Vecchio insiste en que las transiciones pacíficas requieren siempre del otro sector, siempre
Carlos Vecchio me contó con lágrimas en los ojos, que se perdió cinco meses del embarazo de su esposa. Jamás pudo hablarle desde la clandestinidad. Juzgamos a los políticos, a cualquiera, mientras lo escribimos desde el Twitter, echados en el sofá. Algunos políticos tienen al interés y al ego como guía de su camino y eso entorpece el de todo un país. Pero no puedo sino ponderar el sacrificio que otros tantos sí han hecho y del que sus críticos no serían capaces.
Los juzgamos cuando se van y también cuando se entregan. Cuando callan y también cuando plantean una nueva salida a este infierno. Aunque los contemos con los dedos, hay quienes han sido un referente moral en un país que olvidó la probidad. Un país bipolar, que combate a un gobierno que viola el derecho a disentir y, en paralelo, celebra que un periodista foráneo acorrale a un actor de nuestro propia nación por no estar de un lado, del único lado en el que aceptamos que haya víctimas. Acusamos al exiliado de abandonar, de olvidar, sin saber que las peores condenas del desterrado, son esas justamente, la lejanía y el recuerdo.
Vecchio insiste en que las transiciones pacíficas requieren siempre del otro sector, siempre. Con Gallegos logramos fundar la República y la fantasía solo duró los meses que quiso Pérez Jiménez. Pinochet salió del Gobierno y siguió comandando el ejército diez años más. Quién diría que De Klerk sería el último presidente del Apartheid.
Los suburbios se incendiaban, la economía se hundía, la presión internacional era implacable. Cuando nadie lo creía posible, ese líder blanco liberó a Mandela y dio paso a un gobierno de dignidad y de derechos políticos, sin venganza. Vecchio se tuvo que ir de Venezuela.
Un preso más, siempre es demasiado. Demasiado como seguir luchando ahora en la distancia. Suficiente como para que la libertad en el exilio, sea la peor cárcel. Su orden de captura era una fotocopia de la de Leopoldo. Solo cambiaron el nombre en el encabezado. La Jueza estaba tan asustada el día de la sentencia a López, que salió persignándose del despacho.
Un alto funcionario de la AN había entrado golpeando puertas y preguntándole por qué no tenía listo lo que él le había dictado. A veces quisiéramos, como diría Gus, Despertar, ya cuando pase el temblor en esta ciudad de la furia, donde nadie sabe de ti, pero eres parte de todos.
Carlaangolarodriguez@gmail.com