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Los Zapatos de Otro

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Los Zapatos de Otro

Recientemente alguien me dijo, que lo más prudente antes de emitir un juicio, es ponerse en los zapatos del otro; siendo este, un comentario bastante ético, aunque la moralidad en Venezuela; por desconocimiento, no es reciproca para este supuesto aquí planteado.

 

Antes de entrar en nuestro objetivo, daremos un repaso a lo que significa experiencia; según la filosofía, podemos establecer que son los acontecimientos que percibimos históricamente y podemos aprehender para generar una interpretación.

 

Según la política, son los errores y las ganancias en la vida que se establece por el paladar de la negociación social.

 

Según a mi entender, es aquello que aprehendes y comprendes por cada situación que vives.

 

En base a la Neurofisiología-antropología, es el instinto, quien hace de nuestra experiencia, una reacción aprendida en situaciones planteadas, almacenadas en la memoria (cinestésica o básica-reacción; emocional-largo plazo; y neo cortical-corto plazo y distribución).

 

La experiencia por ello es percibida a lo largo de nuestras vidas; y considerando la premisa inicial: “que era prudente antes de emitir un juicio, ponerse en los zapatos del otro”, como haremos para llevar a cabo tan gigantesca labor, si muchas de nuestras experiencias como venezolanos, difieren de nuestras actitudes aprendidas.

 

Por un lado, tenemos gente con mucho dinero; por otro gente con poco o nada sobreviviendo a la ciudad; en el medio, tenemos la clase media que puja por quedarse en el medio y no caer en el extremo por la presión de la economía.

 

Cuando observamos con detalle, en todas las sociedades habrán personas con mayor cantidad de ingreso o menor, dependiendo el caso individual; pero lo que ateñe al caso, es que nuestra historia económica, ha transcurrido en una separación marcada desde aquel viernes negro en las bajas del precio del barril petrolero (18 de febrero de 1983), hasta el día de hoy, con una inflación que ya casi superan los sesenta (60) puntos anuales.

 

Para realmente ponerse en los zapatos de otro, no se debe imaginar considerarse en la situación de una persona que no entiendes porque llego a sus experiencias; lo realmente ético, es respetar a la persona por lo cual llegó a las conclusiones que hacen que reaccione en los instintos de su experiencia, y partir de allí, de ese punto denominado “respeto”, establecer una verdadera relación ciudadana.

 

Pregúntense de verdad, se pondrían en los zapatos de alguien que no ha viajado fuera del país; o alguien que puede costearse un viaje cada tres meses fuera del país, por trabajar casi 24 horas sin descanso alguno, la respuesta puede creerse a simple vista, pero la verdad es que no se comprende hasta que se vive. (Es evidente que excluyo a la corrupción de este supuesto)

 

Por ende, un problema a considerar es la tolerancia posible, no para ponerse en los zapatos del otro, sino, respetar los zapatos de otros, ya que cada quien tiene su vida propia, de la cual toma decisiones y es responsable para y por sí misma, creyendo por ello, que la simpatía por la grandeza o la humildad van de la mano, no por separado.

 

Miguel S. Zanella

@mialsan

 

 

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