Bruselas murmura [DDHH] desde finas butacas; París defiende el multilateralismo y Madrid finge que no oye, mientras no traga ni puede respirar
Hay quien escribe la historia con tinta y hay quien la escribe con carácter, decisiones, sentido de riesgo propio y dolor ajeno.
Hay que sentir la historia, aun sin comprenderla, como relevante y trascendente. Entonces la batalla no es armada, es una oda a los tiempos y la paciencia de los pueblos en su lucha por evitar la guerra y anhelar la paz. Un sentimiento sencillo, bondadoso, noble y sublime, [Dixit Lev Tolstoi] que no sabe de pelotones sino de pasiones, que no ve las posiciones sino los sentimientos que hay en mi y que hay en ti.
Cuando un presidente—que no es cualquiera por hacer realidad lo que anticipa y solicita—dice que “viene algo serio para Venezuela”, no está haciendo un anuncio casual. Está lanzando una moneda al aire para calibrar reacciones, tantear aliados y medir el temblor del tablero. Y también sus pasiones. Porque anuncia una liberación como pocas:la un país azotado por el crimen, la colusión y una expoliación inédita y miserable. No es una declaración de guerra. Es una declaración de libertad y redención.
El lenguaje militar es taimado y fatuo cuando quien lo acuña no tiene músculo para atentar. Pero cuando quien eleva una amenaza de armas lo hace con poder y razón, esta forma de ‘política exterior’, pasa del ardid a una amenaza limpia por creíble y avisada, sabiéndose el adversario-agresor, sin defensa moral ni material. Una declaración que no escatima anticipar un camino inequívoco de saneamiento, paz y evicción.
Un acto profético con objetivos concretos de quién ha demostrado sobradamente [Donald Trump] no echa cuentos, y contra quiénes la humanidad sabe sin enmendaduras, han hecho mucho daño impunemente. Impunidad, huelga decir, que no es sólo causa del régimen sino también de un orden público internacional ineficaz, lírico, retórico y burocrático.
Lecturas: Caído el rey…la deniabilidad plausible.
La primera lectura—la más inmediata—es la operacional: La Casa Blanca ha autorizado abiertamente operaciones encubiertas con eco de “ataques por tierra” contra objetivos en territorio venezolano. Una respuesta contundente a los carteles y a aquellos ataviados de uniformes que en un mal momento, ‘echaron gas del bueno’ y asesinaron a quemarropa.
No es un rumor. Medios y corresponsales citan que Washington ha dado luz verde a una escalada terrestre. Y frente a la ‘limpia amenaza’ [libre de fintas o amagues] el opresor de mazo dando, tanqueta, machete y fusil, pide ‘justicia y paz’ en varios idiomas, a laicos y religiosos. ¿Objetivos? Siempre múltiples y solapados: Interrumpir flujos de narcóticos y golpear a las redes delincuenciales; desestabilizar o degradar el aparato de poder del adversario. Si el rey del Cartel es el mismo que funge de Presidente, pues nada, a rey caído, salto de liebres y de bufones.
El objetivo geopolítico: Reproyectar la fuerza en América Latina enviando señales a aliados y adversarios (Rusia, Cuba, Irán, China, Colombia, Brasil et al). El festín en tierras de gracia se ha acabado. Ha llegado un nuevo corredor que controlará las servidumbres marítimas y aéreas criminales. Un nuevo actor que provee-literalmente-esperanza de agua, luz, pan, paz y libertad.
El menú es previsible y no es nuevo. Fuerzas especiales, operaciones de inteligencia, embargo informativo, ataques selectivos y si el conflicto escala, apoyo aéreo y naval. Además bases y puntos de apoyo de aliados en territorios vecinos, en aguas internacionales; uso de países terceros como plataformas (improvisadas o consentidas). La estrategia: causar el menor efecto político, negando responsabilidades de cambio de régimen [deniabilidad plausible] y alcanzando el mayor impacto como operación anti criminal.
Estamos en presencia del nuevo alcance y dimensión de la doctrina de legítima defensa internacional y de cooperación humanitaria. Otra retina del orden público internacional, donde por fin, los DDHH están por encima de la soberanía del Estado ausente.
La doctrina de la responsabilidad de prevenir y proteger [R2P] está siendo reeditada. No con tinta sino con carácter, decisiones, sentido del riesgo propio y dolor ajeno. Un modo de prevenir y reprimir mediante un aislamiento terminal irreversible.
