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Mensaje a un compañero del movimiento estudiantil

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Mensaje a un compañero del movimiento estudiantil

 

Hola compañero. Un abrazo. Registro una deuda contigo que pretendo subsanar de inmediato. A solicitud de Mariela e incluso para intentar aportar algunos razonamientos que te sean de utilidad a ti, al movimiento estudiantil, a la Causa R y, sobre todo, al compromiso adquirido con la libertad de Venezuela.

 

 

Tú, particularmente, eres un cuadro sobresaliente de la dirección nacional de La Causa R.

 

 

En consecuencia no tienes permitido preguntar “¿por quién doblan las campanas?”; éstas siempre doblarán por ti. Esto lo digo para que no sucumbas ante el desengaño y la desesperanza. Los lideres no esperan a que les paren bolas, sino que trepan al campanario a hacer sonar las campanas, formulan las preguntas y construyen las respuestas.
Hoy estás al frente de una de las áreas más útiles para la construcción de una vanguardia, de una dirección, de un instrumento valiosísimo como lo es el movimiento estudiantil. Y reitero estudiantil y no juvenil. Lo de jóven es una temporalidad física que difícilmente se pueda traducir en instrumento, salvo que sectorices en deportistas u otras formas frívolas o inocuas. Mientras que hablar de estudiantes trasciende a la banalidad de la edad.

 

 

 

Ser estudiante, y a tu nivel, implica un compromiso, no sólo contigo mismo, tu familia, tu futuro o tu partido, sino sobre todo con tu país. Ese es el punto. Las Universidades deberían ser, por antonomasia,  “las casas que vencen a las sombras”, aquellas que forman a los lideres de sus respectivos países. Las que generan ideas y construyen alternativas para superar los obstáculos que enfrenta la nación. Para salir del atraso o de las tragedias que la embargan. No son espectadores. No son agentes pasivos, ni estudiosos irrelevantes. Deben ingeniárselas para irrumpir.

 

 

La generación del 28, en plena dictadura gomecista, se las ingenió para convocar en el entonces “Nuevo Circo”, plaza de toros oficial, un evento carnavalesco y la escogencia de la reina de carnaval de la UCV. La misma se llevó a cabo, mediante el voto universal, directo y secreto de los presentes. Fue un hecho inédito, desafiante e irreverente del movimiento estudiantil venezolano contra la dictadura de Juan Vicente Gomez, quien no solo desconocía de métodos democráticos, sino que quiénes lo retaran, pagarían, con carcel, destierro o muerte semejante afrenta. No había terminado el “evento” cuando fueron puestos tras las rejas los organizadores que pusieron en entredicho la legitimidad del Benemérito.

 

 

Cito la hazaña de la G28 a propósito de contraponerla a las circunstancias presentes. En las que nos ha tocado enfrentar otra tiranía de diferente cuño a la de Gómez. Hoy estamos enfrentando a una Corporación criminal, vinculada y sostenida por el narcotráfico, por los grupos terroristas nacionales e internacionales, con la complicidad  de las cúpulas militares que operan como socios. De modo que el reto es hoy más complejo que el de ayer.

 

La universidad, su movimiento estudiantil y académico, no pueden ser convidados de piedra ante la coyuntura histórica. No pueden recrearse en la idea de unas conquistas meramente reivindicativas por presupuesto o pupitres. Hay que transcender, ¿cuál es el modelo de país que necesitamos para salir del atolladero, para insertarnos en el mundo moderno, civilizado, presentista, vanguardista? El pais tiene que ser un propósito universitario. Quizás este no sea el momento para preguntar que puede hacer Venezuela por las universidades, sino qué pueden hacer estas por Venezuela.

 

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Tu movimiento estudiantil tiene que ser un semillero para el cambio. Contribuir a que tu universidad irrumpa contra el modelo rentista, extractivista, impuesto hasta ahora; de no hacerlo, entonces obviamente es parte del problema y no de la solución. Sería una universidad y un movimiento domado por el modelo de nación que tenemos que sustituir. Ese es el reto. Es un cambio de actitud, de visión. Las universidades no pueden hablar contra el rentismo si medran exclusivamente de él, porque no tienen iniciativa, dependen de modo exclusivo del paternalismo rentista del estado. No generan servicios, no ofrecen propuestas, le temen a la excelencia, a la meritocracia, a la exigencia. Por el contrario, le rinden culto a la mediocridad. Y no faltará quien identifique o pretenda etiquetar estas ideas con algún adjetivo. No muerdas ese anzuelo. Eso tampoco contribuye al fondo del debate. Las etiquetas fueron inventadas para facilitar la tarea de posicionar las ideas o para descalificarlas. Prefiero que seas conocido por tus frutos, que por tu nombre.

 

 

Estimo que lo necesario ahora es tener la vocación de sentido. ¿Universidad para qué? ¿Movimiento estudiantil para qué? ¿Que gana Venezuela con eso? ¿Qué aporta? ¿Dónde está el beneficio?

 

La República exige hoy de sus universidades y estudiantes, posturas, conductas y acciones. Nada de cuanto nos afecta puede ser ajeno a las máximas casas de estudios del país, del cómo nos inocularon el militarismo, relegando el civilismo a estar detrás del telón, de cómo el caudillismo sustituyó a la institucionalidad, de cómo guardamos silencio ante el populismo que oscureció al trabajo, de cómo el centralismo se profundizó contra la descentralización o de cómo la corrupción colonizó a las instituciones hasta convertir la transparencia en un título nobiliario de “pendejo”.

 

 

¿Cómo ser indiferentes ante el extractivismo  minero que en su afán de riqueza exprés, depreda el ambiente? ¿O ante nuestras urbes que contaminan nuestros ríos, lagos o fuentes de agua potable, sin la mirada acuciosa de quienes se suponen se forman para dirigir al país? ¿Cómo seguir hablando de distribución de la renta y no preguntarnos cuánto hemos aportado o producido?

 

 

Eso, por hablar de los primeros tópicos que me vienen a la memoria. La relación del mundo universitario venezolano con el país no puede seguir siendo una relación tóxica. ¿Y cómo ha contribuido esta a la descomposición del alma nacional? Es hora de corregir, para poder surfear con destreza el fangoso tsunami en el que estamos. No es hora de tener ojos de pintor, para ver el paisaje conforme él lo imagina,  sino la óptica del oftalmólogo que nos hace ver el paisaje conforme es.

 

 

Querido compañero, este es el momento de invertir en la nueva Venezuela, en la que soñamos, anhelamos y estamos dispuestos a contribuir. Tú representas ese instrumento. La pulcritud de tu hoja de servicio. Es el momento del enfrentamiento creador. Tu no eres un actor de reparto. Tienes que generar confianza entre los tuyos, desafiar a los demonios y organizar en función de propósitos.

 

Venezuela cuenta contigo.

 

 

Un fuerte abrazo.

 

Américo.

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