Notas sobre el puente humanitario y el régimen de facto
febrero 8, 2019 6:30 am

 

 

“La justicia con demora, no es justicia”.

Eduardo Couture.

 

 

Pasan los días y los venezolanos transitan el calvario de todas las decepciones. No significa que perdieran la esperanza que bien sabemos, como el ave de fénix, regresó de la mano de la Asamblea Nacional y su presidente Juan Guaidó además del apoyo visible de la comunidad internacional. Pero a veces nos fallan aquellos en que otrora creíamos y de tal manera que entre perplejos y adoloridos los vemos.

 

 

Hasta el año 1998, y que conste, aún después de las dos intentonas golpistas de 1992, la Fuerza Armada Nacional gozaba de un elevado nivel de confianza en el sentimiento de la ciudadanía, al extremo de que la mayoría escogió a uno de ellos y le apostó todo lo que tenía y resaltó, enfatizó a los pobres especialmente, pero no únicamente. Empresarios y gente de los medios de comunicación se sumaron al fenómeno antipolítico cuyo discurso agresivo y rencoroso fascinó a los formadores de opinión quienes, desde sus programas televisivos o radiales, desde sus editoriales en la prensa escrita o en sus artículos de prensa, no solo lo admitieron, sino que lo promovieron y al ganar aquella elección de 1998 fueron incluso al gobierno con él.

 

 

Los que hacían de supremacía compartieron ese movimiento social y político que ponía fin a un período de 40 años de civilidad, de relativa paz social y democracia consensuada entre partidos y organizaciones sociales. Insurgió el caudillo una vez más para arrasarlo todo e incluso a los cándidos intelectuales que creyeron en su histrionismo, su carisma y su astucia política. Chávez, entretanto, nos inoculó desde el comienzo, con ese deletéreo virus del militarismo y lo que es peor, inficionó de personalismo e ideologismo al establecimiento institucional sin excepción y a costa de todo el esfuerzo por construir un Estado que por décadas, y desde Juan Vicente Gómez, se venía edificando. Copiado de Ceressole tramó una alianza que recogía al Ejército, al caudillo y al pobre pueblo que traía su necesidad, su amargura y su ingenuidad para entregarle al comandante su alma.

 

 

El año 1999, el Plan Bolívar 2000 y, luego, el fondo único social, pusieron en las ávidas manos de los uniformados el dinero y el efectivo incluso, para seducir el paladar concupiscente de los compañeros de armas que como los pobres encontraron en la enajenación su Potosí. Poco a poco, pero sin pausa, fue penetrando al cuerpo armado y fagocitándolo, lo absorbió y metabolizó logrando en él armara un Frankenstein que se convirtió en la oligarquía emergente, dispuesta a prevalecer a cualquier costo y ello, resultó fenomenológicamente, del asalto de la mediocridad y del cruel abandonó de sus principios y valores fundamentales, incluso el juramento de la salvaguarda de la soberanía y el acatamiento a la Constitución. Donde más daño hizo el pernicioso liderazgo del difunto fue en la corrupción del otrora forjador de libertades que cambió sin despeinarse a cuna de la “revolución bolivariana” y así, a guardia pretoriana a la orden de Nerón y sus secuaces.

 

 

¿Qué son hoy los militares venezolanos y que podemos esperar de ellos? Esta es la pregunta que hay que responder y para saber a qué atenernos. Comencemos por recordar a Luis Herrera Campins y a Ramón J. Velásquez quienes con mucha historia en las alforjas coincidían en que “los militares venezolanos son leales, hasta que dejan de serlo”. Pero las circunstancias de hoy en día tal vez obliguen a comprender más del asunto en su contexto. Fernando Mires ensayaba de describirlos así “En términos politológicos, el chavomadurismo ha convertido a las FANB en una organización corporativa, eje fundamental de una nueva clase dominante de Estado”. Personalmente, considero que el virus del cinismo chavistamadurista, gen introducido en el ADN nacional, engendró un mutante social que convirtió a la FANB en una suerte de oligarquía asociada a una camarilla de inescrupulosos, ignorantes y demagogos cuyo botín es el poder. Cultores del ilícito, delinquen y auspician el abuso como un derecho que resulta de disponer de las armas y del apoyo del organismo armado.

 

 

En efecto, los uniformados se asumen como legítimos tenedores del poder siendo que tienen la fuerza. Desde el 11 de abril de 2002 nefasto, aprendieron a comportarse como una congregación cuya dinámica los amalgamó en torno a un trío de cohesionantes. El primero es el ideológico que, en este caso, como antes se explicó, apunta al modelo Ceressole. El segundo es el miedo que redunda en cada uno de ellos, hombres como están al acoso que el sistema en prevención impone, vigilando, fiscalizando, supervisando hasta lo más ordinario en el campo de la fidelidad al gran hermano. Un ambiente, mutatis mutandis, similar al descrito por Orwell en sus célebres novelas, rebelión en la granja y especialmente, 1984, es la cosmovisión de los castrenses. Tercero: apunta a la anomia que como una centrífuga los ha sujetado a una sistemática separación de los valores incluso militares. La corrupción fue y es total en ese segmento societario. No disciernen ni saben ya dóde está la línea que separa lo bueno y lo malo.

 

 

Solo así se entiende que sabedores del desengaño en todos los órdenes posibles permanezcan contra familiares, amigos, compatriotas al servicio de un proceso de destrucción y ruindad como el que nos azota a los venezolanos. Son zombis, alienados y despersonalizados; dejaron de ser soldados aunque luzcan y hablen como tal. Igual acontece en Corea del Norte o en Cuba, lo que explica el esfuerzo por mediatizarlos desde la llegada en 1998 a la FANB y particularmente desde 2002. Éxito indubitable del chavomadurismo.

 

 

Las consecuencias están a la vista. Régimen de facto, desconocedor del Derecho y de la soberanía popular. Complicidad a nombre de esa jurada lealtad a la jefatura a la que no se juzga, evalúa, solo se le aprueba y se le sirve. Servilismo corporativo, pues.

 

 

Entretanto, el bien también acciona y al hacerlo, renace la esperanza que lleva a los venezolanos a las luchas de calle, al poner 41 muertos más en otro 23 de diciembre histórico sobre la inconsciencia de los que confiadamente armamos para nuestra defensa e integridad. Triste impunidad. Crímenes premeditados, además.

 

 

Un duelo se ventila entre ese pueblo, harto del bizarro socialismo parasitario e incompetente que tiene hambre, sed, mengua sin medicamentos, descompuesto, pero nuevamente y ahora con la solidaridad del exterior, de los vecinos, de los otros pueblos reclamando como de ellos nuestro derecho a autodeterminarnos y del otro lado, ese otro pueblo de verde oliva, enfermo, obsesivo, esquizoide.

 

 

Las tentativas, los forcejeos siguen y la del canal humanitario pondrá a prueba a unos y a otros. ¿No saben que sus conciudadanos mueren de hambre? ¿No les duele, no les importa, les rueda? La política entendida como el abordaje racional de la conflictividad los convoca a facilitar la ayuda a los más necesitados. La historia y la justicia los observa. Veremos si son capaces de iniciar su redención.

 

 

Nelson Chitty La Roche

nchittylaroche@hotmail.com