Militares…inevitables
Buenos propósitos en relación a la inconveniencia de la presencia militar en los asuntos políticos no pasan de eso: ardientes deseos de no ver nunca más al país en tono de cuartel y proclama. Sin embargo, los militares están allí, metidos en la mitad del medio de la crisis; son su ingrediente y expresión. Ellos estarán en su salida y aunque no son claras sus opciones, allí estarán como han estado desde el golpe de estado de Chávez en 1992.
Los militares forman parte de la estructura del poder. Han sido factor esencial a lo largo de la historia. A partir de 1958 se creó un nuevo status: se dedicaron sin ambages a su labor profesional. La democracia los reconoció como baluarte en su defensa luego que contribuyeran a aplastar la insurrección de la izquierda alzada y de grupos militares de derecha. Siempre hubo conspiraciones y fueron no sólo las de la década de los 60 sino que existieron a lo largo de todo el período democrático. Alguna contra Luis Herrera, otra más peligrosa en el período de Jaime Lusinchi y las conocidas en contra de Carlos Andrés Pérez, con algunos coletazos posteriores. Todas derrotadas, incluida la de Chávez, con una peculiaridad en este caso: las élites de la democracia se dividieron y un sector notable comenzó a conspirar. Las élites aprovecharon el descontento, que desde el 4-F tuvo el rostro de un comandante alzado, al que se adosaron los que querían tumbar el gobierno. Vino el otro golpe de estado de 1993 revestido de pamplinas constitucionales para destituir a CAP. Hoja de parra inútil que no desvirtuó ni el objetivo ni los procederes de las élites suicidas.
Desde entonces entraron los militares a la dinámica política cotidiana y no han salido de allí. Su presencia hasta en la sopa no se resuelve con la compartida aspiración de su vuelta a los cuarteles. No basta poner reversa y regresar al regimiento como si los oficiales hubiesen ido a dar un paseíto por la calle. No; los militares salieron de los cuarteles; hoy son diferentes a los que salieron hace dos décadas y siguen en la calle. Son otros; algunos irreconocibles de tanto que les han cambiado los procederes y los principios.
RESISTENCIA. Contra lo que se cree, los militares han resistido hasta donde han podido su implicación con el bochinche bolivariano. Muchos llegaron a querer a Chávez, pero hubo una doble resistencia; la primera fue a cumplir un papel abiertamente político partidista, como el de aquellos oficiales entrenados para proferir la indignidad de «patria, socialismo o muerte», hasta quedar desinflados de tanto esfuerzo físico y miseria moral. Fueron evidentes los que se pusieron en esa cómica, pero menos evidentes fueron los miles y miles que no lo hicieron y que, además, se burlaban de sus protagonistas. La otra resistencia es hacia los cubanos y su intolerable papel como jefes de los jefes militares venezolanos.
Se podría decir que el profesionalismo se constituyó en un refugio para evitar ser molidos en la maquinaria vociferante del chavismo. Unos lo lograron más que otros. Precisamente, ante esta resistencia, se generó una política destinada a reventar las barreras del profesionalismo porque éste fue leído por Chávez, en forma correcta, como un freno a sus pretensiones.
Las políticas aplicadas tenían varias facetas y un mismo propósito: convertir en «chavista» a la FAN. Un paso importante fue la militarización del aparato institucional del Estado. Muchos oficiales se convirtieron en ministros, presidentes de empresas, gobernadores, alcaldes, y otras posiciones que les permitieron mejores remuneraciones (sueldos adicionales, bonos, etc.) y para los pilluelos, oportunidades preciosas para la depredación.
Un instrumento adicional fue el convertir a sectores de la FAN en fuerza de choque en contra de los sectores democráticos. Está el caso notable de la Guardia Nacional. Debe recordarse que Chávez se propuso la eliminación de la GN, pero hubo un alzamiento de baja intensidad que lo impidió; ante esa situación comenzó a usar esta fuerza militar como instrumento de choque en la calle. Guardias Nacionales en el oficio de golpear y empujar ciudadanos, especialmente mujeres, dañaron el relativo aprecio que se les tenía por su contacto habitual con la población.
Otro ingrediente fue el cambio de la estructura institucional de la FAN en la cual el Ministro de la Defensa pasó a ser una figura administrativa, así también los comandantes de componente; se creó una estructura de mando operacional con el Comando Estratégico bajo dependencia directa de Chávez que, como Presidente se suponía eterno y quería estar involucrado en las operaciones tácticas. Este trastrocamiento ha determinado una destrucción institucional sin precedentes, a lo cual se une la repudiada presencia cubana y el intento -medianamente exitoso- de crear un cuerpo armado del PSUV en la forma de la Milicia. Hoy la institución armada tiene muchos juguetes pero poco profesionalismo sin el cual, aun con los más sofisticados equipos no pasan de Naguanagua cuando se decrete la III Guerra Mundial.
Un elemento esencial por parte de Chávez fue la creación de un alto mando leal a él como individuo y no como Comandante en Jefe. Es posible que no hayan sido tan chavistas como se suponía, pero el hecho real es no se le alzaron en los años recientes. El problema que se presenta ahora es que Nicolás Maduro no puede heredar aquel liderazgo militar, salvo el fervor de los impresentables chillones que quieren los cargos.
FIN DE LA CARRETERA. Cuando se habla del papel de Diosdado Cabello dentro del sector militar o de otros dirigentes es casi seguro que se esté introduciendo una distorsión. Los militares se moverán hacia quien piensen que representa un cambio de la situación actual. Sin ninguna duda, la mayoría estaba dispuesta a apoyar a Capriles si éste los llamaba a defender su victoria electoral; ahora hay unos cuantos que piensan que Cabello es el factor de transición y hacia allá se mueven. Hasta Maduro, si se enfrenta a las mafias, podría serlo. Otros oficiales parecen deliberar sobre otras salidas constitucionales para enfrentar la dominación cubana y la descomposición institucional.
Así como los militares salieron de sus cuarteles para participar activamente en la vida política y civil de la República, más allá de sus funciones legales e históricas, asimismo sólo volverán a los cuarteles acompañados del descontento civil. Nadie sabe cómo será este tránsito a un nuevo estadio pero no será el que fue antes de 1998.
El cambio en el país será el cambio en la FAN y el cambio en la FAN será también parte del cambio en el país. La alianza cívico-militar para asaltar el poder como lo postuló Chávez puede ser la misma alianza para el retorno a la institucionalidad democrática. ¿Golpe de estado? No parece. ¿Líneas paralelas y convergentes? Puede ser.
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Por Carlos Blanco