Libertad agridulce
diciembre 25, 2017 4:03 pm

 

Ayer Venezuela se alegraba con la libertad de algunos de los presos políticos, y es una alegría válida, más en Navidad y en estos tiempos difíciles, en los que la escasez ha afectado hasta a las buenas nuevas. Todo paso hacia la libertad es un buen paso, y aunque esta vez ha sido muy alto el precio que los liberados han tenido que pagar, siempre he sostenido, y aún no veo razones para cambiar de opinión, que mejor está un perseguido político en su casa, así sea limitado en su libertad y cumpliendo condiciones absurdas, que en las mazmorras de la indignidad, expuesto a abusos indecibles y a completa merced de sus captores.

 

 

Pero mientras registrábamos y verificábamos las liberaciones, algunas de las cuales llevaban ya meses, e incluso años, gestionándose, yo no podía dejar de recordar que hace poco menos de un año, el 31 de diciembre de 2016 para más señas, también nos alegrábamos con otra tanda de liberaciones (siete, en aquel momento) que fueron muy parecidas en sus características, su tenor y alcance a las que se dieron ayer.

 

 

Al igual que pasó con las liberaciones de ayer, en 2016 el gobierno también se empeñó en mostrar que las liberaciones se habían producido como un acto de supuesta buena voluntad, unilateral, del poder, uno en el que no tenían absolutamente nada que ver, en su decir, ni el continuo trabajo de los abogados defensores en cada causa, ni el hecho de que ha sido gracias a la denuncia constante, a cargo de las ONG de DDHH, de la grave situación de los presos y perseguidos, que el costo político de la prisión y de la persecución política para el gobierno de Maduro, nacional e internacional, se le ha elevado a niveles insostenibles.

Por su parte, tal y como ocurre ahora, algún sector de la oposición política en 2016 también buscó capitalizar aquellas liberaciones como si se tratase de logros en los que, de nuevo, solo unos cuantos habían tenido arte y parte, lo cual, al igual que ocurrirá ahora, quedó desvirtuado casi de inmediato, cuando la estrategia de la “puerta giratoria” a la que es tan afecto el gobierno de Maduro, no tardó ni 24 horas en volver a llenar con nuevos presos las siete celdas que habían quedado desocupadas en el SEBIN en Caracas. Sin ir más lejos, ayer, mientras se producían las liberaciones, se produjeron en paralelo varias detenciones. Ya lo adelantó Delcy Rodríguez al someter a los que iban a ser liberados a la ANC, cuando dijo que las declaraciones y testimonios que había recabado la “Comisión de la Verdad” demostraban la responsabilidad en los “hechos de violencia política” de 2014 al 2017 de varios “líderes de algún sector de la oposición”. En otras palabras, prácticamente nos dijo que lo que están haciendo, como lo han hecho antes, era liberar espacio para sustituir, más temprano que tarde, a estos presos políticos liberados por otros.

 

 

Las libertades que se concedieron en diciembre de 2016 fueron libertades bajo medidas cautelares, es decir, fueron libertades restringidas y limitadas que no implican, de ninguna manera, que la persecución contra los favorecidos con tales medidas haya cesado. Lo mismo ha ocurrido ahora, en la mayoría de los casos. Los liberados, los del 2016 y los de ayer, siguen sujetos a procesos penales injustos, que en cualquier momento pueden volver a llevarlos a la cárcel. En este sentido, pese a que, lo reitero, siempre es preferible enfrentar un proceso penal injusto en libertad, así sea limitada, que en la cárcel, lo cierto es que la persecución y el uso de los tribunales como armas de la intolerancia oficial, continúan. En este sentido, nada ha cambiado, por eso mantenemos que la única alternativa válida para acabar de raíz con el exilio, la persecución y con la prisión política en Venezuela es una amnistía amplia, sin sesgos y que no imponga condiciones inconstitucionales ni obtusas a los que resulten favorecidos por ella.

 

 

Lo que sí ha cambiado es que antes, en diciembre de 2016, no teníamos una ANC, y ahora sí la tenemos. El gobierno utiliza claramente la liberación de estos presos políticos de ahora para que le legitimen no solo a la misma ANC, sino a la “Comisión de la Verdad”. En lo que ha sido una constante desde que se enseñoreó la prisión y la persecución política en el país en estos últimos lustros, los presos políticos para el poder son “cosas”, no seres humanos, son “instrumentos” y “herramientas” que se utilizan para fines específicos. En este caso, ese objetivo es el de, con las liberaciones, legitimar lo que carece de toda legitimidad: A la ANC, y a su “hija”, la “Comisión de la Verdad”. En paralelo, se lava el gobierno la cara ante la comunidad internacional y baja un poco, aunque solo un poco, la presión a la que Maduro está sometido a causa de sus excesos.

Nótese que, para el gobierno, estas liberaciones recientes ni siquiera le sirven, ni tiene intenciones de que se así se vean, como resultado del “diálogo” que tiene montado con algún sector de la oposición en República Dominicana. Plantearlo así le concedería a la oposición que está participando en dicho diálogo una posición preponderante, un protagonismo, que el gobierno no va a tolerar ni, mucho menos, a promover. Pero además, Delcy Rodríguez fue enfática al respecto: Estas liberaciones tienen lugar porque así lo recomendó, tras meses de “análisis e investigaciones”, la “Comisión de la Verdad”, no porque así se hubiese negociado en República Dominicana. De hecho, el número de liberados (36 a las 8AM del 24 de diciembre, de los 268 que hasta ahora han sido acreditados y validados por la OEA) no se parece en nada al que se había “anunciado” como posible (114, decían) y los mismos participantes como asesores o negociantes en República Dominicana, fueron sorprendidos, porque ellos mismos habían dicho que aún no se habían alcanzado acuerdos en este tema, por esta maniobra del poder, al punto de que algunos de ellos reconocieron públicamente que ni siquiera sabían quiénes serían, en total, liberados, ni cuáles serían las condiciones que les impondrían tras su liberación.

 

 

Todo esto hace que las libertades de ayer y de hoy, vistas ya en frío y analizando la película completa, nos provoquen una alegría que, sin embargo, está como aquéllas, también condicionada y bajo cautelares.  Lo más duro, es el gusto agridulce que nos deja el saber que, al lado de la alegría válida y honesta de aquellos que por fin podrán volver a pasar la Navidad en sus casas, al lado de sus familias, corre en un caudal mucho más turbio y profundo la tristeza de los que se quedan en sus celdas sin que alguien pueda explicarles por qué unos salen, pero otros no. Los motivos legales para liberar a todos los presos políticos están allí, y son incuestionables, pero el poder saca los nombres del frasco y pone sus fichas sobre la mesa sin respetar ningún criterio racional o legal, sino tomando en cuenta solamente su propio interés. La alegría que sienten unos, hay que decirlo porque a nosotros nos toca lidiar con los que se quedan presos, y con sus familiares, es un fardo pesado sobre los hombros de los que, teniendo el mismo derecho a estar en sus hogares, permanecerán sin embargo y sin explicación alguna tras las rejas.

 

 

Por eso es que no hay que dejarse encandilar ni engañar. La lucha debe continuar, y la libertad plena y absoluta de todos los presos, perseguidos y exiliados debe ser nuestra exigencia y nuestra plegaria diaria.

 

 

Gonzalo Himiob Santomé

@HimiobSantome