Venezuela: Ni Trump, ni Maduro
febrero 25, 2018 10:21 am

 

 

1. Elección autista

 

 

Con el veto de Washington a la participación de sus partidos cipayos en las elecciones del 22 de abril, éstas se convierten en un simple ejercicio autista, carente de cualquier potencial transformador progresista de la realidad nacional. Ante la negación imperial, es irrelevante si Maduro gana una mayoría o no, porque el destino de la Patria ya no se decide en Venezuela.

 

 

Participar en las mega elecciones significa participar en un ritual reaccionario. Apoyarlas, sólo es posible bajo la condición de ser oportunista o pendejo o dependiente directo de los aparatos dictatoriales.

 

 

Lo mañoso de ese acto interno de estabilización política madurista, mañoso y falta a la verdad como todo lo que dice y hace el gobierno del Presidente «Obrero» y la «Primera Combatiente», es evidente. Los que se niegan a participar, porque saben que subirían al cuadrilátero como un peleador con un brazo amarrado, son estigmatizados como abstencionistas-agentes del imperialismo. Si legitiman la farsa de la dictadura con su colaboración, prolongan objetivamente la agonía de la patria. Apoyar a Trump, al igual que apoyar a Maduro, significa objetivamente, volverse traidor a la Patria. ¿Qué hacer, entonces, para evitar esta trampa de la lumpen política nacional e imperial burguesa?

 

 

2. Ni Maduro, ni Trump

 

 

La única postura popular, patriótica y progresista posible ante esas elecciones sin elección «Catch-22» –paradoja sin alternativa ni escape para el sujeto– consiste, en no estar con Trump ni con Maduro. Ni con la dictadura burguesa global, ni con la dictadura burguesa nacional, porque ninguna de las dos permite el libre ejercicio de la soberanía popular, que es la base de toda democracia verdadera. De ahí, que las fuerzas progresistas nacionales tienen una sola alternativa ante la doble trampa de Miraflores y Washington: recuperar la soberanía popular, posponiendo el sufragio hasta la fecha constitucional tradicional, diciembre del 2018, para crear una logística electoral transparente y democrática que permita la participación de todas las fuerzas interesadas y legítimamente habilitadas para el procedimiento electoral. Esta moratoria a las dictaduras del Madurismo y de Washington dará tiempo suficiente para construir una alternativa de conducción nacional patriótica, eficiente, de centro, que, al ser ratificada por los ciudadanos, permitirá superar pacíficamente la crisis del sistema. Si el gobierno no acepta esta solución –y, por supuesto, no la va a aceptar, porque en condiciones democráticas Maduro pierde el mandato nacional mayoritario– entonces, la única actitud patriótica y ética posible radica en no participar en el circo pseudo-democrático del régimen.

 

 

 

3. Capitulación de Maduro

 

 

 

Maduro entendió de inmediato que el veredicto de Washington era la sentencia de muerte de su régimen. Y, en una de sus características oscilaciones entre la megalomanía heróstrata y la sumisión masoquista, el capo di capi de los perdedores –que han causado una de las mayores derrotas de la Patria Grande desde la Independencia– levantó la bandera blanca de la capitulación. En un tweet a Trump, le ruega al delincuente imperial un «Diálogo en Caracas o Washington DC». Y, desde su condición de vencido, sin dignidad y con un servilismo repugnante, le asegura al verdugo y jefe de la lumpen burguesía mundial: «Hora y lugar, y ahí estaré». Otro jefe tribal tercermundista como Gadafi y Sadam Hussein, arrastrado ante el poder de Roma. En la Casa Blanca y Mar de Lago han de estar muertos de la risa, ante la última y desesperada pirueta del super-revolucionario socialista y anti-imperialista Maduro, destinada a salvarse en medio de la distopia que ha creado con su camarilla. En su incultura nunca había conocido la frase Roma locuta, causa finita: Roma ha hablado, el caso está cerrado. ¡Ahora, tendrá que vivir la!

 

 

4. Colapsa la contraofensiva madurista de 2015

 

 

Con la prohibición electoral de Washington, la gran contraofensiva madurista para revertir la derrota de las elecciones parlamentarias del 2015, llegó a su fin. En 2015, al perder el control del poder legislativo, la camarilla Maduro-Cabello-Reverol-Padrino López decidió usar la estratagema del poder dual, para bloquear el avance de la derecha. La cabeza de playa en el frente legislativo iba a quedar «sellada» mediante la creación de una estructura de poder estatal y social nacional paralela, que evitara futuros avances del enemigo. En términos concretos: un régimen ejecutivo autocrático basado en las bayonetas, la mentira y el dólar, para mantener a los nuevos socialdemócratas en el poder, hasta que el precio mundial del petróleo permitiera su prodigiosa recomposición vía la abundancia rentista.

 

 

5. Washington quiere violencia

 

 

 

Dentro de la correlación de fuerzas internas, latinoamericanas e internacionales del 2015, la estrategia del poder dual podría haber funcionado, si se hubieran cumplido dos condiciones absolutas: un liderazgo competente y la implementación de reformas sistémicas urgentes al modelo de Hugo Chávez. En ausencia de ambas, el fracaso (total) del oficialismo era previsible e inevitable.

