«Entra mayo y sale abril, tan garridico le vi venir. Entra mayo con sus flores, sale abril con sus amores, y los dulces amadores comienzan a bien servir»
Inicio este mi artículo de hoy con una maia del romancero gitano del siglo XV, lo hago quizá en un arranque alterado de esperanza o en una especie de conjuro doliente, buscando con esa tonadilla el dramático triunfo de la primavera y el amor en Venezuela, una tierra donde cada mes del año acumula muertos, acumula violencia, acumula llanto, acumula pesadumbre…
País al que no podemos acostumbrarnos porque hacerlo nos degrada y que hay que defender de los que quieren quedarse no importa si sobre muertos, sobre hambre, sobre odio… Tierra donde un niño de 12 años es asesinado por un guardia nacional mientras ponía a volar su imaginación junto a su cometa. Lugar de grotescos personeros del poder, tan grotescos que frente al asesinato de uno de los suyos -vaya a saberse por quiénes y por qué- una greñuda y pavorosa «Ministra» no dice que investigarán ese crimen, sino que ¡Vengarán esa muerte!
No nos acostumbremos y menos dejemos a otros la lucha para revertir este espanto. Son tiempos de muerte y también deben ser tiempos de ira resolutiva como la de esos valientes muchachos que a pecho descubierto enfrentan a bestias armadas hasta los dientes, apoyadas por bichos malos que hicieron de la ley una coartada.
Derrotar a este régimen nefasto que pretende imponer que un Pran es un ciudadano digno y un joven resistente un enemigo a destruir. Decirle a los que gustan parecerse, que Mandela y Gandhi no tienen segundas partes… y creerse sus clones es paja de la que comen los burros. Negarnos de una vez a ver la muerte como cotidiana. Negarnos a aceptar que una belicosa y farsante Jefa de Gobierno no limpie el Guaire pero si le parezca «Chévere» que sea otra morgue.
¡Mi Dios! que malmaridada mi tierra haciendo pareja con la muerte
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Por Eleonora Bruzual
