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Las Dos Caras de la Inflación

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Las Dos Caras de la Inflación

Ciertamente la inflación en Venezuela ha alcanzado proporciones tan elevadas que es difícil pensar que el aumento de precios pueda tener efectos positivos sobre una economía. Claramente una inflación superior al 60% dificulta la vida a los actores económicos en un país.

 

Sin embargo, experiencias de países que han sufrido deflación (disminución de precios) nos enseñan que una inflación moderada es deseable. Es por ello que muchos Bancos Centrales extranjeros, entre los que se incluye la Reserva Federal de los Estados Unidos y el Banco Central Europeo mantienen metas inflacionarias anuales de 2%.

 

Por extraño que le parezca a un venezolano, muchos países del mundo se encuentran luchando activamente contra la tendencia a la baja de los precios. Analicemos a continuación estos efectos positivos y negativos de la inflación.

 

El beneficio más evidente de la inflación es que incentiva el consumo y la economía. En Venezuela tenemos un caso extremo, donde preferimos consumir nuestros ingresos al instante porque los precios suben aceleradamente. En Japón vemos el efecto contrario y las consecuencias negativas que ha traído.

 

El país Asiático ha sufrido de deflación prolongada en varios períodos desde la década de los 90. Un japonés experimentando esta caída del nivel de precios prefiere no gastar en cosas no esenciales porque espera que en el futuro estos productos sean más baratos.

 

Si trasladamos este razonamiento lógico a todos los agentes económicos, el consumo y la inversión caen, creando una recesión económica. Como es de esperar, Japón ha sufrido de contracciones económicas y períodos de crecimiento bastante mediocres.

 

Otro beneficio es que ayuda a balancear los mercados laborales. Durante períodos de menor crecimiento económico, la demanda de trabajadores cae y aumenta el desempleo. De ser posible una reducción salarial, muchos trabajos podrían ser salvados. Sin embargo, una reducción del salario es un tema delicado.

 

La inflación entra en el juego disminuyendo el salario real (es decir restando el efecto inflacionario) sin necesidad de cortar salarios a los trabajadores. Este argumento asume tasas inflacionarias bajas cercanas al 2%. Con las elevadas tasas en Venezuela el argumento se cae ya que el salario real del trabajador queda efectivamente destruido.

 

Un tercer beneficio de la inflación es que permite incentivar la economía manipulando las tasas de interés. El recorte de las tasas de interés es una herramienta estándar utilizada por los bancos centrales para administrar la economía. La teoría es que al bajar las tasas de interés, el costo de endeudarse baja, lo que incentiva el consumo y los proyectos de inversión grandes que requieren de capital prestado.

 

Sin embargo, la tase de interés mínima posible es 0%, ya que tasas negativas implicarían el absurdo de que el prestamista pague intereses al deudor. Una tasa, digamos de 2% de inflación, conllevaría una tasa de interés real de -2%, dando incentivos a deudores sin requerir que el prestamista le pague por endeudarse.

 

La alta inflación en Venezuela distorsiona la economía y no permite que estos beneficios ocurran. Las función principal del dinero que es la de facilitar transacciones queda destruida toda vez que los contratos y precios deben renegociarse y ajustarse constantemente. En casos en que no se produzcan ajustes los problemas se disparan.

 

Tal es el caso de los salarios que no rinden porque están rezagados ante los precios, o los productos que escasean porque su producción deja de ser factible en términos económicos por controles de precios. De igual manera, el número de billetes necesario para hacer compras aumenta descontroladamente al perder estos su valor.

 

Fotos de Alemania en el período entre las guerras mundiales muestran a niños usando la moneda legal como juguetes. En Venezuela aún estamos lejos de esas tasas de inflación, pero de no corregirse el problema nos veremos obligados a crear billetes de cada vez mayor denominación, o ir al mercado con sacos de papel moneda que pesen más que las compras que realizaremos.

 

Otro problema de una inflación tan elevada es que destruye la capacidad de ahorro. ¿Por qué ahorrar en Bolívares si el valor de nuestros ahorros se diluye a un ritmo vertiginoso? Las tasas de interés negativas que existen en nuestro país incentivan el endeudamiento en vez del ahorro y dificultan de esa manera la acumulación de capital y la salida de la pobreza del ciudadano trabajador.

 

El consumo se incentiva en detrimento del ahorro y pasamos a vivir en el día a día sin capacidad de crear reservas para el futuro. El problema es peor para las personas retiradas ya que enfrentar la vejez sin ahorros y con pensiones devaluadas es un reto gigante.

 

Una discusión completa de los daños que causa una elevada inflación requeriría muchas más páginas de las disponibles en este artículo. Sin embargo, espero haber transmitido la idea principal: La inflación es parte esencial de una economía sana, pero si se descontrola puede destruir cualquier economía y hacer la vida imposible a los ciudadanos de un país. Resolver el problema de elevada inflación en Venezuela no será sencillo.

 

Indexar precios y contratos a la inflación (es decir ajustarlos automáticamente dependiendo de la tasa inflacionaria) puede reducir la dificultad para los ciudadanos, pero introduciría un componente estructural en la inflación que prolongaría el problema. Dolarizar la economía como hizo Ecuador hace unos años controlaría la inflación, pero traería conflictos en términos de soberanía e identidad nacional, y le quitaría efectividad al Banco Central para implementar políticas monetarias.

 

El aumento de las tasas de interés crearía una fuerte recesión que ningún político Venezolano desearía enfrentar independientemente del partido en el que milite. Lo mismo ocurriría con un doloroso pero necesario recorte del gasto público.

 

Las soluciones abundan pero los problemas que conllevan impiden tomar decisiones a la ligera. Sin embargo, Latinoamérica demostró durante la década de 1990 que bajar la inflación es posible.

 

La experiencia latinoamericana sin embargo demuestra también que para lograrlo, independientemente del camino propuesto, se necesitan dos ingredientes fundamentales: voluntad política para hacer frente a los ajustes necesarios, y credibilidad tanto en las autoridades como en el plan propuesto. El reto para las autoridades Venezolanas será lograr estas dos condiciones para sustentar cualquier estrategia.

 

 Por Carlos Alberto Grasso Padrón. Economista

 ca_grasso@hotmail.com

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