Lecturas del triunfo de Arce en Bolivia

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Lecturas del triunfo de Arce en Bolivia

 

 

El triunfo del candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), Luis Arce, en la elección presidencial de Bolivia el pasado domingo, según dos conteos rápidos privados, dejó varias lecturas para los autoritarismos competitivos de Venezuela y Nicaragua.

 

 

Una elección libre, justa, equitativa y competitiva con observación internacional calificada de los organismos multilaterales OEA y UE permitió a los bolivianos escoger el nuevo presidente que va a dirigir los destinos del país en los próximos años.

 

 

El restablecimiento de las reglas del juego democrático en Bolivia, luego del intento de Evo Morales –primer presidente indígena– de manipular el resultado electoral en 2019 con una “estructura informática oculta y paralela a la del conteo oficial (…) que permitía la manipulación de datos, suplantación de actas o cualquier maniobra”, de acuerdo con el informe de la OEA, permitió al partido de Morales, MAS, volver a gobernar hasta 2025 en el Estado Plurinacional.

 

 

Hay que recordar que los comandantes de las Fuerzas Armadas de Bolivia, Williams Kaliman, y de la Policía Boliviana, Yuri Calderón, fueron actores claves en la renuncia de Morales en 2019, exigiéndole su dimisión y retirada de la primera línea política. También contuvieron a los grupos armados “fuera de la ley” a través de operaciones aéreas y terrestres, después de suceder varios ataques a caravanas de autobuses con detractores de Evo.

 

 

El boom económico de Bolivia cuando Arce fue ministro del área –en 10 años (2006-2017) logró reducir a la mitad la pobreza extrema, aumentó la riqueza a un ritmo de locomotora (5% anual, frente a 3% en promedio de la región) y redujo la deuda a niveles nunca vistos en el país–, la crisis causada por la pandemia del covid-19 este año y la falta de unidad en la oposición hicieron que la mayoría de los bolivianos volviera a votar por la opción del MAS.

 

 

Arce, economista con maestría en Ciencias Económicas de la Universidad de Warwick, Inglaterra, y contador general, se considera el presidente de la transición. “No tengo ningún interés en el poder. Quiero que el país avance para dejarlo en manos de los jóvenes y luego me iré”, reportó The New York Times. Sobre Evo Morales dijo que no tendría ningún papel en su gobierno. “Lo vemos como una figura histórica”, aseguró.

 

 

Después de conocer el triunfo arrollador en primera vuelta, afirmó que va a gobernar para todos los bolivianos. “Vamos a construir un gobierno de unidad nacional, vamos a construir la unidad en nuestro país, en toda esta jornada estamos recuperando la certidumbre… Vamos a reconducir nuestro proceso de cambio, sin odio, defendiendo y superando nuestros errores”, reseñó el diario boliviano La Razón.

 

 

Esta postura de Arce rompe con la lucha de los contrarios de los gobiernos autoritarios competitivos que consideran al oponente como un enemigo al que hay que eliminar –característica fundamental de los regímenes de Nicolás Maduro de Venezuela, Daniel Ortega de Nicaragua y Díaz-Canel de Cuba, que criminalizan la disidencia– y no como una suma de partes distintas.

 

 

Es importante resaltar que la salida de Morales del poder en 2019 sucedió con los factores que lo sostenían hasta que ocurrió el fraude electoral que causó la inestabilidad política. La Asamblea Legislativa Plurinacional estaba en manos del MAS, 66% de los diputados y 69% de los senadores, y los comandantes de las fuerzas armadas y la policía eran los que él había nombrado – al general Kaliman, incluso, Evo Morales lo llamaba hermano y gritaban juntos consignas contra el imperio–.

 

 

El triunfo de Arce en Bolivia abre las puertas para que los cambios políticos sucedan en democracia, con separación de los poderes y el apego a la Constitución.

 

 

Los bolivianos definitivamente dijeron este domingo que creen en el MAS como el partido para salir de la crisis generada por el covid-19. Asimismo, ratificaron que no creen en la perpetuidad de los líderes en el poder, pues hace un año los legisladores apoyaron de forma pasiva la salida de Evo de la Presidencia. Además, en el referéndum constitucional de 2016, el pueblo le dijo “No” –su primera derrota en 10 años–.

 

 

En definitiva, el triunfo de Arce en Bolivia muestra que la democracia es el mejor sistema para resolver el conflicto político de forma pacífica y no como lo hace el autoritarismo competitivo empleado por los regímenes de Venezuela y Nicaragua al manipular las elecciones. Adicionalmente, demostró que la observación internacional de la OEA y la UE garantiza la validez de los resultados en los procesos electorales. Que no hay que tenerles miedo si no hay nada que esconder (Maduro y Ortega).

 

 

Otra clave del éxito de la victoria de Arce fue que la oposición boliviana no logró trabajar unida auténticamente después de la renuncia de Evo. Pensó que el MAS no tendría la fuerza para regresar al poder después de haber derrotado y sacado a su líder principal.

 

 

Arce y el MAS tienen de nuevo la oportunidad de gobernar Bolivia. Como les manifestó Luis Almagro, secretario general de la OEA, por Twitter este lunes: “Estoy seguro de que desde la democracia sabrán forjar un futuro brillante para su país”, evitando las tentaciones del autoritarismo competitivo.

 

Antonio de la Cruz

 

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