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«Los cuatro loquitos»

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«Los cuatro loquitos»

El silencio de la opresión ensordece el espíritu nacional. Esto no es Venezuela. Es otro lugar sangriento en el que figuras tenebrosas provocan sonidos de muerte y chispazos de terror. Uno siente en el alma atrapada en el horror un dolor punzante, incontenible. Es un dolor de entrañas, voraz y silencioso que quiere impotente, gritar. Pero no puede.

 

Allí, cerca y frente a uno están los estudiantes golpeados, heridos, humillados por las figuras y las armas, las manoplas y ese “gas del bueno” que el difunto saboreaba con un dulcito de “lechoza”, avivando el ánimo agobiado, retando el poder canalla.

 

Desde el “trono”, el ilegítimo que en su ignorancia y perversidad, combinación peligrosa y destructiva, en una torpeza justificada por la mediocridad que multiplican poder y cómplices, sin entender y por ello más difícil de aceptar, la Venezuela que busca oxígeno en la putrefacción del mismo aire que respiramos.

 

Los “cuatro loquitos” que acusa y amenaza fueron millones que hoy suman más, que no pueden ser indiferentes ante los muchachos que caen en el suelo ensangrentado.

 

No hay más voz contando lo que pasa que la voz del poder omnipotente.

 

Pero aquí y allá, salen las fotos y los videos que condenaran a los usurpadores de la Venezuela que los ve desgarrada y palpitante.

 

El cinismo del “cartel” de Miraflores lo desnuda en el mundo, los titulares y testimonios espantan.

 

¿Y ahora?

Lo que no hemos hecho está por hacer.

¡Hay que unirse, dar la cara, ayudar! Hay que llevar agua, comida, estar listo para socorrer, aportar, no abandonar un segundo la trinchera que le toca. Mis piernas no me ayudan, ni mis años son mis aliados para hacer más pero mañana haré lo que no hice hoy, me esforzaré para ganar la batalla a mi columna adolorida, no serán suficientes horas recibiendo y reenviando información por mi computadora, con la misma intensidad de mis mejores tiempos respondiendo la angustia de Venezuela.

 

Hay que estar alerta a este empeño heroico que nuestros jóvenes hacen en las peores y más miserables condiciones de ventajismo y crueldad, inventar cómo y cuándo ayudar, poner el hombro, entregar lo que nos queda y nos exige la Venezuela que sufre, que llora, que busca al hijo desaparecido, llora al que dio la vida en la entrega a una patria manoseada y violada.

 

No se puede esconder la verdad. Sale aquí y allá, indetenible. Y en medio del caos, Arreaza, Maduro y Diosdado llaman a la “pacificación”. ¿Cómo se puede ser tan imbécil? ¿Cómo se puede ofender tanto a un pueblo que expone su vida desafiando la realidad obscena y amarga de la violencia armada, de la barbarie? ¿No se han dado cuenta en esta arrogancia y esta obstinación enfermiza que este es otro pais? ¿Que “los cuatro loquitos” son millones?

 

Inventan y obligan a concentraciones estériles, marchas humillantes… pero la dignidad no se compra.

 

El 12F marca una pauta a seguir. ¡No hay vuelta atrás!

 

Isa Dobles

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