“Es el momento” repetía la consigna del Partido Popular para las elecciones del domingo 23 de julio en España. El momento no fue, al menos por ahora. Pudo más el miedo a los nostálgicos del franquismo, dictadura que sufrieron anteriores generaciones de españoles que el repudio que sienten por ruinosas dictaduras contemporáneas, a pesar de lo que de ellas les han contado las numerosas migraciones que esos pueblos mayoritariamente abiertos y hospitalarios han recibido.
Nadie escarmienta en cabeza ajena es dicho viejísimo y el Instituto Cervantes lo considera “en desuso”, lo cual se explica por su falta de utilidad. La estrategia del astuto presidente del gobierno para revalidar un mandato que parecía perdido, fue tratar como un bloque al gran partido de centro derecha con una ultraderecha cuyos tintes machistas y xenófobos son francamente impresentables, mientras ubicaba en un bloque “progresista” a su partido, desde hace años de centroizquierda, junto a una ultraizaquierda que nadie tacha de tal pero que lo es y una colección de extremismos independentistas, tan anticonstitucionales y enemigos de la ejemplar transición española a la democracia como los de la derechísima.
Mantener el poder a fuer de revivir “las dos Españas” implica costos muy elevados para la sociedad entera. Los “ultras” de ambas puntas son minoría y esta vez redujeron su caudal, pero los dos grandes partidos constitucionales no han sido capaces de entendimientos básicos.
En Cataluña, la política de Sánchez parece haber dado buenos resultados pues el independentismo merma mientras el socialismo catalán crece y el PP da señales de vida. Habrá que ver cómo evoluciona ese clima, habida cuenta de declaraciones de ECR y Junts que no metabolizan los números. En Euskadi, en cambio, es de preocuparse el incremento al EH Bildu, defensores de la tenebrosa ETA, a expensas de la influencia de un partido sensato que gobierna bien como el PNV.
Aumentar la votación y la representación parlamentaria al punto de convertirse en la primera fuerza política del país no valió a los Populares para gobernar. Su líder Núñez Feijóo con gestión reconocida en Galicia, anuncia intención gubernativa, lo cual luce muy improbable. El presidente en funciones en cambio, derrotado victorioso, asume tareadificilísima, primero formar gobierno y luego gobernar. Que a nadie sorprenda una repetición electoral o una legislatura corta.
La democracia española tiene ante sí cuestas muy empinadas
Ramón Guillermo Aveledo