacional si no va más allá de las elites políticas, tecnócratas, académicas y sectores urbanos.
Un enfoque equilibrado sería inspirarse en el concepto de “soft power + regional coalitions” (ver Joseph Nye supra), donde el prestigio moral se combina con diplomacia multilateral [no sólo EEUU] para presionar no sólo con coerción unilateral. Una transición sostenible pasa por nuevas elecciones, proceso constituyente y un proyecto de estado nuevo y moderno, que apele al perdón y la apertura, para darle manto a una nueva constitución liberal, básica, civilista y no reglamentaria.
El desafío para 2026 será combinar liderazgo moral (Machado et al), presión internacional legítima, y un programa de gobierno transicional democrático amplio, moderno, con el individuo como eje central [tierra de gracia] que incluya a todos los venezolanos.
El regreso a casa y un nuevo despertar venezolano está muy cerca. Lograrlo supone no pisar los mismos lodos del pasado y pensar con mucha racionalidad pero también generosidad, cada paso en el andar, cada mano que se aprieta y cada palabra que se eleva.
A todos mis hermanos venezolanos, les deseo un feliz y venturoso 2026, en libertad. Es nuestro momento, el momento del reencuentro venezolano, en Venezuela.
Orlando Viera-Blanco
@ovierablanco







