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Villasmil: Daniel Ortega, el socialista

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Villasmil: Daniel Ortega, el socialista

Un buen amigo comparaba hace poco a la tiranía nicaragüense, comandada por esa pareja siniestra que conforman Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, con esa otra pareja socialista que subyugó su pueblo por décadas, el matrimonio Ceauşescu en Rumania. Una comparación que, observando las evidentes diferencias que existen entre ambos países, sus historias y culturas, sin embargo es fácil de entender desde la perspectiva que más interesa a un demócrata: la de la defensa de los intereses y derechos de un pueblo concreto frente a la masacre humana que desde el poder se perpetra contra sus propios ciudadanos.

 

 

 

Ambas parejas -los Ceauşescu, hasta su fusilamiento en 1989- y los Ortega -él entre los líderes históricos de la lucha contra la dictadura somocista- siempre han estado vinculadas con las ideas socialistas. Ceausescu gobernó su país por 22 años a partir de 1967 y fue secretario general del Partido Comunista Rumano en el periodo 1965-1989. Su gobierno fue derrocado durante la llamada “revolución de diciembre 1989”, en la que él y su esposa Elena fueron juzgados por un tribunal militar acusados de genocidio, subversión del estado mediante acción armada contra el pueblo, destrucción de la economía y del patrimonio nacional y desfalco.

 

 

 

¿No son acaso estos cargos similares a los que podrían levantarse contra Daniel Ortega?

 

 

 

Otra similitud se hace presente en el hecho de que durante la Guerra Fría el presidente rumano presidió uno de los cultos a la personalidad más extremos dentro del por entonces llamado Bloque del Este. Inspirado por la veneración que rodeaba a Mao Zedong y a Kim Il-sung en Corea del Norte (y que se mantiene hoy en día con su nieto, el supuesto amigo coreano de Donald Trump) se afincó en una rígida ideología nacionalista.

 

 

 

Inicialmente, dicho culto a la personalidad estaba enfocado en Ceauşescu. A principios de la década de 1980, sin embargo, su esposa se subió en el pedestal de los héroes de la patria como el socialismo acostumbra practicar.

 

 

 

¿No han intentado acaso Daniel y Rosario construir su propia idolatría, su invocación a que el bienestar y felicidad de la patria comienza y termina con ellos y sus acciones, que supuestamente son siempre favorables al pueblo?

 

 

 

Si Ceauşescu militó en la forma extrema del socialismo, el comunismo, Ortega (José Daniel Ortega Saavedra, irónicamente nacido en un pueblo llamado La Libertad, en 1945) desde joven participó en el sandinismo. En 1967 es detenido por un asalto a un banco siendo acusado de robo con intimidación, pasando 7 años en la cárcel.

 

 

 

El llamado Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) fue fundado como una organización política y militar de izquierda en 1961 por Carlos Fonseca Amador, Santos López, Tomás Borge y Silvio Mayorga, entre otros.

 

 

 

Hoy, y desde hace años, su máximo líder es Daniel Ortega.

 

 

 

Que Ortega ha traicionado las ideas y los principios que llevaron a la lucha armada al sandinismo, la herencia de las ideas y del legado nacionalista de Augusto César Sandino, es un hecho obvio. Como lo es que el FSLN, que desde sus orígenes se proclamó marxista-leninista, es miembro desde hace muchos años de la Internacional Socialista,  y por ello debería identificarse con las fuerzas socialdemócratas, laboristas y socialistas democráticas en el mundo.

 

 

 

Hagamos énfasis en la palabra “democráticas”. Si usted va a una reunión de la Internacional Socialista se encontrará con líderes políticos como el actual presidente de gobierno español, Pedro Sánchez, y su partido el PSOE; con dirigentes de tres de los partidos que conformaron el gobierno de Michelle Bachelet en Chile; Liberación Nacional de Costa Rica; el laborismo británico (su líder actual, Jeremy Corbyn, es un apologista del chavismo); el PRI y el PRD de México; el APRA peruano, el partido Liberal colombiano, los alicaídos partidos socialistas francés e italiano, y el muy histórico partido socialdemócrata alemán, de los más antiguos del mundo. Por Venezuela la cosa es muy pluralista, con cuatro miembros en la IS: Acción Democrática -el partido que creara Rómulo Betancourt- Voluntad Popular (el de Leopoldo López), el Movimiento al Socialismo (MAS), que fundaran entre otros Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez, hoy convertido en franquicia en alquiler a quien ofrezca más, y Un Nuevo Tiempo.

 

 

 

En la Declaración de Principios de la IS puede leerse lo siguiente: “Los derechos del individuo son fundamentales para los valores del socialismo. La democracia y los derechos humanos son también la esencia misma del poder popular, el mecanismo indispensable para que el pueblo pueda controlar las estructuras económicas a las que durante tanto tiempo ha estado sometido. El carácter dictatorial de un gobierno no puede ocultarse con políticas sociales sin democracia”. (…) “La libertad respecto a formas de gobierno arbitrarias o dictatoriales es algo fundamental”.

