Un coach es un entrenador personal dispuesto a acompañar a su cliente (coachee) a buscar respuestas y soluciones,  en aquellas áreas de la vida que no estén funcionando como se desea.

Dicho entrenador debe tener una característica especial:  el dominio del arte del coaching, que  consiste en el uso idóneo  del lenguaje para poder articular la historia (conversaciones donde se  utilizan las preguntas como herramienta fundamental), un adecuado manejo de las emociones que surjan en esas conversaciones  (gestión emocional),  sin olvidar la corporalidad que nos sostiene.

Un coach nos hace espejo y nos sirve para descubrir por qué no logramos los resultados que deseamos, no porque nos lo diga, sino que escuchando activamente las respuestas que recibe, va intentando entender los mapas, juicios, creencias que  caracterizan al coachee  y se lo muestra para validarlo.

Generalmente vivimos en automático, el entorno y sus circunstancias nos hace vivir de manera acelerada, por eso se nos hace difícil escucharnos  a nosotros mismos y más aun a los demás; por ello,  la presencia del coach nos permite hacer una pausa y dedicarnos un tiempo para revisar qué nos pasa y mejor aún entendernos e incluso conocernos o reconocernos un poco más, aprendiendo de nosotros mismos,  en una especie de viaje exploratorio que son las distintas sesiones entre 1 hr.  y 1.30 hr.,  donde afortunadamente estamos compañados de alguien dispuesto con su presencia y entrega,  lo cual lo hace menos difícil.

Un elemento fundamental es la confianza para poder hablar con el coach con libertad,  sobre cualquier tema y este a su vez se obliga a la confidencialidad.

Un coach sirve para que el coachee logre “darse cuenta”, para que sea capaz de “ver” lo que le pasa, porque lo que no vemos no existe.

Descubrir porqué  en algunas áreas de nuestras vidas somos muy eficientes y en otras  no,  es justamente para lo que nos sirve tener un coach.

Adela Romero Barboza