Un matiz crucial y peligroso, pero de inmenso valor político, libertario y ético.
El Presidente de EEUU tiene potestades amplias en materia de seguridad nacional: puede autorizar operaciones mediante «covert action findings», ordenando acciones militares limitadas sin una declaración formal de guerra. Pero es verdad que existe una frontera legal y política: el Congreso y la Ley de Poderes de Guerra (War Powers Resolution) exige notificación y restringe el empleo prolongado de FFAA sin autorización legislativa.
La administración Trump puede argumentar que estamos ante acciones contra organizaciones transnacionales delictivas—y no una invasión—para esquivar el requisito de autorización explícita. Pero ese es precisamente el punto donde la legalidad federal y la parlamentaria se tensan a lo interno [EEUU], y la soberanía de los estados y la del pueblo, entran en contradicción. Hay senadores que empujan a bloquear ataques no autorizados. Hay voceros internacionales que cuestionan “una intervención imperial”.
Pero barrer la presencia de Rusos, Chinos, grupos islámicos radicales, Cubanos y redes criminales que operan por libre a tres horas por aire del territorio norteamericano, no es un logro que el Congreso de EE.UU ni el resto del mundo occidental pueda ignorar ni censurar fácilmente. Un alcance político, libertario y estratégico, innegable.
Sin romanticismos.
En el plano literario—y aquí cometo la vanidad del cronista—una intervención es verdad que puede acabar mal. Pero en el caso venezolano, nada puede seguir o acabar peor.
La frase, “viene algo serio” se expande como quien lanza una piedra en un estanque, esperando las ondas. El tamaño de la ola dependerá del cálculo estratégico, la confrontación internacional, errores humanos y muy importante, la comprensión [interna y externa] de quienes en el mundo democrático y humanitario, no quieren más dictaduras disfrazadas de Liberté, Égalité y Fraternité [sic]. La esperanza de los pueblos es sencilla. La crítica del forastero tiende a ser cómoda y sin riesgos.
Sin romanticismos: la autorización de operaciones encubiertas y de una incursión “por tierra” constituye una apuesta que no deja de ser desafiante. Para algunos será un acto de realpolitik necesario; para otros, una insolencia imperial. Para todos, una multiplicación de incertidumbres, de resultados imprevisibles y ajustes políticos forzados [barnizados de deniabilidad plausible]. Pero para la mayoría de los venezolanos es un rescate legítimo de nuestra identidad, del respeto a la voluntad popular expresada el 28 J-24 y de la justicia como herramienta de paz. Aquí reposa el verdadero concepto de soberanía popular. No es romanticismo. Es una redención histórica impostergable.
Crónica de una dama pesada llamada Europa y un Águila que casa moscas.
En 1989 George Bush padre ordenó entrar en Panamá para capturar a Noriega y lo llamó “Operación Causa Justa”. En 1983 Reagan desembarcó en Granada con el amparo de proteger a los estudiantes. En 1961, Kennedy permitió Bahía de Cochinos, que acabó lamentablemente en naufragio. Actos que arrojan aciertos y errores. La tesis del enemigo conveniente [ahora] obra contra Maduro, una justificación de bandera anti criminal, difícil de contener.
El presidente Trump entiende la política como un ajedrez. Con el aplomo de quien mueve fichas sobre un mapa de arena, colocó a Venezuela en sus movimientos con el fin de anotarse una victoria geopolítica sólida. Un jaque al peón [que hace las veces de un rey] que concede un inmenso espacio regional y electoral (a lo interno) al tiempo de sembrar un precedente contundente: América para los americanos [Dixit John Adams/James Monroe].
Donald Trump cambia el mapa hemisférico. Necesita tierras raras [sacando a China de la ecuación]; minerales críticos [litio, coltán, aluminio, cromo, cobalto, cobre, grafito, indio, hierro, plomo, níquel], agua y petróleo que van desde el Golfo de América hasta la Patagonia. Los objetivos son políticos: implosión interna; estratégicos-geopolíticos: cortar puente Iraní, Ruso y Chino en el Caribe; económicos y simbólicos: América para los americanos. México, Brasil, Cuba, Colombia y Nicaragua, quedan en la mira.
Europa-pesada como dama cansada-queda rezagada con la retina filosa de EEUU y la agilidad de movimientos encubiertos (y otros que no lo son tanto). No es fascinación por la superioridad del ave de cabeza blanca, pero se cansa uno de tanta desigualdad y violencia contra indefensos e inocentes.
