Los dos rostros
agosto 12, 2017 7:08 am

Hay que tener cuidado al afirmar si un hecho pasará a la historia o no. Nunca se sabe. Lo único cierto es que la historia se hace con hechos. O acontecimientos que tienen lugar (es decir, que se hacen su lugar) en el tiempo. Los hechos, a su vez, son históricos cuando determinan a otros hechos o porque son portadores de una fuerza simbólica, o por las dos razones a la vez. Por eso va a ser difícil que ese domingo 6 de agosto de 2017 pase desapercibido a la mirada de los historiadores que nos ocupamos con la dramaturgia venezolana.

 

 

 

Por una parte, ese día tuvo lugar un evento simbólico y con toda probabilidad –se sabrá después- desencadenante. Dirigentes de la oposición organizada en la MUD y políticos representantes de una fracción del chavismo que ha roto con lo que ella llama madurismo, sostuvieron un encuentro cuyo objetivo fundamental fue sellar una unidad en torno a la defensa de la Constitución de 1999.

 

 

 

Por otra parte, ese mismo día tuvo lugar en el fuerte Paramacay un levantamiento de militares quienes bajo el mando del capitán Juan Guaranipano dieron a conocer un encendido comunicado en contra de la tiranía de Maduro. Para Maduro un regalo del cielo: la posibilidad de realizar su último sueño: el de convertirse, si no en un nuevo Chávez -eso ya no puede serlo– por lo menos en un Erdogan latinoamericano. Pero tampoco lo será. No tiene detrás de sí una religión y mucho menos la mayoría electoral que goza el turco.

Es decir, en un solo día, con diferencia de muy pocas horas, emergieron hacia la superficie no solo los dos rostros de la oposición venezolana. Son, además, los dos rostros que han impregnado la historia latinoamericana desde la independencia hasta nuestros días.

Un rostro es constitucional, democrático, asambleísta. El otro es militar, violento, golpista. El primero cree en los debates, en los diálogos, en las alianzas. El segundo en el acto heroico, en la proclama mesiánica, en la fuerza bruta. No fue entonces casualidad que la dictadura solo viera al segundo rostro. Al fin y al cabo, dictadura y golpismo se entienden entre sí como perros de la misma raza. A pesar de estar situados en puntos antagónicos, la dictadura y los militares rebeldes hablan idéntico lenguaje: el lenguaje de las balas. No así en el hecho político surgido en defensa de la Constitución que tuvo lugar en la UCAB ese 6/A.

 

 

 

Más allá de su importancia simbólica, el encuentro constitucionalista del 6/A podría llegar a ser el punto de partida que llevará a la formación de un frente democrático, nacional y antidictatorial mucho más amplio que la oposición existente y real. Su destino dependerá de su capacidad de expansión.

 

 

 

Por el momento el encuentro solo ha dado lugar a una informal vinculación de organizaciones políticas con vocación constitucionalista. Quizás alguna vez logre incorporar a gran parte de las organizaciones civiles y eclesiásticas, al mundo de la cultura, a los gremios de trabajadores y empresarios y, no por último, a los militares democráticos sometidos a la dictadura interna que ejerce sobre ellos el alto mando.

 

 

 

En otros términos, el 6A puede llegar a ser el día en el cual comenzó a nacer un nuevo centro hegemónico más allá de izquierdas y derechas y otros modelos en extinción. Un centro que por el solo hecho de existir, contará, sin duda, con el apoyo de todo el occidente democrático. Un centro, en fin, destinado a ser un nuevo espacio de convergencia entre todas las fuerzas democráticas de la nación.

 

 

 

Si todo eso sucede, el 6/A pasará a ser, sin lugar a dudas, un día muy histórico.

 

Fernando Mires