 

 

 

Ahora, con el «No» del Big Brother, la gran burbuja autista de los iconoclastas explotó y reveló que más allá del Bluff (quimeras) del cuarteto no hay ninguna fuerza real para sostener la farsa. La patética grandilocuencia de Maduro, las amenazas represivas de Cabello, unas elecciones con abstencionismo de alrededor del 50 por ciento de la población, nada de esto ya tendrá importancia y nada de esto podrá detener el derrumbe del régimen. Es decir, las elecciones como solución institucional pacífica del conflicto han sido abortadas. Y, cuando el recurso del consenso se agotó, sólo queda el camino de la violencia. Esto es el desenlace que Washington quiere, porque pretende trazar de una vez por todas la línea roja de contención de China y Rusia en su patio trasero. Y esa línea roja se pinta mejor con sangre — como en Siria.

 

 

6. El ejemplo revolucionario sandinista

 

 

 

Igual que Gadafi, Saddam Hussein, Noriega etc., la mafia de Maduro es corresponsable de una situación en la cual se le ofrece en bandeja de plata al imperialismo los recursos y la posición geopolítica de Venezuela. Cuando el gobierno sandinista logró en 1987 el Acuerdo de Paz de Esquipulas II con sus vecinos centroamericanos, Washington simplemente prohibió a sus vasallos en las repúblicas bananeras, cumplirlo, porque la guerra de destrucción contra el legítimo gobierno democrático sandinista tenía que seguir. Obligado por la socialdemocracia europea (alemana, sueca, española) y la guerra, a realizar las elecciones de 1990, el FSLN perdió la votación. Sin embargo, logró imponer un acuerdo post-electoral de repartición del poder nacional, que salvó al movimiento y a las conquistas de la Revolución, y que Washington tuvo que aceptar.

 

 

Después del 22 de abril, la camarilla de Miraflores no tendrá ningún poder de negociación comparable al del FSLN en 1990. Cuando era posible establecer ese modus vivendi en beneficio de la nación y del pueblo, de 2013 al 2017, su soberbia e irreal convicción de ganar el conflicto contra los mantuanos y el imperialismo, no les permitió ver su debilidad estructural. Hoy día, rodeado de la estructura militar-política-económica más poderosa de la historia (OTAN), Venezuela –sin hinterland, demografía, aliado estratégico, economía etc.– no tiene ninguna condición para enfrentarse exitosamente al Leviathan, tal como sí lo pueden hacer Irán, Corea del Norte e, inclusive, Hezbollah.

 

 

7. La anti-democracia burguesa

 

 

 

Toda clase dominante procura evitar elecciones democráticas. Está en el poder para enriquecerse y no quiere que le estorben los negocios y prebendas. A tal fin, la democracia burguesa ha elaborado un sofisticado sistema de inmunología contra agentes «externos» o «patógenos», que mediante el sistema electoral podrían afectar sus intereses básicos: la acumulación de capital y la dominación.

 

 

1. El primer sistema de defensa es la logística electoral dominante, que, desde las circunscripciones, las reglas de financiamiento, de propaganda, de registro, de proporcionalidad, etcétera, convierte el mercado potencialmente libre de competencia electoral, en un mercado oligopolizado.

 

 

2. Si un contendiente superar tales restricciones y se convierte en Presidente, los poderes fácticos intensifican la compra de diputados, senadores, jueces, dueños de medios, líderes sindicales y sociales. Pronto, congresistas «democráticos» rechazan el «autoritarismo» del Presidente, se cambian a los partidos de oposición y, con los votos necesarios, destituyen al Presidente (caso Rousseff).

 

 

 

3. El tercer anillo del sistema es la justicia de clase que, siempre ciega, de repente encuentra casos de «corrupción» para inhabilitar o encarcelar al Presidente.

 

 

 

4. La movilización de la calle mediante los cohortes del lumpenproletariado, del clerical fascismo, del sindicalismo corrupto, etc., es el cuarto anillo antiséptico post-electoral del gran capital.

 

 

 

5. Si esos sistemas no son suficientes, como en los casos de Salvador Allende y Hugo Chávez, el golpe militar tradicional entra en efecto.

 

 

6. El último cinturón de seguridad de la oligarquía es la intervención militar de Washington, ya sea en forma paramilitar –como con los 19,000 mercenarios «contra» en Nicaragua o los decenas de miles de terroristas de ISIS en Siria e Irak– o en forma directa.

 

 

8. «Destruirla para salvarla»

 

 

Cuando los militares estadounidenses trataron de conquistar la ciudad Ben Tre en el Delta de Mekong en Vietnam, la dejaron, como ahora Aleppo, totalmente destruida. Tuvimos que destruirla para salvarla – we had to destroy it to save it, dijeron. No cabe duda que ésta es la perspectiva post-electoral imperialista para Venezuela, si la sociedad civil venezolana le permite a Maduro seguir adelante con el criminal proyecto de mega elecciones de Abril. Habiendo «ganado» una minoritaria estructura de gobernanza política, los decisores en Washington –los senadores neofascistas Rubio, Cruz, Ross Lehtinen, Menendez, la CIA y el Comando Sur– desatarán la guerra paramilitar contra la infraestructura económica de Venezuela, obteniendo la autorización de Trump. De ahí es sólo un paso hacia el lanzamiento de la Cuarta Flota.

 

 

La decisión de participar en las elecciones oficiales o abstenerse, no es una decisión sobre un procedimiento de votación. Es una decisión sobre paz y guerra en Venezuela. Sólo la recuperación de la voluntad popular y su libre manifestación, desconocida por las dictaduras de Trump y Maduro, puede salvar a la Patria de Bolívar.

 

Heinz Dieterich

Fuente: https://www.aporrea.org/ideologia/a259788.html