 

 

 

Decíamos arriba que Ortega y su partido son miembros de tan reconocida corporación, con presencia en todo el mundo. Ahora bien, ¿qué piensan en la casa matriz socialista de los desmanes de su camarada Ortega, iniciados desde prácticamente el día uno de su gestión?

 

 

 

El 23 de abril la IS emitió un comunicado donde se criticaba “la muerte de cerca de 30 ciudadanos nicaragüenses como resultado de la represión de la Policía Nacional y otros grupos armados a las protestas que han tenido lugar en ese país los últimos días frente al anuncio del Gobierno de reformas al sistema de Seguro Social, no puede en ningún caso, ser justificada y es absolutamente inaceptable”.

 

 

 

Agregaban que “estas pérdidas de vida y la deplorable violencia utilizada en contra de los manifestantes han producido una profunda consternación en la Internacional Socialista”. Finalmente la Internacional Socialista llamaba al régimen de Daniel Ortega “a encauzar de inmediato un proceso de respuestas efectivas a las demandas de sus ciudadanos en un espíritu de inclusión y de justicia, del restablecimiento de la paz social a través de iniciativas que permitan al conjunto de la población nicaragüense recuperar el camino de la convivencia, en el marco de la democracia”.

 

 

 

Es muy evidente cuál fue la respuesta del tirano Ortega, de cuál manera siguió los consejos de sus compañeros de ideología.

 

 

 

Entonces, uno pensaría que después del alarmante aumento de los asesinatos cometidos por las bandas armadas del gobierno, la IS habría tomado una posición de crítica mucho más profunda -incluso de revisión de su membresía- frente al régimen tiránico sandinista. Y es que antes de las protestas sociales ciudadanas iniciadas el pasado abril existían múltiples razones para ello. ¿O no era obvia, para los ojos del socialismo democrático mundial la deriva autoritaria, desde hace años, de su camarada Daniel Ortega?

 

 

 

En la reunión más reciente del Consejo de la IS, el 26 y 27 de junio, en Ginebra, si bien condenan de nuevo los actos de violencia (“y la creciente polarización del país”), debido al excesivo uso de la fuerza por la policía y grupos parapoliciales –hasta allí van bien- “tomamos nota de los esfuerzos realizados por el gobierno de Nicaragua, el FSLN y las partes enfrascadas en el Diálogo Nacional e instamos para que redoblen sus esfuerzos logrando conseguir una solución negociada a la mayor brevedad posible, alejada de la violencia, permanente y duradera, asegurando la seguridad ciudadana y justicia plena”.

 

 

 

¿Deben extrañarnos entonces las declaraciones del nuevo canciller español, el señor Borrell, cuando prácticamente declara el abandono del nuevo gobierno del partido socialista de ese país a apoyar con firmeza a la oposición nicaragüense y a la venezolana frente a las atrocidades cometidas por sus gobiernos? Textualmente: “España no va a abanderar la línea dura de las sanciones cada vez que haya un problema en Latinoamérica”. Acercándose a las tesis de su compañero de partido José Luis Rodríguez Zapatero, de clara vinculación y fraternidad con el madurismo, afirma Borrell que ‘nuestro papel es exigir diálogo”.

 

 

 

Pedir diálogo sin más, en estos tiempos, ante estas nuevas formas de tiranía del siglo XXI, es una fórmula cínica para correr la arruga diplomática, de hacerse los locos, de darle largas al asunto, así el tirano se consolide con ello.

 

 

 

Nicaragua, desde hace más de tres meses, vive en estado de rebelión. Todo el planeta está enterado, salvo al parecer la Internacional Socialista y algunos de sus líderes y gobiernos (entre los pocos que les quedan).

 

 

 

En estos más de 100 días el saldo de muertos ya supera largamente los 400, con un número mucho más grande de heridos, maltratados, torturados y detenidos. Como los dictadores del pasado nica, las manos de la pareja Ortega están llenas de sangre. Razón tiene el pueblo al usar la consigna “¡Ortega y Somoza son la misma cosa!”. Una obviedad para todos menos para la socialdemocracia. Me atrevo a lanzar una hipótesis del porqué: porque Ortega no es de derecha. Si lo fuera, otros gallos cantarían en los gobiernos y organizaciones socialdemócratas.

 

 

 

Porque supuestamente Ortega es socialista, la mayoría de los socialistas no ha producido una sola palabra de condena definitiva, con propuestas y medidas drásticas contra Ortega. Ni en Madrid ni en Ginebra ni en casi ninguna otra parte. Una lavada de manos olímpica, que habría hecho enrojecer a Poncio Pilatos.

 

 

 

Si Daniel Ortega no fuera de izquierda, la IS habría escuchado hace años las denuncias de su hijastra, acusándolo de violación; la IS y sus partidos habría prestado atención a las acusaciones en su contra por corrupción, por fraude electoral, por la sistemática destrucción del pluralismo institucional. Y no hay duda de que habría sido expulsado hace mucho tiempo de la IS.

 

 

 

Y luego se preguntan por qué los ciudadanos europeos y latinoamericanos están abandonando en masa a los partidos socialistas, que sufren hoy la crisis más importante desde su creación. No es solo una crisis de votos, no señor. Es una crisis de valores; sencillamente la traición a los mismos.

 

 

Marcos Villasmil

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