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¡Vamos a comer curry!

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¡Vamos a comer curry!

 

La política británica, hoy cuesta abajo en la rodada (según las sabias palabras del tango), está buscando desesperadamente un deshacedor de agravios, un cacique con todas las plumas completas. Y luego del fracaso de cuatro políticos conservadores de origen anglosajón -Cameron, May, Johnson, Truss- han tenido que rendirse ante los hechos de que la masa no está para bollos, y el recién estrenado rey ha tenido que darle el encargo de formar gobierno a un descendiente de padres indios (del Punjab), de religión hindú y, por primer vez en la historia británica, un Primer Ministro con más cobres que el rey: Rishi Sunak.

 

 

Leemos en ABC: “Su fortuna personal, incluidos los millonarios ingresos de su mujer Akshata Muthy, diseñadora de moda, inversora en ‘start ups’ y heredera del cofundador del gigante electrónico Infosys, crece exponencialmente cada año. El dominical ‘The Sunday Times’ la estimó en unos 840 millones de euros en 2022”.

 

 

Sunak, apenas nombrado, mandó un mensaje con dos destinatarios: al ala “johnsonista” del partido Conservador, y a la oposición socialista. A los primeros, que se olviden de un posible retorno del “Joker” Tory, y a los segundos que él pretende agotar la legislatura hasta la próxima fecha electoral: 2025. O sea: al pueblo ha llegado un nuevo Sheriff, y es el pistolero más rápido de la comarca.

 

 

***

No puede negarse el simbolismo del nombramiento  porque es mucho más que eso; no se le ha prestado suficiente atención a la creciente  influencia de ciudadanos de la India en el mundo, comenzando por la ciencia y tecnología: un tercio de los ingenieros de Silicon Valley son de allá.

 

 

Todos pendientes de los chinos, y resulta que sus vecinos al suroeste, los indios, con quienes Xi Jinping y la nomenclatura comunista china no se llevan nada bien, ya se metieron por los palos.

 

 

La original complejidad de la India merece que mencionemos que allí se reconocen 22 lenguas oficiales en medio de una intersección lingüística de muchísimos dialectos. La constitución India reconoce estas: bengalí, hindi, maithili, nepalí, sánscrito, tamil, urdu, assamesse, dogri, kannada, gujarati, bodo, manipuri (también conocido como meitei), oriya, marathi, santali, telugu, punjabi, sindhi, malayalam, konkani y kashmiri.

 

 

Recuerdo haber leído alguna vez que si dos indios desconocidos se encontraran aleatoriamente en una calle solo habría un 36 % de posibilidades de que se entendieran entre ellos, dependiendo de su etnicidad o procedencia.

 

 

El inglés (“hinglish”), se utiliza como la lengua de los negocios, replicando en sectores muy lucrativos como la prestación de servicios de atención al cliente (los llamados call centers); un 67% de los negocios de “outsourcing” (externalización) en el mundo son indios. ¿Quién que haya tenido que comunicarse telefónicamente con una empresa norteamericana, por ejemplo, por una compra de algún producto amazónico (de Amazon), no le ha tocado lidiar con un muy correcto representante que seguramente estaba en una sala de operadores de llamadas en Delhi, Calcuta o Mumbai?

 

 

Agreguemos que en India viven más de 1200 millones de personas (en verdad “hay gente pa’ todo” como el viejo dicho español), y que la extensión entre India del norte e India del sur es comparable a la distancia que hay entre Canadá y México.

 

 

Asimismo, ríase usted de Hollywood y su industria cinematográfica; “Bollywood”, la centenaria industria del cine de la India, produce más de mil filmes anuales, en la diversidad de lenguas del país.

 

 

¿Algo más? El 10% de los directores generales (CEOs) de empresas de alta tecnología del mundo son indios. Y las industrias de alta tecnología de ese país están valuadas en más de $150 mil millones.

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Rishi Sunak

 

La llegada de Rishi Sunak representa más que un recambio político. Su nombramiento no hace sino recordarnos que la verdadera revancha de la gran colonia asiática con la metrópolis isleña ya se estaba dando desde hacía mucho tiempo.

 

 

Jawaharlal Nehru, la primera persona en ocupar el cargo de primer ministro de la India al producirse la independencia del país, el 15 de agosto de 1947, afirmó irónicamente “soy el último virrey de la India”. Lo dijo en un perfecto inglés “posh”; se había educado en Inglaterra, graduándose en Harrow y en la Universidad de Cambridge. No hay que olvidar, asimismo, que Mahatma Gandhi se graduó de abogado en Londres.

 

 

Y es que asimismo se fue dando progresivamente un cambio cualitativo en las costumbres británicas, como sucedió con la gastronomía. En Londres y demás ciudades importantes de la isla hay hoy más ventas de comida de la India que areperas en Venezuela.

 

 

Así como “would you like a cup of tea?” (¿Desea(s) una taza de té?) es la frase más dicha en el cine británico -lo recordaba jocosamente el director Stephen Frears en una animada charla con otros colegas británicos-, no se queda muy atrás esta otra, que puede ser dicha, por ejemplo, por el marido recién llegado a su casa un viernes por la noche: “Darling, let’s have a curry”. Amorcito, en lugar de que cocines, ¿por qué no vamos a comer curry? (o sea, vamos a un restaurante indio).

 

 

Quienes hemos conocido esa peculiar idiosincracia sabemos que en Londres, Manchester o Birmingham, no hay “restaurantes de la India, punto”; hay restaurantes con especialidades del norte y de los otros tres puntos cardinales. Por ejemplo, si usted coloca en Google las palabras “Indian restaurants in London”, consigue innumerables resultados.

 

 

He sido testigo de un reciente intercambio en Twitter sobre el tema de la influencia india en el mundo. Una frase que merece repetirse es: “si no se entiende la trascendencia histórica de un Primer Ministro británico de ascendencia india, no se entiende nada”.

 

 

Un dato musical: Freddie Mercury, el legendario cantante del grupo Queen, tenía origen indio (nombre original: Farrokh Bulsara).

 

 

Finalmente: ¿Es que acaso alguien se imagina a un descendiente chino alcanzando el mismo cargo? Recordando otro dicho hispano ante la creciente tirria que el señor Xi Jinping y “su” partido comunista provocan en el mundo, “eso no puede ser, y además es imposible”.

 

 

Marcos Villasmil

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