1- Triunfo gubernamental
No cabe duda alguna que el gobierno madurista ganó la batalla táctica de las elecciones para gobernadores. El intento de la MUD de revertir el resultado mediante una auditoría es demagogia y autismo puro, para justificar ante su clientela el fracaso que sufrió y los errores estratégicos garrafales de su dirigencia. Hay múltiples razones que explican el éxito del oficialismo, pero un fraude técnico en las urnas y computadoras seguramente no es una de las fundamentales. Fue, en resumidas cuentas, el triunfo de un Estado-Partido unificado, intrínsecamente demagógico, sobre una coalición electorera contradictoria y simuladora
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2- Triunfo previsible
Dos grandes mentiras se enfrentaron sobre un desastre de gobernanza nacional, con una población decepcionada, con baja conciencia política y sin alternativa de elección real. En tal escenario tuvo que prevalecer la máquina de propaganda más eficiente y la mentira más creíble. La seudo-democracia burguesa ha pasado de los casi idílicos días de la manufactura del consenso (manufacture of consent) y de la televisión como “puerta abierta hacia la mente pública” (open doors to the public mind), de los años cincuenta. La “gestión de la percepción” ciudadana (perception management) –basada en la neurociencia, la sicología aplicada y la mente tribal– determina las decisiones electorales y el mejor aparato Goebbeliano gana. Y así fue. Un resultado previsible dentro de un escenario y orden de batalla, cuidadosamente escogidos por Miraflores.
3- Dinámica del triunfo
El valor analítico del ejercicio electoral para prever el futuro venezolano es triple. Es obvio, en primer lugar, que la MUD quedó debilitada y que su fragmentación interna –causada estratégicamente por la irresuelta decisión sobre la vía violenta o institucional al poder aumentará significativamente. Del otro lado del frente, el grupo conductor del oficialismo (Maduro, Cabello, Padrino López) fortalece su hegemonía, al igual que la idea de que pueda ganar las elecciones presidenciales en el 2018. Pocos en este grupo tienen la dialéctica para entender, que su triunfalismo es equivocado. Que el triunfo es pírrico en naturaleza.
En segundo lugar, es significativa la información comicial en el sentido, de que alrededor del 40% de los ciudadanos con derecho a voto consideraron que el evento, por las razones que fuesen, no proporcionaba un mecanismo capaz de cambiar la desastrosa situación nacional y su propia situación social. Por lo tanto, se abstuvieron de votar. El tercer dato de importancia es que la población sigue dividida políticamente en proporciones semejantes entre el oficialismo y la oposición (54 a 45% en este caso). Es decir, la oposición política al Chavismo y, hoy, al Madurismo, no ha logrado cambiar estructuralmente la preferencia electoral de los ciudadanos, a su favor. Venezuela agoniza en una bipolar hegemonía, compartida por dos sujetos políticos estériles.
4- Una elección que no resuelve nada
Las elecciones venezolanas para gobernadores obviamente no tenían nada que ver con democracia. De parte del régimen madurista era un intento controlado para bajar la presión internacional sobre su imagen de dictadura y, en consecuencia, recuperar espacios de negociación globales perdidos. Del lado de la oposición, derrotada en la guarimba de la calle, la parlamentaria y la ideológica, se trataba de recuperar la imagen de fuerza y legitimidad de cambio y la iniciativa táctica, que ha perdido.
Los comicios tampoco iban a tener un impacto significativo en la correlación de fuerzas nacionales, porque ninguno de los dos bandos iba a respetar el resultado, si beneficiaba al adversario. Si la MUD ganaba, sería neutralizada a través de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y el Consejo Nacional Electoral (CNE), que no son más que instrumentos del Ejecutivo. Si el Madurismo ganaba, sería desconocido el resultado por la derecha venezolana y el faccionísmo internacional. El problema fundamental del país, la restitución de una clase dirigente funcional y de un Estado constitucional y operativa con capacidad y sabiduría de gobernanza, quedaba, por lo tanto, irresuelto. Esta situación de estancamiento estructural seguirá hasta el 2018, cuando el colapso económico-financiero del régimen, que prácticamente ya se encuentra en default, o una mayor intervención política internacional, forzará el fin de la tragicomedia que vive Venezuela.
5- Una farsa tragicómica
La política venezolana hoy día no es más que un sainete tragicómico. El conflicto entre los dos sectores de la clase política burguesa (MUD y Madurismo) ha perdido su esencial razón de ser: presentar alternativas de conducción del bien público para que los ciudadanos puedan decidir la ruta de evolución de la nación que desean. Sin embargo, su carácter de clase al igual que su inescrupulosa práctica política, son esencialmente idénticos.
La fracción socialdemócrata descerebrada, el Madurismo, entrega el país a precios de venta de garaje al capital financiero internacional (Goldman Sachs) y extractivo (Arco Minero), mientras le miente cínicamente al pueblo sobre su supuesto “anti-imperialismo” y “anti-capitalismo”. Maduro, el “presidente obrero” –al igual que Trump, el sociópata compulsivo narcisista herostrático– miente sistemáticamente a los ciudadanos para confundir y manipularlos. Gobierna sobre la mentira, las bayonetas y el asistencialismo petroléro. Su convocatoria de votar para ratificar “la democracia verdadera, la democracia bolivariana y a la ANC”, es una demagogia de dimensiones goebbelianas, considerando la radicalización de la situación que espera al país después de la farsa electoral.
Los oportunistas neoliberales de la MUD, el segundo aparato de poder burgués en la contienda por la entrega de los recursos nacionales del país a las grandes corporaciones del mundo, a su vez, quedó definida nítidamente como la agencia mantuana oficial de venta de garaje nacional, al solicitar la intervención abierta de sus amos en Washington, Bruselas y los títeres monroeistas del Grupo de Lima.
6- La lección
El valor heurístico (de aprendizaje) de las elecciones consiste en que reveló con cierto grado de precisión el nivel de conciencia política de la población. O, para decir lo mismo de otra manera: el grado de eficiencia manipulativa de las máquinas de demagogia, que los dos bloques fundamentales de poder nacional utilizan para defender sus intereses faccionistas. Se trata de una clase lumpen-política burguesa bicéfala, que no puede resolver la crisis del país.
Entre la Escila de la socialdemocracia descerebrada y la Caribdis de los mantuanos invertebrados, no queda otro remedio que la de crear una fuerza de salvación nacional. La victoria pírrica del 15 de octubre de Miraflores, es el catalizador de tal proceso.
Heinz Dieterich