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Nicolás sigue comiendo chicle

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Nicolás sigue comiendo chicle

Como muchacho comiendo chicle anda el gobierno de Maduro con la economía. Por un lado, masca y remasca la cantaleta de que acabará con el dólar paralelo, el mercado negro y los casos de corrupción cambiaria.

 

¿Cómo lo va a lograr si ni siquiera existe el dólar negro, según su propia ley que lo desconoce y lo convierte en elemento de ficción?

Si el Gobierno logra acabar con el mercado paralelo a punto de controles y represión, más que ganar un Nobel de Economía, se harán acreedores de un juicio en La Haya. No hay casos en mi memoria en los que la represión y los controles hayan podido vencer a las leyes de la economía, sin que medie la masiva violación a los derechos humanos.

 

Pero eso no le importa a Ramírez, Samán y al propio Maduro, que siguen pregonando la guerra, las pestes y las tempestades para quienes especulan con el bolívar y el dólar.

 

Mientras unos se rasgan las vestiduras por el pernicioso mercado ilegal de divisas, las instituciones gubernamentales siguen su paso firme hacia la consolidación de la inflación, el mantenimiento del financiamiento inorgánico del gasto público y, en consecuencia, el fomento de la especulación cambiaria.

 

El BCV financia a Pdvsa con su maquinita de billetes de Monopolio; Pdvsa financia a las misiones, alimenta al Fondem y a otros fondos discrecionales; el petróleo y los minerales de Guayana sirven de garantía al Fondo Chino, que de nuevo alimenta a los fondos discrecionales. Y los fondos discrecionales, sirven para pagar cuanto disparate se le ocurre al Gobierno (sin control previo ni posterior) y para que unos pocos se enriquezcan con comisiones.

 

Pero estemos claros, los billetes que imprime el BCV no son sólo para pagarle en bolívares sus ventas de petróleo en dólares, sino para desahogar su muy comprometido flujo de caja. De Pdvsa y del montón de empresas del Estado, sean originarias o expropiadas recientemente.

 

Y mientras todo esto sucede, quien tiene bolívares –bien o mal habidos– busca desesperadamente cómo no perder su poder de compra, ante el inmenso desgaste que provoca toda esa cantidad de plata improductiva que inyectan a la economía.

 

Es el juego perverso de inflar la bomba de chicle a ver cuándo estalla. Y pronto estallará… Pero como nos cuesta comer chicle y hacer algo útil al mismo tiempo. No nos quedará sino esperar.

 

@rubensyanes

Por Rubens Yanes

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