Europa observa todo esto como quien ha visto demasiados incendios, quedando ardida de un verbo envilecido, y aleccionada por el águila que caza moscas [….] Bruselas murmura [DDHH] desde finas butacas; París defiende el multilateralismo y Madrid finge que no oye, mientras no traga ni puede respirar. Ningún gobierno europeo tiene estómago ni carácter para asimilar una transmutación genealógica de una nueva ética internacional.
Francia aún arrastra el polvo de una migración desordenada, los Noruegos lavan los manteles de las interminables mesas de negociación, los Alemanes deshojan margaritas, entre ser de oriente u occidente; la madre patria sobrevive su propio cisma de secesión, e Inglaterra se debate entre ser y no ser. Europa no quiere sangre. Quiere gas, energía, estabilidad y paz. Pero lo quiere en silencio y a costo cero. El trabajo que lo asuma otro. Y mientras bosteza, planta cara y se queja de la incursión imperial, al tiempo que el mundo se cansó de la milonga progre y los venezolanos nos despojan la nacionalidad.
El epílogo: Cuando oigo, escucho y no callo.
Cuando oigo que “viene algo serio”, no me aparto de los costos ni los riesgos que denuncia la lírica europea, la narrativa antillana o los estornudos zurdos […]
Pero pienso que nos arrebataron la democracia, que nos han llevado a la oscuridad más profunda, al horror más doloroso, a una fractura inmerecida y una asfixia apátrida inmisericorde en la que, aún dando la vida pacíficamente, el destino se empeña en derrotarnos sin otórganos premio ni alivio. Pienso en los 9 millones de venezolanos que nos hemos ido sin quererlo, pienso en los caídos, los torturados, en presos políticos; pienso que Latinoamérica no puede seguir siendo caldo de cultivo de insurgencia, violencia, lucha de clases, grupos radicales, narco, contrabando, trata de gente y expoliación china, rusa, cubana e islámica.
Pienso que los costos y los riesgos son proporcionales a lo sufrido y que la soberanía de los estados existe mientras exista la soberanía de los DDHH, civiles y políticos de los pueblos. Pienso que todo quedó ausente: literalmente la luz, el agua, la comida, la esperanza, el futuro, el conocimiento. Qué decir de los derechos, la justicia, la libertad y la paz. Y pienso que es momento de un nuevo amanecer. Eso es lo que significa “algo serio para Venezuela”: La redención de un pueblo noble, decente y bueno. El restablecimiento de un hemisferio feliz, provechoso, libre y normal.
Cuando escucho “que la pólvora derramada en las guerras lo que deja es muerte, miseria y desastre”, basta responder como lo haría León Tolstoi en su guerra y la paz: “No hay grandeza donde faltan la sencillez, la bondad y la verdad”. Y no hay mayor muerte, miseria y ruina, que la vivida. Los que nos han hecho no es ni sencillo, ni bondadoso ni obedece una causa verdadera.
No hay guerra agregaría, cuando lo que impera es dignidad y pasión por la otra verdad: la democracia, la cultura, la identidad, la recuperación de la patria. No es tarea ociosa. Es algo muy serio: es sobreponer el amor sobre el odio, la unión sobre la división, la libertad contra la prisión y el hogar sobre el exilio.
Lo que libramos no es una batalla de poder. Es una oda a la paciencia y el tiempo decíamos, la épica de un glorioso pueblo por representar su papel en sucesos históricos, comprendiendo el brillo, la importancia y relevancia de tanto sacrificio. Es cobrar lo sudado, llorado y perdido con reencuentro y reconciliación. Y vuelvo con León Tolstoi: “El éxito en una batalla no ha dependido ni dependerá nunca de los batallones, del armamento, del número; menos que nada, de las posiciones…-Entonces, ¿De qué? -Del sentimiento que hay en mí, en él y en cualquier soldado…»
Ese sentimiento, [en ti, en mi, y en cualquier soldado de la patria] es ese «algo serio que viene para Venezuela»: la paz, la democracia, la concordia y la libertad. No es una guerra…
Es un sentimiento-decíamos-sencillo, bondadoso, noble y sublime. Es un noble epílogo de lo que no callo, cuando escucho hablar sobre la guerra y la paz… de tu sentimiento, del mío y el de nuestros soldados.
Orlando Viera- Blanco
@ovierablanco







